Miles de canarias y canarios saldrán este sábado, 20 de abril, a la calle en las ocho islas para levantar la voz y decir que están hartos. El modelo turístico es la excusa, pero detrás de estas manifestaciones, movilizaciones y protestas hay mucho más. Es verdad que algunos pretenden aprovechar el momento para intentar recuperar lo que perdieron en las últimas elecciones locales, pero eso —al igual que huelgas de hambre convertidas en chantaje o los escraches frente ala casa de Fernando Clavijo— no debería desenfocar el tiro.
Lo cierto es que parte de la sociedad canaria ha perdido la esperanza de que su vida cambie para mejor. Y esa es una realidad terrible. Basta con mirar los datos en listas de espera en Sanidad, Dependencia, las cifras del paro, la dificultad para acceder a una vivienda, la huida de talento o lo que nos cuenta de nuestra Educación cada Informe Pisa. Las manifestaciones de hoy, se supone, piden un cambio del modelo turístico.
En un contexto así, lo que necesita Canarias es una clase política con altura de miras, que sea capaz de hacer autocrítica —estas manifestaciones no son contra el gobierno actual; ponen frente al espejo a todos los que han pasado por el Ejecutivo— y que deje a un lado las ideologías y sea capaz de alcanzar grandes acuerdos en materias como la sanidad, la educación, la vivienda, los derechos sociales o el acceso a servicios básicos como el agua o la luz.