Agoney Melián, presidente de la Asociación de Jóvenes Empresarios de Tenerife.

Opinión

Algo que comenzó… con un Tik Tok

Presidente de la Asociación de Jóvenes Empresarios de Canarias

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Hoy te voy a contar un secreto que no sabe nadie, uno que me tienes que prometer que va a quedar entre tú y yo … ya me voy sintiendo algo mayor. No crean que es una queja, estoy en uno de los momentos más plenos de mi existencia, donde más perspectiva tengo sobre los temas que angustian al común de los mortales, y recogiendo muchos de los frutos dulces que he ido cultivando en las diferentes aristas de mi vida. Vamos que, si esto se tratase de una partida de Trivial, juego que no sé si conocen los destinatarios de este artículo, yo ya habría conseguido completar la mayor parte de mis quesitos.

Madurar, si lo gestionas adecuadamente, es algo bonito. Te permite disfrutar de las cosas de una manera diferente, más sana, más pura, con muchas más oportunidades de disfrute. Y a pesar de que no me considero mayor, diría que solo soy “un pureta que se conserva bien”, empiezo a sentir emociones como la nostalgia por los momentos vividos. Ya veo la moda volver y, sobre todo, hago bromas que muchas de las personas que me rodean, obviamente más jóvenes que yo, ni siquiera saben de qué va. Cada vez las hago menos o solo en los contextos adecuados jejeje el de los puretas.

Si tienes gente joven cerca, pregúntale por Punky Brewster, ALF, o Yupi… o acábales una frase con… “pero qué me estás container” y sentirás esta emoción de la que te hablo.

El cambio de paradigma en las habilidades sociales de nuestra juventud

A pesar de la historia que tengamos a nuestra espalda, me siento una persona afortunada. Creo que mi etapa juvenil, llena de movimientos asociativos, de quedadas en las plazas, de conversaciones eternas y de risas incontrolables, me ha permitido ser la persona que soy a día de hoy. Capaz de mirar a los ojos a quien tengo en frente sin miedo ni pudor alguno.

Si te paras a reflexionar, la juventud actual ha sufrido un cambio drástico en su forma de conocer el mundo. Ni mejor ni peor, pero sí totalmente diferente. Te pongo algunos ejemplos:

Las familias son cada vez más pequeñas, lo que quiere decir que las habilidades sociales que te proporcionaba ser el hermano número cuatro de una familia de ocho, ya no las tienes.

La incorporación de la mujer al mercado laboral también es otro factor importante, que me parece genial, pero que sin duda ha hecho que nuestros peques estén más tiempo solos.

Ya no vivimos tanto en comunidad. Yo recuerdo subir a casa de mis vecinas, saberme el nombre de todo el bloque y el de al lado, y sin embargo ahora, que llevo viviendo años en el mismo sitio, no me sé ni el nombre de la persona que vive en el piso de abajo.

Han entrado en juego las nuevas tecnologías, siendo estas un arma de doble filo, ya que te conectan, pero a la vez te deshumanizan.
No tener habilidades sociales para enfrentarte a la humanidad, ha hecho que nuestra juventud esté construyendo un nuevo capítulo en la forma de relacionarse. Más distante, más lejana, y si me lo permiten, menos humana. No es de extrañar que les cueste dar abrazos sentidos. No de amor, sino abrazos de cariño, de esos que producen serotonina y, por consiguiente, dan mucha paz. Los que ya me conocen, saben que soy un verdadero fan de dar estos segundos de felicidad.

La salud mental

Yo vengo de un contexto en el que hablar de salud mental o decir que ibas al psicólogo era sinónimo de que estabas loquito. Realmente estábamos locos, pero por pensar así. Me alucina que la juventud sea capaz de hablar con total naturalidad de lo que se les pasa por esas cabecitas, y sabiendo que el suicidio es la principal causa de muerte de la juventud, me parece algo necesario y digno de admirar. Sinceramente creo que a “los mayores” nos queda mucho por aprender, aunque también tenemos mucho más por enseñar.

Con toda esta claridad que tienen para estos temas, luego sienten mucha más presión por el qué dirán, eso sí, no por el qué dirá la vecina del quinto, sino esa persona que te sigue en las redes (y a la que puede que no conozcas jamás) y para la cual tu vida está siempre llena de disfrute y fuegos artificiales.

Nuestra juventud actual vive en la prisión de las etiquetas, una pesada losa donde es más importante el “qué soy para el mundo” que el cómo quiero vivir mi vida. No querido no, la vida hay que vivirla ahora, no a través de la pantalla ni prisionero de las etiquetas, y en eso los de mi quinta tenemos un máster. Creo que, a nosotros, al igual que a ellos, nos queda un largo camino por recorrer, y aunque parezca una burrada, yo ya estoy en ello.

Las nuevas capacidades. CÁMARA Y ACCIÓN

Para mí Tik Tok, los stories de Instagram, etc…no te voy a mentir, en un primer momento siempre me pareció que no iban a durar un carajo. No te equivoques, ahora los adoro y me declaro adicto a ellos, lo que pasa es que los veía demasiado efímeros. Una vez le coges el truco la cosa cambia, y te das cuenta de que están hechos para el ritmo de vida que llevamos: rápido, dinámico, creativo y fugaz.

Me doy cuenta de que podemos ser capaces de desplegar toda nuestra creatividad para unos vídeos de 30 segundos, poner la maquinaria en marcha y no parar hasta que el resultado sea increíble. Envidio la capacidad que tiene la gente joven de ponerse delante de la cámara, bailar, hablar y seducir, sin ningún tipo de vergüenza.

La facilidad que nos proporcionan las redes para conocer gente nueva no tiene límites, es más, no tienes por qué hacerlo con palabras, a veces un simple fueguito (el emoji para los que no me entiendan) lo es todo. Literal que sigo aprendiendo, y no pararé hasta ser brutal.

Tienen la capacidad innata de hacerte sentir querido

En mi profesión es conveniente estar “al loro” de todo lo que va surgiendo. Y yo, que tengo curiosidad en cantidades industriales, cada vez que hay una nueva app, movimiento de pensamiento, o estudio científico que puede afectar a mi vida, intento mapearla y entenderla.

Hace no mucho tiempo que consumo entretenimiento en redes sociales, lo empecé haciendo por una cuestión laboral y de investigación, aunque debo ser sincero, me lo paso muy bien y he tenido la oportunidad de conocer a gente increíble. Personas que se han convertido en imprescindibles en mi vida, que me sorprenden con preguntas como, “¿cómo estás?”, “¿Ya has comido hoy?”, pequeños gestos que consiguen hacerme feliz. Te parecerá extraño, pero en mi vida empresarial la gente me pregunta que cómo va la gestión que necesitan por mi parte, si tengo un hueco para ellos, o si les puedo ayudar a conseguir algún contacto. Cosas que nada tienen que ver con mi bienestar personal.

Conectar con gente joven, que te quitan la capa de superhéroe y te ofrecen un espacio seguro en su presencia, se ha convertido en una nueva experiencia mágica. Qué afortunado me siento, es una emoción espectacular.

Debo ser sincero, tratar con ellos me ha hecho sentir un poco de vértigo y ver de lejos esas increíbles primeras veces. Ahora tengo la oportunidad de revivirlas a través de sus ojos, y aunque nunca será lo mismo, desde luego se ha convertido en algo muy especial.

Yo soy fan número uno de la juventud, de su energía, de su capacidad de ilusionarse, de vivir las cosas como la erupción de un volcán que arrasa por donde pasa. Me fascina su facilidad para crearse sus propias historias, algunas buenas y otras no tanto pero aún así, suyas.

Comienza 2023 y lo ha hecho de manera inesperada. Con una visión intrépida y alocada, que me está permitiendo ser más creativo de lo habitual. Todo esto que les cuento es porque esta generación Z me está dando un chute de alegría extra, y si me preguntas que cómo he llegado hasta aquí, la respuesta es algo rocambolesca. Esto es algo que comenzó … con un Tik Tok.

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