Ya no hay esperanza

Las voces, firmes y decididas, llenaron las calles de Agaete, ondeando pancartas y proclamando consignas que retumbaban en las fachadas del pueblo que no quiere ver morir el proyecto ni la casa que lo alberga

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Imagen de la manifestación contra el cierre de la Casa Esperanza en el Valle de Agaete / LUNA MOYA - AH
Imagen de la manifestación contra el cierre de la Casa Esperanza en el Valle de Agaete / LUNA MOYA - AH

Han pasado 33 años desde que casa Esperanza comenzó a salvar vidas y familias. En un enclave espectacular, rodeada de naturaleza en pleno Valle de Agaete, el proyecto cumplía todos los requisitos para convertirse en el hijo favorito de Cáritas Diocesana de Canarias: un faro para las personas con problemas de adicción, principalmente al alcohol, hoy amenaza con apagarse para siempre. 

Dicen que la esperanza es lo último que se pierde, pero esa frase ya no consuela a las familias y exresidentes que vieron como sus vidas dieron un giro de 180 grados. Decenas de personas han acudido al llamado, y con la lectura de un manifiesto cargado de emoción, se ha dado inicio a una jornada de resistencia. Las voces, firmes y decididas, llenaron las calles, ondeando pancartas y proclamando consignas que retumbaban en las fachadas del pueblo que no quiere ver morir el proyecto ni la casa que lo alberga: “No al cierre de Casa Esperanza”. 

Una segunda oportunidad

La marcha de hoy no es solo una protesta aislada, —le precedió la celebrada en Las Palmas de Gran Canaria el pasado 19 de octubre— , es el clamor de una comunidad decidida a salvar un proyecto que va más allá de la rehabilitación. Casa Esperanza, gestionada por Cáritas Diocesana, ofrece un espacio de acogida y acompañamiento para personas en situación de vulnerabilidad, con el objetivo de ayudarles a superar la adicción y recuperar su calidad de vida.

En 2023, 54.000 personas fueron atendidas en Canarias por adicción a alguna droga, de acuerdo con los últimos datos de la Asociación de Entidades Canarias de Adicciones (AECAD). De estas personas, 11.709 fueron atendidas en los servicios de tratamiento, mientras que 42.379 participaron en proyectos o actividades de prevención. Estas cifras representan un incremento del 13% con respecto a años anteriores, un dato que evidencia la creciente demanda de espacios como Casa Esperanza, cuya particularidad es su servicio de acogida y seguimiento. 

"Lucharemos"

El alcalde de Agaete, Jesús González,  y ha trasladado a Atlántico Hoy su rechazo absoluto al cierre de este proyecto vital. González ha expresado el compromiso del ayuntamiento y su esfuerzo por encontrar soluciones que eviten la clausura de Casa Esperanza. “Consideramos que con la colaboración de las diferentes administraciones se puede intentar que siga”, afirmó.

El alcalde también destacó las conversaciones que mantiene con el Gobierno de Canarias y la Consejería de Sanidad, responsables del ámbito de las adicciones. “Mientras haya esperanza, vamos a hacer todo lo posible para que el proyecto se mantenga”, subrayó, recordando la importancia de una institución que “da una segunda oportunidad en la vida a personas que ya no tienen nada”.

Accesibilidad, agua y financiación

Los problemas que enfrenta Casa Esperanza son remediables. Según explicó González, la accesibilidad al edificio es una de las principales preocupaciones, aunque confía en que el Cabildo de Gran Canaria pueda intervenir para mejorarla. El abastecimiento de agua, actualmente solventado mediante cubas particulares, es otro de los retos que el ayuntamiento está estudiando. Sin embargo, el obstáculo más urgente es la falta de financiación que amenaza con hacer insostenible el proyecto.

El alcalde hizo un llamado a todas las administraciones a involucrarse y colaborar para asegurar la continuidad del proyecto destacando la necesidad de diálogo y la disposición a replantear las aportaciones institucionales y los términos del proyecto. “Vale la pena que hagamos un sobreesfuerzo”, concluyó González, quien resaltó la importancia de esta iniciativa a nivel regional. 

El grito final

La marcha culminó en la Plaza de la Constitución, donde los manifestantes, unidos en un mismo propósito, entonaron un último grito de esperanza: “De Casa Esperanza no nos moverán”.

Las nubes y el frío no lograron apagar el fuego de sus palabras. La comunidad de Agaete, decidida a defender un proyecto que significa, para muchos, la posibilidad de una nueva vida, ha dejado claro que no desistirá fácilmente en esta lucha que apunta a una misma dirección: sin dinero, nunca más habrá esperanza. 

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