Agoney Melián, presidente de la Asociación de Jóvenes Empresarios de Tenerife.

Opinión

Adiós, papá

Presidente de la Asociación de Jóvenes Empresarios de Canarias

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Cuando una persona se muere, no se muere la persona en sí, sino todas las expectativas, las ilusiones y aquellas cosas que creías que ibas a vivir con ella. Muere el futuro que imaginaste que tendrías y que nunca será, y en silencio, apelando a la madurez emocional que se supone que tenemos, inicias una nueva etapa en tu vida.

Estamos en Navidad y yo me siento, tal y como les he contado en algunos de mis artículos para nuestra tribu de Atlántico Hoy, en un momento dulce personal y profesionalmente. Sin embargo, la pérdida de mi padre hace escasamente unas semanas, me han hecho reflexionar sobre la vida, y lo que esperamos de ella y hoy, en mi particular forma de compartir mis vivencias y aprendizajes, algunos más duros que otros, quiero contarte lo que habita en lo más profundo de mi mente, y las lecciones tan valiosas que mi padre, sin saberlo, me enseñó con su partida.

One life

Manolín era un hombre de sesenta y cuatro años, un tío con una conversación exquisita y un saber estar que siempre admiré. Un hombre de costumbres, con pocos hobbies y bastante familiar. Laboralmente llevaba más de cuarenta años arreglando cosas, porque Manolo era un apasionado de la mecánica desde muy joven, y es ahí donde trabajó toda su vida.

Tenía una vida bastante regular que se centró siempre en trabajar y ahorrar para cuando se jubilase. Tenía muchos viajes programados para ir con su autocaravana, entre ellos, alguna visita a Tenerife para comer en algún sitio rico de carne, con una copita de vino, pero no lo hizo, no pudo hacerlo.

En enero de 2023, Manolo cumplía sesenta y cinco años, y se quedaría cobrando una buena pensión ya que trabajó de manera continuada sin coger ni si quiera una baja hasta ese día. Estaba ilusionado porque ya tocaba ejecutar todos los planes, tener más tiempo para sus cosas y disfrutar más de su familia, de sus hijos y de sus nietos.

Una semana antes de su cumpleaños, sentía un dolor muy fuerte en un costado, y decidió ir a urgencias, “seguro que es algo que me ha sentado mal”, pensó, pero el diagnóstico fue un golpe que nunca se imaginó, tenía un cáncer muy raro para que el no existe mucha investigación que es de difícil detección.

Manolín, aquel señor de conversación exquisita, comenzó una luna lucha tremenda por conservar la vida, aferrarse a ella porque aún tenía muchos momentos que coleccionar. No se dio por vencido e hizo todo lo que pudo por quedarse, sin éxito.

Mi querido padre me enseñó que la vida no es un videojuego donde puedes revivir varias veces, que solo tienes una, que es personal e intransferible y que los resultados son de lo más impredecibles. Y por esto, en su nombre, me he hecho un pequeño tatu que pone “ONE LIFE”. 

Los momentos arcoíris

Justo estos días de Navidad, donde he ido a comprar las cosas necesarias para celebrar estas fiestas, me he dado cuenta de que la humanidad vive enfadada, con prisas, y como consecuencia, no he parado de ver malas caras y desasosiego. Sin duda me preocupa ver cómo el mayor de los mortales vive alojado en la queja y en la frustración sin pararse a vivir el ahora.

Hace meses, fui en visita oficial al Hierro, concretamente a Frontera. Era un día lluvioso pero soleado y Mercedes, la concejala que me recogió en el aeropuerto, me contaba que no esperaban ese clima para ese día; bromeamos con que lo hubiese llevado yo para allá.

Después de una curva muy grande, nos sorprendió un increíble arcoíris, el más intenso que recuerdo haber visto nunca, y le pedía a Mercedes que fuese más despacio, que quería observarlo e incluso fotografiarlo.

Llegábamos con un poco de retraso a nuestra reunión, así que ella debió pensar que estaba un poco mal de la cabeza, pero lo hizo, bajo la velocidad y ambos nos quedamos embelesados para ver aquel precioso fenómeno.

Me encantaría ir por la calle dando a abrazos a esa gente que vive enfadada y decirle que, excepto cosas muy graves como la que le ha pasado a mi padre, nada es tan importante en la vida. Me gustaría invitarle a que valorase los instantes en buena compañía, las risas desternillantes, las miradas en silencio de la persona amada, los buenos días de curro, y los malos, también por qué no.  

Me gustaría decirles que ojalá que guarden en sus corazones muchos momentos de colores, muchos momentos como el que yo colecciono viendo aquel arcoíris.

Be a nice human

Imagínate llegar al final de tu vida y darte cuenta de que la has cagado, de que no valía la pena hacer aquella putada, de que los planes y las conjuras que hiciste al más puro estilo “Juego de Tronos” eran absolutamente innecesarios.

No me siento mejor que nadie, seguro que la cago constantemente y que hago daño a personas sin querer, pero hace tiempo que he elegido estar en el equipo de los buenos, y esto lo hago porque creo que hacer el bien hace bien. Que dormir tranquilo es un valor cualitativo incalculable, que ver a los demás bien, incluso a aquellas personas que por desgracia te hacen daño, es síntoma de que estás llenito de amor por dentro.

Yo no soy de dar lecciones ni consejos, pero la vida es demasiado corta como para no disfrutarla con cosas buenas. Otra de las lecciones de vida más valiosas que me dio mi padre, hay que ser un excelente ser humano.

Nuestra conversación

Cuando mi padre se fue no me quedé sin nada que decirle, no tuve que hacer una gran despedida porque soy de los que dice te quiero cada día que puedo.

Mi relación con él no fue la de padre e hijo convencional, las circunstancias hicieron que nos conociésemos bastante tarde, pero nos llevábamos muy bien, creo que finalmente le sorprendí y que se sentía orgulloso de la persona en la que me estoy convirtiendo.

Cómo les decía al principio, cuando una persona muere, mueren nuestras expectativas e ilusiones, y quizás, en mi caso, esperaba poder conocerle mejor, tener más conversaciones largas con un buen vino y escuchar sus historias de vida.

Inevitablemente he sentido enfado porque en el fondo siento que otra vez se va sin suficientes momentos arcoíris, pero supongo, que el que más ha perdido es él que perdió su único ticket para transitar en este mundo.

A ti que me lees solo puedo pedirte que te cuides mucho, que cuides tu salud, tu paz mental y que colecciones millones de momentos bonitos en tu única vida. Que ames fuerte y que te ames más fuerte aún, pero, sobre todo, que vivas una vida apasionante.

A ti Manolo, solo decirte que me quedo con lo bueno, que gracias por la vida y que para un tío poco creyente como yo es desesperante pensar que esto se acabó sin más. Ojalá exista ese paraíso del que los cristianos hablan para que puedas vivir todo eso que te faltó. En esta tierra solo me queda una cosa por decirte, te quiero mucho. Adiós, papá.