Carmen Peña

Opinión

De la azada al BMW

Portavoz de Drago Tenerife

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Estuve en lo más oriental del archipiélago, pegaíta al Sáhara, en Lanzarote, para pasar en casa los últimos días del verano. Ver el risco por las mañanas, a la familia y amigos, y que me reciban con sancocho, gofio y lapas era el arrope que me faltaba para coger fuerzas de cara al nuevo curso político, que se viene movidito.

Estuve en la ilustrísima Villa de Teguise, la Villa, ahora gobernada por el tripartito CC, VOX, PP; lo que se contará esa gente —los políticos— a sí mismos por las noches para poder dormir, después de haber sido los primeros de todo el archipiélago en pactar con la ultraderecha para que gobiernen en Canarias. O no, simplemente dormirán tranquilos porque les da igual todo mientras sumen los números para el puestito en el ayuntamiento. Aquí está la prueba, marca nacionalismo canario de dudosa calidad, guárdame una cría.

En fin, un conocido amigo de la familia en el pueblo me saluda con cariño, no solo por ser yo, sino por ser la nieta de Carmita —qué lindo es pertenecer a algún sitio y qué suerte la mía de ser la fotocopia de mi madre y de llevar el nombre de mi abuela—. Me comenta el señor, después de saludarnos, que ya han visto mis andares por la política, que mira que “eso es duro mi niña, y sacrificado”.

Y yo, que ya empiezo a saberlo, y tal y como lo creo y le digo a todo el mundo, le explico que aquí estoy para poner mi granito de arena, para hacer alguito colectivo, para dignificar esta tierra, para poder tener un proyecto de vida aquí, que la cosa está chunga y que mientras dure lo haré lo mejor que pueda por mi pueblo. Es que es muy simple, lo de estar en política institucional es aspirar a cambiar el BOC, porque al poder se le confronta desde el poder, de tú a tú; en Drago vinimos a jugar la Champions, de una y sin miedo.

Y la respuesta del señor fue: “Ya te acostumbrarás a las comiditas con marisquito, a la buena vida y vas a ver como luego no vas a querer salir”. Me cogió a pie cambiado, la verdad, me quedé tiesa, me fui con la misma, carburando la burrada que me acababan de soltar con la sonrisa pegada en la cara.

No me lo tomé personal, es más, el señor que me lo dijo no pretendía ofenderme, y me conoce desde chica, simplemente es normal que el pueblo canario piense que la política está pa la mamadera, se asume que la corrupción y los intereses personales son parte del juego, y no solo se asume, se justifica y se vive con ello. Es lo que hemos visto desde siempre, desde hace siglos estamos ya marcadas por la herida colonial. Siglos de degradación y de control político, social, económico, pasando luego por la instauración de un régimen totalmente caciquil, marcado y atravesado por la esclavitud, la violencia y la pobreza continua del pueblo canario. Un pueblo canario que ha vivido perpetuamente en resistencia, y pese a todas las luchas no consigue quitarse de arriba las cadenas.

¿El paso a la democracia ha supuesto que esta haya llegado a Canarias? Uf, se puede decir, pero con la boca chica. Es innegable el avance del sistema de bienestar y las mejoras en infraestructuras que hubo en muy poco tiempo, así como las bondades que trajo para mucha población el avance en derechos. Pero, en el fondo, los problemas estructurales siguen ahí, porque seguimos teniendo unas cuotas de pobreza insoportables, la gasolina, la compra y la vivienda cada día están más caras y muchas tienen que coger la maleta para irse fuera. Leyendo entre líneas, siguen mandando los de siempre, mismo perro con collar de distinto color, la máquina del poder y la corrupción siguen bien engrasadas y la vaca que da la leche —el turismo— bien protegida.

Lanzarote es un ejemplo perfecto de los estragos del desarrollismo sin tino. Ahora, Manrique se considera un referente de las luchas en defensa del territorio, pero en vida, cuando se reviró ante la élite política y económica y señaló los problemas que estaban por venir, le cayeron encima. Y tenía toda la razón, porque a golpe de cemento y sobres se cimentó la industria turística en la isla, que ahora puede presumir de tener el tramo de costa con más hoteles ilegales de todo el Estado, casi nada.

De una tierra donde se vivía muy humildemente, casi en totalidad del sector primario, se pasó a vivir del turismo, sin planificación ni cabecita, y claro, mientras entraba el dinero todos contentos, de la azada al BMW sin cuestionar el coste que tendría a futuro la destrucción del territorio y la dependencia del monocultivo del turismo.

La gente vivía de espaldas a la realidad y sin cuestionar mucho porque había billetes, y el caciquismo, de la mano del clientelismo y todo bien untado de sobres, corrompiendo sobre todo desde lo público y desde lo municipal, comenzó a parasitar todas las instituciones con poca intención de parar. Podría hacer una relación de todos los alcaldes de Lanzarote que han pasado por la cárcel, pero ya los conocemos.

¿Lo peor?, parece que al pueblo le importa poco que le roben, o me explican qué hacía Dimas Martín este año dando el pregón de las fiestas de los Valles en un permiso penitenciario, poco nos pasa. La novela de Alexis Ravelo “Un tío con una bolsa en la cabeza” bien explica cómo ha venido funcionando la política canaria de mano de la corrupción, y cómo cualquiera que estuviera allí dispuesto a dejarse corromper tenía el dinero asegurado para vivir mejor. La novela es espectacular, se entiende porque es una ficción no ficción, seguramente sea real con otros nombres. A muchos niveles sabemos que Canarias está corrompida y que ese veneno llega a los acuíferos más profundos de las islas, y cómo no, el pueblo que bebe de ese agua sabe perfectamente lo que hay.

Ajeitar las cosas para que haya un cambio en Canarias es y será muy difícil, porque como dice una amiga de Lanzarote, “la corrupción es el sistema”, y la deriva de la situación a nivel global no ayuda. Pero hay mucha gente, mucha gente respetable y honrada en el archipiélago haciendo su trabajito de manera honesta, desde lo más humilde a los centros de poder. A lo calladito, haciendo sacrificios, doblando el lomo, años y años trabajando en silencio, luchando contra el sistema, señalando las injusticias e intentando virar el barco. Todo ese trabajo no es en vano, es lo que mantiene muchas vidas a flote y trae la esperanza de cambio.

Y en eso hay que creer, en el cambio que es posible, por toda la gente que se pone en su sitio y no se deja corromper, que se pone de frente en los centros de poder, donde se concentra toda la podredumbre, todos y todas ellas valientes.

Nosotras, en Drago, hemos apostado por eso desde un proyecto político colectivo y popular que cada día atrae a más gente a luchar por Canarias. Y yo, la chinija de Lanzarote que ahora está en política, no voy a tener problema en mojarme para coger lapas, que no quiero que nadie me invite a marisquito.

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