Alberto (nombre ficticio) ronda los 20 años. Habla con desparpajo, como si la vida fuera un plato que hay que devorar a toda prisa. Hace unos meses, casi sin experiencia laboral, se plantó en Fuerteventura en busca de trabajo. Un familiar le había comentado que era tierra de oportunidades. Allí se plantó y en pocos días comprobó que era cierto: recibió tres ofertas para ejercer como camarero en tres hoteles diferentes. Eligió el sueldo más alto: 1.600 euros al mes para ejercer en un complejo situado en Morro Jable. Se las prometía feliz, pero la realidad, sin embargo, le puso frente a una realidad enrevesada: el precio de la vivienda —como en otras zonas turísticas de Canarias— se convirtió en un gasto imposible de asumir en solitario, por lo que de pronto se vio viviendo de okupa con otros asalariados de la zona. La aventura duró poco: los propietarios de la casa, al enterarse de tener inquilinos inesperadamente, cortaron agua y luz. Alberto, sin más opciones, dejó su puesto de trabajo y regresó a Gran Canaria.
Una visita rápida a Idealista corrobora que encontrar una casa de alquiler en Morro Jable es una misión complicada. Por ejemplo, hasta este domingo, la oferta en la localidad del sureste majorero se limitaba a dos pisos. Uno y dos. No hay más. El precio de uno de los inmuebles alcanzaba los 1.300 euros mensuales y el otro se situaba en 750 euros —pero con un contrato limitado a la temporada que va de septiembre a junio—. Si la búsqueda se amplía a todo el municipio, el abanico de opciones sólo suma 11 viviendas más. De ese número, por siete de las moradas en situación de arrendamiento sus propietarios piden cuotas mensuales superiores a los mil euros —2.500, 1.800 (en dos casos), 1.400, 1.300, 1.190 y 1.100—. Por las otras cuatro, ubicadas en Costa Calma (dos), Tarajal de Sancho y Pájara —a varios kilómetros del hotel donde trabajaba Alberto, que no disponía de automóvil—, los importes solicitados son de 750, 700, 600 y 550 euros.
Se multiplica por 352,5 la oferta
La oferta en Morro Jable se multiplica por 352,5 —en comparación con el alquiler de larga duración— si uno busca en Airbnb un lugar donde pasar una semana. Los precios, por noche, rondan entre los 55 y los 220 euros. En la localidad majorera, según la web de referencia dentro del negocio, hay 705 casas en alquiler vacacional; si la búsqueda se amplía a todo el municipio, el número supera las mil viviendas. La rentabilidad, por tanto, regula el mercado a falta de que el Gobierno de Canarias apruebe la Ley de Ordenación del Uso Turístico de Viviendas —el objetivo es sacarla adelante antes del 30 de junio— para que los ayuntamientos de las Islas dispongan de un reglamento para regular por manzanas, barrios o distritos el parque de inmuebles en alquiler.
El de Alberto no es un caso aislado. A lo largo de los últimos años, un buen número de trabajadores —funcionarios o profesionales— han renunciado a sus empleos en el sur de Furteventura por la imposibilidad de acceder a una vivienda a un precio asequible. El problema, que parecía un asunto lejano —vinculado a la temporada de verano en destinos como Ibiza—, ya es una realidad en Canarias. La dificultad para encontrar una casa en alquiler de larga duración cerca del puesto de trabajo provoca, además, otros contratiempos que derivan en el mismo final: la renuncia laboral. Asalariados que encuentran empleo en lugares como Morro Jable o Costa Calma acaban residiendo en Gran Tarajal, Antigua o Puerto del Rosario, una elección que les obliga a cubrir diariamente grandes distancias en coche y que en muchos casos provoca que al final también renuncien a sus trabajos.
16% de paro
"Sin vivienda no hay futuro", lamentan empresarios vinculados al sector de la hostelería. En la isla majorera, en promedios totales, en diciembre había 21 viviendas de alquiler vacacional por cada 100 habitantes y si se reduce la búsqueda, por ejemplo en El Cotillo, en el municipio de La Oliva, hay más plazas en viviendas vacacionales que población censada. Pero el problema no se circunscribe sólo al sur de Fuerteventura. En Playa Blanca, una zona de Lanzarote tensionada en materia de vivienda, a principios de este mes un hotel recién inaugurado ofreció a sus empleados un incentivo de 500 euros si lograban que alguno de sus amigos se unía al equipo ante la dificultad de encontrar personal.
Los obstáculos con los que se topa la patronal de la hostelería para reclutar trabajadores chocan con el número de desemplados en el Archipiélago. La cifra total ronda los 195.000 habitantes, un 16% de la población activa. Si los números se limitan al sector, la suma de parados roza los 25.000. Para explicar esa paradoja, los empresarios van más allá de la dificultad para acceder a una vivienda en zona turística: pese a que en la mayoría de los casos no se exige un nivel de cualificación excesivamente elevado, la falta de formación de muchos canarios —sobre todo en idiomas— les expulsa del mercado laboral de forma automática.
A estos factores, además, se le suman otras circunstancias como las compromisos por temporadas, la baja productividad o el nivel de absentismo laboral que, entre todoas, generan una tormenta perfecta en el sector.