DinoSol Supermercados tiene 13 empleados que sólo se dedican a una tarea: revisar a diario todos los precios de la competencia. No se queda nada atrás. Chequean el importe de cada producto que se vende en el Archipiélago a través de las tiendas de Carrefour, Lidl, Aldi, Mercadona, Spar, Altesa o Spar. Así, cada tarde, en el sistema informático de la distribuidora de alimentación bajo la que se agrupan las enseñas HiperDino, SuperDino, Hiperdino Express y DinoShop, analiza el valor de unos 2.000 artículos y permite a la empresa ajustar sus precios para poder cumplir con un lema que se ha convertido en su enseña: HiperDino, los mejores precios de Canarias.
Este detalle ilustra en buena medida como una pequeña tienda de aceite y vinagre, inaugurada en 1947 en la calle Pio Coronado de Schamann, se ha convertido en un emporio: 244 supermercados, cinco hoteles —repartidos en Gran Canaria, Tenerife, Lanzarote y Fuerteventura—, tres centros comerciales —Las Arenas, Alisios y El Campanario—, 9.500 empleados —más que cualquier otra empresa privada en Canarias—, una cuota del 27 % del mercado, un laboratorio de innovación o una proyección de casi 1.400 millones de euros en ventas durante 2023. Todo eso es el Grupo HD, la compañía que lideran, desde 1972, José Abraham y Andrés Domínguez, dos hermanos que se prodigan poco bajo los focos de la popularidad, que racionan al máximo sus apariciones en los medios y que, por encima de crisis, sobresaltos o dificultades, siempre ven oportunidades.
Último consejo; primer acierto
Un ejemplo de ese buen juicio para hacer prosperar un negocio data de 1972. Justo antes de morir, Abraham Domínguez —padre de ambos y fundador junto a su mujer, Esperanza Santana, de la pequeña tienda que se convirtió en la raíz de la compañía— advirtió a su hijo mayor —José Abraham, que entonces tenía 23 años— que no fiara las compras a los vecinos del barrio. El sucesor fue obediente: perdonó todas las deudas a los clientes a cambio de que, a partir de ese momento, pagaran al contado. La jugada fue maestra: se garantizó la continuidad de los compradores habituales y se aseguró el crecimiento del establecimiento sin tensiones de tesorería.
Apenas siete años después, en un contexto en el que la crisis del petróleo de 1979 condicionaba los bolsillos de todas las familias grancanarias, la pequeña tienda de aceite y vinagre que habían sacado adelante sus padres había mutado en el Supermercado Hermanos Domínguez. El local, de apenas 900 metros, se convirtió en punto de peregrinación para miles de personas que, desde cualquier punto de Las Palmas de Gran Canaria, se trasladaban a Schamann para empezar a descubrir una idea —los mejores precios de Canarias— que ha acompañado a varias generaciones durante los últimos 40 años. Las colas, entonces, daban la vuelta a la manzana y para controlar el acceso y evitar aglomeraciones, tuvieron que contratar un servicio de seguridad privada que regulaba el orden de entrada al establecimiento: salían diez compradores; entraban diez clientes.
Miller Bajo y Las Arenas
El siguiente movimiento, con la clientela cautivada por los precios y la calidad del servicio, fue natural: el primer HiperDino, un local de 3.000 metros cuadrados, fue inaugurado en Miller Bajo en 1985. La recompensa para José Abraham y Andrés, que durante años eran los últimos en salir del supermercado de la calle Pío Coronado —sobre la medianoche— para luego estar en marcha a las cuatro de la mañana en busca de los mejores productos, fue inmediata. El negocio generó amplios márgenes de beneficios. Ni siquiera la liberalización del mercado de distribución alimentaria, que en los años 90 se llevó por delante a otras empresas de las Islas como Cruz Mayor con la llegada de gigantes europeos como Continente —ahora Carrefour— o Alcampo, frenó los planes de expansión de los hermanos Domínguez.
En 1991, en la antesala de otra crisis económica mundial, se embarcaron en un proyecto que, a la larga, se ha convertido en uno de los buques insignia del Grupo HD: el Centro Comercial Las Arenas. Dos años después, tras culminarse su construcción, su impacto en la ciudad fue de consideración: se convirtió en una pieza más, junto al Auditorio Alfredo Kraus, la nueva salida hacia el norte a través de los túneles de Julio Luengo y la ampliación del Paseo de Las Canteras para la transformación del barrio de Guanarteme. Hoy, Las Arenas es uno de los centros comerciales más rentables de las Islas y uno de los más visitados de España.
UD Las Palmas y recompra
Las Arenas marcó, junto a la incorporación a la compañía del economista Javier Puga —hoy consejero delegado del grupo— el punto de inicio de la expansión y reconversión del grupo en algo más que una distribuidora de alimentación: en 1996 los hermanos Domínguez vendieron DinoSol a Vista Capital —una filial de capital riesgo del Banco de Santander— y saltaron a otros sectores para dejar atrás los supermercados. Se metieron de lleno en la principal industria de Canarias, el turismo, e incluso probaron con el fútbol al formar parte —junto a Germán Suárez. Eustasio López y Ángel Luis Tadeo—de Gerencia Deportiva, una alianza empresarial que adquirió el 100% de las acciones de la Unión Deportiva Las Palmas. Pronto descubrieron, en el palco del Estadio Insular y en las reuniones del consejo de administración del club, que la lógica empresarial no tenía encaje en la burbuja del fútbol y, antes de asumir responsabilidades en su gestión o que el propio Suárez advirtiera sobre lo que había —o no había, más bien— “en el fondo del caldero” de la entidad amarilla, abandonaron la entidad amarilla.
En 2012, pocos meses después del fallecimiento de su madre y descontentos con el rumbo que había tomado DinoSol Supermercados en manos de diferentes propietarios, trazaron un inesperado movimiento: compraron la empresa que 16 años antes habían vendido tras llegar a un acuerdo con los 24 bancos que entonces ejercían como propietarios de la cadena —por 20 millones de euros—. Con el regreso de los Hermanos Domínguez la compañía ha duplicado su cuota de mercado —del 13 al 27%— y, sobre todo, ha recuperado su sello, el mismo que ellos —junto a su hermana Obdulia— adquirieron y heredaron en aquella pequeña tienda de aceite y vinagre en la que sus padres Abraham y Esperanza tenían de todo: cabras que daban leche, gallinas que ponían huevos, petróleo, algodón, todos los productos que daba la tierra en sus terrenos de Teror y, sobre todo, buen trato y servicio al cliente.