En Canarias, al igual que en otras regiones de similar orografía como Hawai, los tubos volcánicos son un elemento más del paisaje. Cuando las coladas de lava de una erupción volcánica pueden se solidifican quedan en su superficie se forma una capa que esconde lo que ocurre en el interior, donde sigue fluyendo el magma abriéndose camino bajo tierra.
Cuando este fenómeno sucede la capa superficial se convierte en un eficaz aislante térmico que permite a la horadando túneles en la roca e incluso terminar desaguando en el mar sin haber entrado en contacto con el aire. Así se forman las cuevas o tubos volcánicos.
Aunque desde tiempos prehispánicos se han utilizado como casas, almacenes o cuevas funerarias., en tiempos recientes algunos de ellos se han adaptado para acoger visitantes, como el caso de la Cueva del Viento, e incluso se han convertido en auténticas obras de arte, tal y como ocurre en Los Jameos del Agua.
La obra cumbre de César Manrique
Este lugar mágico diseñado por César Manrique está situado en el interior del túnel volcánico que se había originado tras la erupción del Volcán de la Corona. Aunque tiene más de seis kilómetros de longitud y se prolonga desde el mismo cráter hasta el mar, introduciéndose bajo el océano un kilómetro y medio en el denominado Túnel de la Atlántida, el artista actuó en los segmentos más cercanos a la costa para crear los Jameos del Agua.
El término ‘jameo’ procede probablemente de un vocablo aborigen y se usa para denominar el hundimiento del techo de un tubo formado por lava volcánica. En este espacio se filtra el agua de mar y crea un lago interior en el que reside una especie endémica de cangrejos ciegos albinos, como pequeños puntitos blancos de apenas 2 centímetros de largo que resaltan sobre la oscuridad del fondo.
Chico, Grande y de la Cazuela
Para acceder a este entorno enigmático descenderemos por el Jameo Chico donde César Manrique visionó al detalle la iluminación, el mobiliario y la jardinería en esta zona de transición hacia el Jameo Grande, donde encontramos el mencionado lago habitado por diminutos cangrejos. Por un pequeño camino que bordea el lago ascendemos hasta el Jameo Grande, en un viaje desde la oscuridad del lago hasta alcanzar una gran piscina de formas onduladas a plena luz del día.
Aparte del juego de luces entre interior y exterior, Manrique concibió el espacio desde un punto de vista cromático para crear contraste entre los basaltos y tonos oscuros de la roca hasta la luminosidad de los blancos y la vegetación. Si continuamos el recorrido accederemos a la entrada del Jameo de la Cazuela, donde el trabajo de la lava para crear el espacio y del artista para acondicionarlo resultan en un auditorio con capacidad para 550 personas.
Los Jameos del Agua representan una de las obras esenciales que coronaron por su gusto para emplazar su obra en medio de un espacio natural único, convirtiéndose en pionero de la recuperación y puesta en valor de elementos de la naturaleza y del paisaje.