José Manuel Bermúdez es un animal político. Así, raso y claro. Tiene ambición y ganas de seguir vinculado a la cuestión pública. En el #DesayunoAtlántico que hemos mantenido con él en las últimas horas ha preferido no despejar las dudas sobre su futuro, pero sí ha aclarado que será el partido (Coalición Canaria) quién determinará el cometido al que podrá ser destinado. Se sabe un verso libre incluso en la formación política que representa, por lo que en el pasado no ha tenido ninguna prevención en criticar a los suyos cuando se ha sentido desamparado por sus correligionarios. Ahora, en el presente, se guarda otra carta en la manga: el partido dirá, pero él decidirá si prosigue o si no le conviene la propuesta regresa a la abogacía.
El alcalde de Santa Cruz de Tenerife acumula más de una década al frente de la corporación local, apenas interrumpidos por una alcaldía socialista de un año, que acabó revirtiendo con una moción de censura polémica. Fue el cabeza de cartel de la lista más votada y se siente del todo legitimado para portar la vara de mando de la ciudad.
En ese tiempo, la capital tinerfeña ha desempeñado unas políticas tributarias que la han convertido en una de las grandes ciudades españolas más económicas en materia fiscal. Se trata de una actuación de la que se siente orgulloso por cuanto consolida una opción liberal inusual en los municipios del país. Que los impuestos no sean un elemento disuasor de la inversión de las empresas, de los muy pequeños emprendedores y que la administración actúe como un facilitador de la actividad productiva es algo que no abunda en el territorio español. Y que eso se haga desde una perspectiva mínimamente exitosa en términos factuales, de resultados, ya es inusual del todo.
El caso de Ada Colau y Barcelona es inverso. La catalana es una alcaldesa empanada. Vive, cada vez menos, de conceptos ideológicos superados por la realidad. Con ellos defiende un sectarismo decepcionante y sus ya populares políticas de decrecimiento. Conversar con Bermúdez permite darse cuenta de que representa justo lo contrario: donde la edil podemita quiere eliminar los cruceros, el tinerfeño apuesta por liderar esa actividad. Allí donde la presidenta de la corporación barcelonesa expulsa la promoción inmobiliaria u hotelera, el canario intenta acumular el máximo de capital y estímulo económico para su ciudad. Es más, rebaja la tasa que pagan los constructores en lo que se conoce de manera popular como licencia de obras. Y así un largo etcétera de singularidades fiscales que le convierten en una rara avis en el panorama municipal del país.
Con independencia de lo que suceda en 2023 y de cuál sea el destino final de Bermúdez es indudable que el político ha parido una impronta especial para Santa Cruz. Es imposible no ver una cierta relación con un pseudopopulismo liberal que podría firmar la controvertida lideresa madrileña Isabel Díaz Ayuso. Por un lado, su política con los impuestos, pero por otro su reivindicación permanente ante el Gobierno regional del papel de cocapitalidad del municipio que dirige. El último incidente sobre la ausencia de reuniones vinculadas a la presidencia española de la Unión Europea ha sido uno de los más ásperos. Bermúdez se quejó de supuesta discriminación ante el Ejecutivo central y recibió por respuesta mensajes tranquilizantes del gobierno regional y del Cabildo. La suya es, de hecho, la administración más importante que gobierna Coalición Canaria en estos momentos y desde el nacionalismo de baja intensidad que practica su partido la miman con especial atención para recomponer el poder político perdido en los últimos años.
Mucho puede suceder en los meses que restan hasta la próxima cita con las urnas, pero conviene no perder de vista los movimientos inmediatos del propio Bermúdez y de su partido. A Coalición Canaria le interesa sobremanera impulsar sus activos electorales. Ese es el daguerrotipo a día de hoy. Bermúdez lo es, no cabe duda. Las encuestas publicadas hasta la fecha insisten en que el alcalde mantiene a trazos generales el favor de los ciudadanos de cara a mayo de 2023, pero los electores siguen sin otorgarle la mayoría absoluta que desearía para evitar pactos de gobernación de complejas geometrías. Para eso el partido de Fernando Clavijo tiene una asignatura previa para el curso que arrancará en septiembre: discernir si son capaces de despejar sus pleitos internos, repletos de curiosos personalismos, y recuperar una perspectiva política similar a la que les llevó a ejercer un poder capilar y extenso en décadas anteriores. El futuro del alcalde Bermúdez es, de hecho, la síntesis del futuro de CC.