Las bodegas El Grifo, ubicadas en la isla de Lanzarote, son una de las diez más antiguas de Canarias y España. El próximo año celebra su 250 aniversario, más de dos siglos que engloban el pasado, presente y futuro del sector vinícola de la isla conejera e, incluso, del Archipiélago en su totalidad, caracterizados por la tradición y la innovación.
En todos estos años de historia, la bodega ha pasado por tres familias y sobrevivido a tiempos difíciles, especialmente en una tierra tan especial y seca como Lanzarote. Juan José Otamendi, propietario de la bodega junto a su hermano Fermín, cuenta que la longevidad que caracteriza a El Grifo es una “casualidad” más que un mérito propio. “El mérito ha sido no cerrar”, comenta bromeando.
El comienzo
Todo comenzó en 1.775, tras las erupciones volcánicas de 1730-1736, cuando se volvió posible cultivar viñas en la isla, que por aquel entonces “era de las únicas islas que no producía vino”. “La primera familia empezó toda la historia de las bodegas”, señala Otamendi, añadiendo que estas tierras cubiertas de ceniza volcánica permitieron que el agua se conservara en la tierra, haciendo del cultivo de la vid una realidad en Lanzarote.
El Grifo ha vivido de la mano de la isla conejera sus inclemencias del clima y la falta de agua, así como el cambiante contexto agrícola y turístico. Otamendi relata que Lanzarote, con su economía transformada por el turismo a partir de los años setenta, dejó de depender de la agricultura, y muchas explotaciones agrícolas se abandonaron.
Sin embargo, la viticultura se ha mantenido en pie, gracias a las condiciones únicas de La Geria, una zona de cultivo donde la arena volcánica dificulta el crecimiento de otros cultivos, consolidando a la viña como la única opción viable y contribuyendo, al final, a que “el vino sea especial”.
Adaptarse o morir
Para Otamendi, la clave ha sido adaptarse y buscar nuevas formas de mantener a El Grifo a flote: “Si no nos hubiéramos adaptado, hubiéramos desaparecido”. En este sentido, la innovación y la investigación para afrontar aspectos como el cambio climático son parte importante de su historia y “una apuesta por el futuro”.
Desde hace cuatro años, se han embarcado en un proyecto experimental que han denominado vendimia de invierno. El dueño de las bodegas explica que, tradicionalmente, la vendimia se realiza en julio o agosto, pero han hecho una prueba en diversas parcelas adelantando la poda a septiembre para cosechar en los meses fríos de invierno, evitando así los picos de calor de verano. Aunque la técnica aún está en desarrollo, si prospera, podría ofrecer una alternativa sostenible para la viña y asegurar su futuro en Lanzarote, expone Otamendi.
El enoturismo
El interés turístico que evoca El Grifo es otra parte importante de su desarrollo. Aunque Lanzarote es más conocida por su turismo de sol y playa, para Otamendi es vital diversificar el turismo y optar por una mayor calidad que atraiga a visitantes interesados en su cultura y gastronomía.
Conscientes del atractivo cultural del vino, la bodega ha apostado por diversificar sus actividades turísticas, enfocándose en el enoturismo como una forma de dar a conocer la historia y el paisaje únicos de Lanzarote, como es el caso de las visitas guiadas y el museo.
Ahora El Grifo suma a sus instalaciones el Hotel Rural Caserío de Mozaga para enfocarse así en la idea que defiende Otamendi de poner el foco en la calidad más que en la cantidad, lo que podría aliviar la saturación en las áreas de turismo de sol y playa, y atraer a turistas más conscientes y con mayor poder adquisitivo.
La sequía
La sostenibilidad es otro de los pilares de El Grifo. La bodega está certificada ecológicamente y, aunque no todo su vino cumple aún con los estándares orgánicos, es algo que aspiran a alcanzar en el futuro.
La gestión del agua sigue siendo un desafío en una isla donde la sequía es constante y gran parte de la infraestructura hídrica es ineficiente, con problemas graves de pérdida de agua por fugas en las tuberías. La escasez es tal que, durante la vendimia, las bodegas deben recurrir a cisternas para llenar los aljibes, un problema que Otamendi lamenta, y que espera que el Cabildo de Lanzarote aborde en el futuro.
Retos del sector
Más allá del agua, el propietario de la bodega expone que el sector del vino en Lanzarote enfrenta numerosos desafíos: la competencia de otras bebidas, los altos costos de producción y la dificultad para mantener la viña como una actividad económicamente viable.
“El rendimiento por hectárea es bajo, con un promedio de entre 1,000 y 2,000 kilos por año, y el precio de la uva es significativamente más alto que en la Península, alcanzando los 3,50 euros por kilo”, explica. Esto hace que los vinos de Lanzarote sean más caros.
A pesar de ello, Otamendi subraya que el valor de estos viñedos no reside solo en su producción, sino en el paisaje que preservan y la cultura que representan. “Ambientalmente no tiene precio porque vale más el paisaje de La Geria que lo que se produce”, asegura.
Denominación de origen
De cara al futuro, Otamendi piensa no solo a nivel insular, sino a nivel autonómico en lo que respecta a posicionar el vino canario en el mercado internacional. El vinícola se muestra crítico con la fragmentación de las denominaciones de origen en Canarias, que actualmente cuenta con once.
A su juicio, sería mucho más efectivo unificar las denominaciones bajo un paraguas común, como “Islas Canarias”, para posicionar mejor los vinos canarios en el mercado internacional, manteniendo la especificidad de cada isla. La unificación, según Otamendi, permitiría una estrategia de marketing más cohesiva y elevaría el perfil del vino canario en el exterior, poniendo de ejemplo a La Rioja o Castilla-La Mancha.
Ojo en el futuro
A pesar de las dificultades y todas las posibilidades que quedan por descubrir y plantear, Otamendi mira al futuro con optimismo, confiando en que la bodega pueda seguir adaptándose y contribuyendo a la identidad vinícola de Lanzarote. Con la perseverancia y la innovación como bandera, El Grifo se mantiene como un símbolo de la resistencia y el ingenio de la isla, demostrando que la tradición puede ser compatible con la sostenibilidad y la modernidad.