Martín Alonso

Opinión

Una bandera no tapa los problemas del deporte canario

Director de Atlántico Hoy

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Las banderas, como proclamaba Norman Mailer, me ponen incómodo. En su nombre se han justificado muchas barbaridades, demasiadas como para no estar en alerta cada vez que aparece alguna en el horizonte. Por eso, este sábado, sentí la señal de rebato desde primera hora de la mañana. Un paseo por las redes sociales provocó en mí un estado de alarma desencadenado por una buena dosis de cabreo, indignación, mosqueo o llámelo usted como quiera. De repente, me encontré la misma foto de Viviana Márton —la taekwondista húngara que el viernes ganó la medalla de oro en la categoria de -67 kilos en los Juegos Olímpicos de París 2024— en los perfiles del área de Deportes del Gobierno de Canarias, Rosa Dávila, Nueva Canarias, Valentín Correa, Deportes del Cabildo de Tenerife o Fernando Clavijo

¿Cómo puede acabar la foto de una deportista húngara en los perfiles de administraciones públicas, políticos o partidos canarios? La pregunta tiene una respuesta fácil. Viviana Márton, que nació en Tenerife en 2006 y vivió en la isla hasta los 12 años, celebró su oro olímpico alzando una bandera canaria sobre el tatami del Grand Palais de París. Esa instantánea, espontánea, potente, repleta de orgullo, fue transformada por parte de la clase política de las Islas como un éxito de la tierra que vio nacer a la deportista. Cada uno es libre de interpretar la realidad como le venga en gana, pero esa imagen define el estado del deporte en las Islas y retrata con precisión el fracaso de muchos planes públicos para la formación, práctica, fomento y desarrollo de la práctica deportiva en el Archipiélago

Naufragio

Que Viviana Márton, nacida y criada en Tenerife, entrene en Madrid desde hace seis años y compita para otro país es un naufragio de Canarias y España que no debería necesitar explicación —y debería ser suficiente para que muchos se taparan un poco—. Su caso, sin embargo, es una gota más en un océano —el del deporte en Canarias— que merece una reflexión profunda y que se abra un debate serio. Todo lo demás será escurrir el bulto y no afrontar el problema. Sin embargo, ¿tenemos una clase política en las áreas de Deportes a la altura para afrontar ese proceso? Entre una mayoría, lo dudo ¿Conocen esos cargos públicos una industria como el deporte? Lo siento, pero salvo contadas excepciones, también lo pongo bajo sospecha.

Ray Zapata, plata en Tokio, fue séptimo en la final de suelo de gimnasia artística de París 2024. / SASHENKA GUTIÉRREZ-EFE
Ray Zapata, plata en Tokio, fue séptimo en la final de suelo de gimnasia artística de París 2024. / SASHENKA GUTIÉRREZ-EFE

Por primera vez desde Atenas 2004, la expedición canaria —la que compite bajo bandera española— dejará la Villa Olímpica sin ganar una medalla. Ese detalle, al final, es una anécdota. Cierto. No subir al podio no resta valor al trabajo realizado para llegar a París 2024. Después de las victorias y las derrotas siempre queda la misma certeza: el esfuerzo, disfrutar del camino, saborear cada una de las horas invertidas y el apoyo de las personas que acompañaron en el viaje es lo que queda del proceso. Hasta ahí, todo bien. Pero hay otros síntomas que no me hacen ser optimista. Figuras como Carla Suárez, Dani Sarmiento, Marta Mangué, Rafa Cabrera Bello, Thaïs Henríquez, Sergio Rodríguez o Nico García-Hemme han dejado paso y nadie ha tomado el relevo, circunstancia que amenaza con repetirse en el momento en el que Ray Zapata, Leonor Rodríguez o Nico García Boissier decidan hacerse a un lado. 

Clubes y federaciones

Dicho todo esto, me hago varias preguntas y no encuentro ni una sola respuesta que no me encabrone. ¿Cómo es posible que el deporte canario esté en esta situación, en riesgo de afrontar un periodo parecido a un páramo a nivel olímpico, cuando tiene más clubes que nunca en competiciones de élite y todos van alicatados hasta el techo de subvencionados? ¿Cómo se justifica que esos equipos, en su mayoría, luego compiten con plantillas repletas de peninsulares o extranjeros?¿Por qué una deportista como Viviana Márton se tiene que ir del Archipiélago cuando desde las administraciones públicas se reparten cada año millones de euros en ayudas? ¿Dónde están los informes que justifiquen el patrocinio de centenares de pruebas privadas de medio pelo que se celebran en las Islas? ¿Esas mismas competiciones, torneos o lo que sea, generan un retorno económico, fomentan el deporte o la formación de jóvenes deportistas que avale el pastizal que ingresan? ¿Si repasamos las federaciones regionales e insulares, cuántos directivos llevan más de una década en el cargo?

Alguien en el Cabildo de Gran Canaria debería cuestionarse, por ejemplo, aunque sea por tener algo de vergüenza torera, cuándo fue la última vez que el Granca, un agujero negro que no deja de tragarse dinero público desde 1992 y que presume de tener cerca de un millar de niños en su base, dio continuidad a un canterano canario en la plantilla de su primer equipo. Creo que el club aún jugaba en el Centro Insular de Deportes... Un dato más: Santi Aldama Toledo, estrella de los Grizzlies de Memphis y la selección española y el mejor jugador nacido en la Isla desde Carmelo Cabrera, nunca militó en el Granca. Sintomático, ¿no?

La grancanaria Leonor Rodríguez entra a canasta en el partido de cuartos de final entre España y Bélgica del torneo de baloncesto femenino de París 2024. / MIGUEL GUTIÉRREZ-EFE
La grancanaria Leonor Rodríguez entra a canasta en el partido de cuartos de final entre España y Bélgica del torneo de baloncesto femenino de París 2024. / MIGUEL GUTIÉRREZ-EFE

Pero hay más. ¿Es sostenible que Las Palmas de Gran Canaria cuente con tres clubes en la Liga Iberdrola de voleibol femenino? ¿Si juntamos las plantillas de esos tres equipos, Olímpico, Heidelberg y Sayre, podemos formar un grupo sólo con jugadoras canarias? No. ¿Cuántas canarias militan y tienen protagonismo en los equipos de balonmano de categoría nacional que hay en las Islas? El número se reduce a la mínima expresión. ¿El regreso del Guaguas Las Palmas ha beneficiado a alguien más que no sea a sus promotores? Se pueden imaginar la respuesta: no. ¿Cuántas jugadoras del Archipiélago hay en la plantilla actual del CB Islas Canarias, que tras descender a final del curso pasado compró una plaza en la Liga Endesa de baloncesto femenino? Ya se lo digo yo: de momento, ninguna.

Instalaciones

Hablemos de infraestructuras. ¿Alguien sabe dónde está el proyecto para construir un Centro de Alto Rendimiento de vela en San Cristóbal (Las Palmas de Gran Canaria? Debe estar en algún cajón acumulando polvo mientras la vela canaria acumula ya 28 años sin ganar un medalla olímpica —desde Fernando León en Atlanta 96— porque el resto de naciones han progresado tecnológicamente y la ventaja de los regatistas de las Islas —poder competir en su costa durante todo el año— ya no es suficiente. ¿El Circuito del Motor en Tenerife puede ser rentable sin aportación pública después de su construcción, que abonará el Cabildo? Un estudio de la ULL ya advirtió que eso era misión imposible.

Sería de necios negar que el deporte se ha convertido en una industria, es obvio que ser sede de una competición como el Mundial 2030 de fútbol es una oportunidad para Gran Canaria y sería muy estúpido por mi parte negar que los clubes canarios necesitan del apoyo de las administraciones para hacer frente a su principal rival, la insularidad —ante la obligación de tener que trasladarse cada 15 días a la Península para competir—, pero esas realidades no pueden servir como salvaconducto para mantener chiringuitos privados sin un control exhaustivo. Las medallas olímpicas no se ganan en París 2024, Los Ángeles 2028, Brisbane 2032 o Doha 2036, se ganan en el día a día. Viviana Márton y Hungría lo saben bien. Y es ahí, en el esfuerzo diario de los deportistas canarios, donde las instituciones públicas deben estar —con su sostén, pero también con su protección al auditar lo que se hace desde entidades privadas—. Que una bandera, por mucho orgullo que genere, no nos impida ver los problemas y el retroceso del deporte canario.