Fran Belín

Opinión

Restaurantes pequeños, medianos, grandes, y viceversa

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Quizá quede como la foto fija de acontecimientos inverosímiles producidos por este virus pertinaz que, entre vidas humanas y la ‘normal’ actividad económica humana, desarboló a los sectores del turismo-restauración-sector primario que, a las primeras de cambio, ya habían perdido miles de millones por el sumidero.

No pretendo realizar aquí recordatorio de etapas dolorosas, principalmente para los que perdieron a alguien querido-a, pero sí extraer alguna que otra esquirla de no pocos argumentos vacuos de “salvapatrias” exacerbados exigiendo la defensa de terrazas, bares y restaurantes. Solidarizarnos y arrimar entre todos el hombro para recuperar el pulso de la economía –estos sectores entre otros muchos– es lo mínimo como individuos de la sociedad en la que estamos insertados, pero no derrochando gestos que encubren sesgos de protagonismo personal más que de voluntad colectiva.

Es que con las aperturas de establecimientos se van mezclando, como resulta lógico, aquellas incertidumbres del confinamiento y estas de la curiosamente denominada ‘nueva’ normalidad. Con ello, merman las posibilidades de reordenar un “libro en blanco” del cambio en algunas situaciones –burbujas gastronómicas por ejemplo– que no llevaban camino hacia el sentido común.

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Me encantó un artículo de Toni Massanés, director de la Fundación Alicia, dedicado a los establecimientos pequeños. Lo importantes que resultan en toda España para el tejido empresarial y, más aún, el de las relaciones sociales en pueblos y barrios. A la vez me vienen a la mente personas, cocineros-as, amigos-as de la sala, bodegueras-os… Mil y un conceptos de restauración, ilusiones del día a día, disgustos y la capacidad imaginativa de cómo superarlos tras las barras…

En esa imagen, como simple botón de muestra, sobrevienen Fran y Suso, cocineros que en su pequeño local de Santa Cruz aparecen con piezas recién pescadas en El Pris, o camarones reventones que luego se van a apurar con una jarra helada de cerveza o un vinito canario; no más de 6-7 mesas del pequeño bar con diminuta cocina de donde parten propuestas personales de buena cocina. Por cierto, inmaculadamente uniformados y con sus gorros reglamentarios.

Fran y Suso no han podido abrir porque no les salían ni las cuentas, ni los detalles de organización y menos aún la seguridad de contar con lo que habitualmente le brindan sus proveedores… Pero lo han hecho esta semana como lo están procurando –con esfuerzo que ni imaginamos– pequeños, medianos y grandes locales. 

Todos a una. Respaldémonos –sin olvidar a todos-todos los sectores sin excepción– y sin necesidad de aspavientos de algunos, como dije, exacerbados “salvapatrias” de la restauración.