El señor Satterthwaite tenía 69 años cuando Agatha Christie lo acomodó en el Puerto de la Cruz (Tenerife). Sucedió en el capítulo El hombre del mar, uno de los cuentos —todos relacionados entre sí— del libro El enigmático señor Quin. A lo largo del relato, entre intrigas, los modales de estirado inglés del protagonista, amores perdidos, cipreses, desilusiones, casitas blancas y dudas, el nombre de la localidad tinerfeña no aparece jamás. Ese detalle, sin embargo, no restó relevancia a la isla. El recorrido por todas las líneas de la trama lleva al lector a rincones como el Jardín del Sitio Litre, la playa Martiánez o el acantilado La Paz.
No fue casual la elección de Tenerife como escenario de esa historia. En 1927, meses después de que su marido Archibald Christiele confesara que tenía una amante —Nancy Steele—, la novelista británica se embarcó en un buque —junto a su hija Rosalind y su secretaria particular, Charlotte Fischer— y puso rumbo a Canarias.
Huida a Canarias
Durante tres meses vivió en las Islas, hospedada en el hotel Metropole de Las Palmas de Gran Canaria y el Gran Hotel Taoro del Puerto de la Cruz. Durante su estancia, además de escribir, Agatha Christie disfrutó del clima suave de las Islas —“la mayor parte del día soplaba una brisa estupenda y las noches eran los suficientemente cálidas para sentarse al aire libre”, escribió en su autobiografía—, del surf y de las aves de paso que hacían escala en Canarias a través de las rutas marítimas que atravesaban el Atlántico.
La escritora, en 1927, abrió una vereda por la que 40 años después —con la Segunda Guerra Mundial, el estado de bienestar y el arte de viajar mediante— miles de compatriotas suyos descubrieron Canarias. Entre medias, entre el punto que trazó la visita de la novelista y la llegada del turismo de masas con bandera británica, el Puerto de la Cruz tuvo la fortuna de contar durante décadas con la presencia de Celestino Cobiella Zaera, un médico que, en cierta medida, tenía un aire al enigmático señor Quin: era un catalizador en la resolución de problemas.
Consulta en la calle Blanco
Cobiella Zaera atendía a sus pacientes en la planta baja de su hogar, ubicado en la calle Blanco. Su consulta estaba equipada con un despacho, una sala de reconocimiento y curas, un aparato de rayos X, una mesa para terapias de onda corta y un revelador de placas.
Allí, desde temprana edad, a veces contaba con la ayuda de sus seis hijos. Siempre destacó por su trato humano hacia los pacientes, a los que siempre trataba aunque muchos no pudieran costearse sus servicios. Su implicación era tal que cuando tenía que salir de casa, se aseguraba de informar a la única centralita telefónica de Puerto de la Cruz sobre su ubicación exacta, ya fuera en un restaurante, un hotel o en la casa de algún amigo, para poder ser localizado en caso de emergencia.
Cobiella Zaera ejercía la medicina en una zona, el Puerto de la Cruz y el Valle de La Orotova, donde apenas había otros profesionales de la salud, con el hospital más cercano a casi treinta kilómetros de distancia, lo que significaba un viaje de más de una hora y media en aquellas carreteras.
De la necesidad, virtud
La lejanía de la capital, la escasez de ambulancias y la falta de traductores, que todas por separado podían parecer una desventaja, se convirtieron en conjunto en una oportunidad. El boom turístico provocó que más pacientes —entre viajeros y peones de la construcción de los hoteles— acudieran a la consulta del médico del pueblo que, ante el aumento de la demanda, sacó el emprendedor que llevaba dentro, se convirtió en empresario y en 1969 abrió la primera clínica privada de Canarias: Hospiten Bellevue.
En esa aventura, sin embrago, Celestino Cobiella no se lanzó en solitario: reclutó a su hijo mayor, Pedro Luis Cobiella Suárez (La Orotava; 29 de diciembre de 1936). Tras emigrar a Madrid en los años 50 para estudiar Medicina y Cirugía por la Universidad Complutense, obtener la especialización en el área de Ginecología y Obstetricia y diplomarse en Medicina de Empresa, el padre pidió que regresara a Canarias para unirse al proyecto empresarial que estaba a punto de arrancar. Aceptó, dejó su trabajo como ginecólogo en Madrid y hoy, 55 años después, aquel pequeño hospital que se levantó en el Puerto de la Cruz para hacer frente a una necesidad se ha convertido en un imperio.
Crecimiento
Pedro Luis Cobiella, hoy presidente de honor del Grupo Hospiten, ha sido una figura clave en la consolidación y expansión de uno de los conglomerados hospitalarios más destacados del ámbito hispano, conocido por su enfoque innovador y compromiso con la excelencia médica.
A finales de la década de 1970, asumió la dirección de la clínica y, bajo su liderazgo, la empresa comenzó su expansión. La construcción de nuevas instalaciones se hizo necesaria para cubrir la demanda creciente de una isla que, debido al auge del turismo, empezó a recibir más pacientes internacionales.
Segunda clínica
En 1980 se inauguró la Clínica Tamaragua en Puerto de la Cruz, un segundo centro hospitalario que reflejaba su visión de crear una red de clínicas capaces de brindar atención sanitaria de alta calidad tanto a residentes como a turistas. Con la apertura de este segundo hospital, el grupo comenzó a consolidar su identidad y su nombre. Fue en esta época cuando Pedro Luis decidió registrar la marca Hospiten, que reflejaba una aspiración de distintivo sólido, reconocible y alineado con su misión de servicio y calidad.
Durante los años 80 y 90, Hospiten creció en Canarias —en 1995 se inauguró Hospiten Rambla en Santa Cruz de Tenerife— y, posteriormente, en la Península. La estrategia de desarrollo no solo consistió en expandirse, sino también en modernizar sus instalaciones y en profesionalizar la gestión hospitalaria, adaptándose así a los estándares internacionales.
Caribe
En la década de los 90, el grupo se alió con Mercapital, una firma de capital riesgo que adquirió el 36% de la firma, lo que permitió financiar nuevas expansiones y adoptar un modelo de gestión centralizada. Fue un punto de inflexión que le permitió a Pedro Luis Cobiella llevar a Hospiten a un nuevo nivel de operatividad, trazando un plan estratégico ambicioso y dando inicio a su expansión fuera de España.
En 2000, el Grupo Hospiten dio su primer gran salto internacional con la apertura de un hospital en Playa Bávaro (República Dominicana), siendo este el primer centro del grupo fuera de las fronteras españolas. Este proyecto fue posible gracias al respaldo del Banco Mundial y su filial, la Corporación Financiera Internacional (IFC), que confiaron en la calidad y potencial de crecimiento de Hospiten en el continente americano.
Apoyo del Banco Mundial
Esta alianza marcó un hito en la historia del grupo, dando pie a una serie de aperturas de centros en Latinoamérica, especialmente en destinos turísticos de gran afluencia, como Cancún y Riviera Maya en México, donde la compañía estableció hospitales de vanguardia que atendían tanto a residentes como a turistas. Desde entonces, el Banco Mundial ha respaldado todos los proyectos de Hospiten en América Latina, lo que ha permitido al grupo consolidarse en la región como un referente en servicios médicos privados.
El grupo ha continuado su expansión bajo la dirección de Pedro Luis Cobiella, extendiéndose también a Jamaica y Panamá, mientras mantiene un enfoque continuo en la mejora de los servicios y la formación profesional de su equipo. En este proceso ha defendido siempre que la calidad humana es esencial en la práctica médica.
Una misión que cumplir
Inspirado por las enseñanzas de su padre, quien solía decir que “el paciente perdona un error, pero nunca que lo abandones o lo maltrates”, ha impulsado un modelo de atención que prioriza la dignidad y el respeto hacia el paciente. Esta filosofía se ha vuelto parte integral de la cultura organizacional de Hospiten, donde el trato al paciente es tan importante como la excelencia técnica y el uso de tecnología de punta.
Hoy en día, Hospiten cuenta con más de 20 hospitales en cuatro países y alrededor de 3.000 profesionales, que brindan atención a más de un millón de pacientes anualmente. Además, ha establecido alianzas estratégicas con cadenas hoteleras internacionales y ha implementado prácticas de responsabilidad social en cada región donde opera, contribuyendo al desarrollo de las comunidades locales.
Pedro Luis Cobiella, como le dijo el enigmático señor Quin al señor Satterthwaite en lo alto del acantilado de La Paz, "tenía una misión que cumplir": hacer grande a Hospiten. Su padre Celestino lo sabía bien.