Las ‘promesas’ electorales

Luis Padilla nos habla del día que Victor Pérez Ascanio presentó su candidatura a presidente del CD Tenerife.

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“Nunca se miente tanto como antes de unas elecciones, durante una guerra y después de una cacería”. La frase del político alemán Otto von Bismark también es aplicable al Tenerife, que en el otoño de 2002 vivió un período electoral muy convulso que ya en la precampaña dejó algunas acusaciones que el tiempo desmintió. Un ejemplo, la proferida por uno de los candidatos, Quico Cabrera, entonces presidente del CV Tenerife Marichal, histórico multicampeón nacional de voleibol femenino, quien acusó a otro aspirante, Víctor Pérez Ascanio, de ser “un submarino de Javier Pérez” que sólo se presentaba “para dividir el voto anti-Pérez” y de “tener ya firmado un pacto” con el entonces máximo dirigente blanquiazul. Un par de meses después, ya se sabe, Cabrera y Pérez Ascanio sí que pactarían para desbancar a Javier Pérez.

Eso sí, con la perspectiva que da el tiempo, nada parece hoy tan surrealista como el acto de presentación de la candidatura de Víctor Pérez Ascanio, el 7 de noviembre de 2002, en el salón de actos de CajaCanarias. Al frente de 'El Tenerife del siglo XXI', el ingeniero lagunero anunció que iba a “sacar adelante a una entidad sumida en un profundo pozo y totalmente obsoleta”. Y en el plano institucional destacó que Javier Pérez “no conseguía los apoyos precisos por su falta de credibilidad”, pero que su grupo “recuperará el prestigio perdido”. Asimismo, anunciaba “la creación inmediata del canal de televisión Tenerife TV”, mientras que “en el plano económico, una vez saneada totalmente la deuda del club”, el objetivo era “comercializar los locales del Heliodoro, además de realizar un plan de marketing serio”.

Finalmente, en el plano deportivo, amén de “lograr el ascenso a Primera División”, aseguró que “se estudiaría mejor la política de fichajes, fijándonos más en la cantera”. Y anunciaba que la Ciudad Deportiva –que luego quiso malvender a tres empresarios– iba a ser “el orgullo de todos los tinerfeños”. Sobra decir que Pérez Ascanio huyó sin que el club tuviera jamás TV, dejando una deuda de sesenta millones de euros, sin local alguno comercializado, sin que el Tenerife tuviera una mínima opción de ascenso, sin lograr un apoyo de las instituciones políticas o sociales y con el prestigio por los suelos. Además, lograría que en su último partido en el palco, ante el Racing de Ferrol, apenas acudieran dos mil espectadores al Heliodoro, tras denunciar “el divorcio del público con el club” y avanzar que lograría que “todos los aficionados regresen al estadio”.

Un día antes, Quico Cabrera, con el lema 'Un Tenerife diferente', fue algo más ambiguo y resumió sus promesas en “diez compromisos” para crear una institución que fuera “transparente, solidaria, realmente de todos, aglutinadora, nuestra, profesional, moderna, honesta, social y con futuro”. Y además de fijarse como meta “el ascenso a Primera División”, anunció como objetivos irrenunciables, “el ascenso del filial a Segunda División B, mejorar las relaciones con el fútbol profesional, darle más atención a la cantera, que no se repitan los hechos de indisciplina y que el segundo entrenador sea de la casa”. Ya lo dijo Bismarck: “Nunca se miente tanto como antes de unas elecciones”.