El estreno de Antonio y Villar

Luis Padilla nos habla este jueves del fichaje de Villar y Antonio, dos de los grandes jugadores de las historia del CD Tenerife.

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El 28 de diciembre de 1947, el Tenerife era el último clasificado del Campeonato Regional de Tenerife por detrás de Hespérides, Norte, Real Unión, Price e Iberia, tras sumar un punto en cuatro jornadas. Y ese día había caído derrotado (3-0) en La Laguna en su visita al Real Hespérides. Con estos datos es difícil entender por qué se ha elegido este encuentro para integrar estos relatos de más de un siglo de historia blanquiazul. La razón es que ese domingo debutaron en el conjunto blanquiazul Santiago Villar González (Tenerife, 1928) y Antonio Pedrero Rodríguez (1930-2007), dos mitos blanquiazules en la década de los cincuenta.

Antonio y Villar fueron vitales en el acceso del conjunto blanquiazul a las categorías nacionales y están en el once [Cuco; Chicho, Isidoro, Perla; Villar, Servando; Óscar, Julito, Antonio, Méndez y Paquillo] que eliminó al Orihuela y los niños de la época aprendieron de carrerilla. Además tuvieron vidas paralelas: coincidieron en su marcha al Atlético de Madrid, donde tuvieron una trayectoria breve por culpa de una lesión en caso del delantero y de un desacuerdo económico en lo que respecta a Villar. Aunque este último prolongó unos años más su carrera y disfrutó del ascenso del Tenerife a Primera División y de su efímero paso por la élite.

Pero todo empezó aquel domingo en La Manzanilla, pese a la abultada derrota, cuando el Tenerife formó con: Manolito; Medina, Isidoro, Basilio; Villar, Mora; Gaspar, Abelardo Molowny, Antonio, Arbelo y López. Tres goles de Florencio dieron el triunfo al Hespérides, que aprovechó la lesión de Medina en los minutos iniciales de la segunda mitad para jugar en superioridad numérica en un tiempo en el que sólo se permitía la sustitución del portero. Un mes después, el Tenerife venció (5-1) al Norte con un 'hat trick' de Antonio, que durante ocho temporadas, tres de ellas ya en el ámbito nacional, tuvo el honor de ser el máximo goleador liguero de los blanquiazules.

Ya en la última jornada, dos goles del ariete, que aún no había cumplido los veinte años, propiciaban el triunfo (4-2) ante el Iberia y evitaban que los blanquiazules fueran últimos en aquel campeonato insular y se vieran obligados así a jugar una promoción de permanencia ante el Laurel. A partir de ahí, para el Tenerife de Antonio y Villar empezó una nueva etapa. Aún tardó en ganarse la supremacía insular, pero en julio de 1948, sólo siete meses después de su debut, ambos llevaban al equipo blanquiazul a ganar un torneo local jugado a una sola vuelta al imponerse (2-1) al Hespérides en el decisivo partido jugado en el Stadium.

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Antonio y Villar.

El empate valía a los laguneros, que se adelantaron con un gol de Pedrín en la primera parte. Pero el Tenerife empató en la reanudación por medio de Gaspar y, en los últimos minutos, un centro de Villar lo remató Antonio para establecer el 2-1 definitivo y lograr ambos su primer éxito como blanquiazules. No sería el último. Y es que Antonio y Villar forman parte de la historia blanquiazul. Debutaron sin hacer ruido una fría tarde de domingo en La Manzanilla. Nadie supo entonces que ese día el Tenerife empezaba a ser un poco más grande.