Víctor Yanes

Opinión

Bukowski fue el capitán, el marinero, la muerte y la escritura

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Vuelvo a Bukowski para rescatarlo, una vez más, del cliché manoseado y caricaturesco de un viejo desaliñado y borracho que se mete a escritor. Con Bukowski, hicieron un icono del fatalismo para una sociedad de lectores que necesita artículos de consumo como referencias espirituales. En el capitalismo todo se tuerce y todo se confunde. Pero la realidad, es que Bukowski no es nada y hace lo más importante: desafía, con pasmosa naturalidad, cualquier elemento accesorio que tenga que ver con la vanidad o con las insufribles teorías sobre qué es la escritura y qué es ser escritor. Bukowski siempre pasa a la acción. Bukowski no quería ser nada, ni pertenecer a las soporíferas familias de bienpensantes o a las criptas santificadas de célebres escritores. Pensaba, a sus 71 años, momento de su existencia en la que escribe El capitán salió a comer y los marineros tomaron el barco (Editorial Anagrama, junio 2000), que él tenía que haber muerto 40 años antes. Desapegado de sí mismo, diluye, por cuestionamiento, los valores morales establecidos por los diferentes cuarteles ideológicos y estéticos imperantes. Bukowski no necesita más que escribir, escribir para soportar su propia vida.  

El capitán salió a comer y los marineros tomaron el barco, es un libro de despedida del mundo, en el que aparece un Bukowski que consigue, por fin, vivir una vida plena de satisfacciones materiales: coche, casa grande, jardín con piscina y suficiente dinero para apostar en las carreras de caballos. 

El título de este libro de 165 páginas, no parece casual y si una gran metáfora de la inversión de los roles, en la que la subordinación obediente y asalariada coge el timón y, arrabatando el liderazgo de la autoridad, toma las riendas. Es la rebeldía descarnada que late con una fuerza provocadora, no recomendable para no iniciados, en la personalidad creativa de Charles Bukowski.

Este libro breve es un diario, que comienza a escribir un 28 de agosto de 1991 y termina un 27 de febrero de 1993. Un diario que contiene una poética dentro de una narración de estilo sucio, en la que leemos a un Bukowski mayor, lúcido, enfadado y demostrando en sus escritos, un detalle que suele estar en propiedad de los genios: su conmovedor lirismo, presente en un lenguaje lleno de exabruptos y exageraciones no siempre elegantes. 

Bukowski y su vida hogareña, su tiempo que lo llena con una cotidianidad resuelta entre carreras en el hipódromo, horas delante de su Macintosh tecleando palabras para sus textos, escuchando música clásica e intercalando reflexiones, en ocasiones profundas, sobre la vida. Bukowski se muere, pero su coherencia, su ética de la independencia, su gigantesco talento para escribir las historias de todos, sigue vivo, y crea una escuela que renueva lectores a través de las décadas.

portada del El capitán salió a comer y los marineros tomaron el barco

Portada del libro | AH