Una vez consumada la liquidación de JSP, la mayor industria láctea de Canarias, este próximo viernes se procederá a la entrega del acta que confirma el Expediente de Regulación de Empleo (ERE) para los 140 empleados que aun forman parte, oficialmente, de la empresa. Solo cuatro quedarán en plantilla con unas funciones específicas de mantenimiento y administración para dar por finiquitado el cierre total de la empresa.
Así lo confirma a Atlántico Hoy Ismael Trujillo, representante sindical de los trabajadores, quien explica que, "si no me equivoco”, en la actualidad son solo 17 los que están trabajando mientras que el resto están en afectados por un ERTE.
“Están preparando el acta y nos lo harán llegar a la mayor brevedad posible porque al final si no cobramos por un lado tendremos que cobrar por otro [el Fogasa, Fondo de Garantía Salarial]. Si todo está bien firmaremos el acta para que lo presenten en los juzgados” a la espera de lo que tarde en aprobarse, cuya confirmación Trujillo calcula que se demore un mes.
“Cuando no pasen los datos lo estudiaré porque en ella viene también la liquidación del ERE de los compañeros. Habrá que echarle un vistazo para saber si está todo bien. Si lo hacemos rápido el viernes lo firmamos y se lo haremos llegar al abogado para que lo tramite a la mayor brevedad posible. Si no, a más tardar, el lunes”.
Tres meses para liquidar
Asegura el representante de los trabajadores que estos cuatro empleados estarán trabajando tres meses más, “el periodo que está establecido por ley para llevar a cabo la liquidación de la empresa. Cuando se firme el ERE nos darán la fecha de extinción”.
Su voz expresa el sentir de los trabajadores, que manifiestan tener “esperanzas hasta el último momento”, aludiendo a una posible mas improbable intervención del Gobierno de Canarias. “Han sido 18 meses en los que no ha pasado nada, no parece que ahora vaya a pasar”.
Este medio se ha puesto en contacto con la Consejería de Empleo dirigida por Elena Máñez, que no han respondido a las preguntas de Atlántico Hoy y nos ha remitido a la Consejería de Industria que lidera Yaiza Castilla -que a su vez nos envía de nuevo al departamento de Máñez- y ha querido manifestar su pena por la perdida “de una de las industrias más importantes de Canarias”.
Informado sobre esto el entrevistado recuerda indignado cómo se ha ayudado a otras empresas como a la controvertida aviadora Plus ultra o a Nissan en Barcelona. “Como empresa estratégica se podría invertir y no dejarla caer. Poner a alguien a cargo de la empresa e inyectar unos millones que no son a fondo perdido sino con créditos participativos a recuperar en 10 o 15 años. Hace poco más de 10 años esta empresa facturaba unos 120 millones”.
La familia Sánchez
Afirma Trujillo que “gran parte de la culpa la tiene la familia Sánchez -dueños de JSP-, porque han venido varios fondos de inversión, pero aquí no entraba nadie que no fuese Hiperion (fondo de inversión asturiano)”, que, según se ha dicho por parte de los trabajadores desde el comienzo del proceso, era el fondo por el que había apostado decididamente la familia propietaria.
Atribuye el entrevistado la situación actual a la “mala administración” por parte de los dueños y “no distribuir bien el dinero”, sobre todo a partir del momento en el que don José, tal y como era reverenciado el fundador de la empresa recientemente fallecido, comenzó a delegar funciones en sus descendientes.
“La primera empezó a despedir trabajadores, a traerse amigas a trabajar a la oficina… La segunda intentó mantenerlo a flote pero no tenían ni idea de cómo gestionar con una empresa. A don José le engañaron, le dijeron que iban a traer a KPMG para reflotarlo y se llevaron hasta el lápiz. En dos años, cuando vieron que no había nada más, dijeron: ‘Vamos a arrancar de aquí’. Así fue, tal y como te lo cuento”, asegura el representante de los trabajadores.
Dejarla caer…
Cuestionado por la posibilidad de que haya habido una intención deliberada de dejar caer la empresa para comprarla a precio reducido sin hacerse cargo de los 70 millones de deuda que arrastra la compañía, Trujillo cree que es “posible”, pero a expensas de que cualquier otro pueda venir, hacer una mejor oferta y quedarse con ella. “Aquí se la están jugando un poco cuando han tenido tiempo de buscar otra salida. Si esta era la intención y al final se la quedan le habrá salido genial la jugada, y habrán echado a la calle a 500 trabajadores”.
Respecto a la oferta de la ex trabajadora de JSP que hizo una oferta de siete millones que no fructificó por no presentar el aval en tiempo y forma, Ismael desconfío al estudiar cuando se fundó la empresa, su dirección social -en Madrid-, “que en Google era solo una parcela”, pero reconoce que la vio “estupendamente” pues contaba con más de 80 trabajadores y uns bolsa de trabajo que se vaciaría rápido, a su entender, “porque esta industria, desde que se reactive, en tres o cuatro meses está dando beneficios. Es una marca que no necesita presentación, no tienes que hacer campañas, todo el mundo conoce Millac o Celgán. Se venden solos”.
Además, sabe de buena tinta que dicha ex trabajadora “no terminó muy bien con la familia Sánchez”.
La empresa
Ismael recuerda sus 12 años encargado de llevar los pedidos para los supermercados en una empresa pionera en Canarias en la introducción de la leche en polvo (llegada de Irlanda) y también a nivel empresarial por las facilidades que proporcionaba a los trabajadores. Fue la primera en habilitar una guardería para los hijos de los empleados.
“Lo primero que se miraba eran los empleados. Llegabas por la mañana, dejabas al niño en la guardería y ahí se encargaban de todo hasta que terminaras tu jornada. Comían los mejores potajes, los mejores yogures y la mejor leche…Todo gratis. Había piscinas, canchas de futbol y de baloncesto… Llegaba la hora de salida y te ibas con tu hijo comido y merendado. Yo se lo contaba a mis amigos y no se lo podían creer”, asegura.
En el caso de los trabajadores, la situación era igual de satisfactoria. “En ese sentido nunca hubo ninguna queja. Ahí comíamos todos lo mismo -por unos dos euros al día, los niños gratis-, igual que don José, que muchas veces comía con los trabajadores. No había distinciones. Yo pagaba un euro u medio o dos por un primero, un segundo y un postre. A los niños no se les cobraba”.
Rememora que “se trabajaba muy bien” pese a que había días duros y otros mas suaves, pero ayudaba que hubiese un buen grupo de trabajadores. “No tengo ninguna queja en este sentido”.