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Economía

Las dificultades para crear una microempresa en Canarias: "No tuve nada de beneficios"

Héctor Calderín es un empresario que allá por 2018 decidió invertir en una fábrica de cerveza artesanal. Le compró la fábrica a un buen amigo, la traspasó a un local que aún conserva en el barrio de Guanarteme y se puso manos a la obra

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A la izquierda, una persona cierra la puerta de un negocio; a la derecha, imagen de las cervezas Mawa / MONTAJE AH

La ilusión mueve montañas. Las ganas de crear productos nuevos que puedan aportar un valor añadido y apostar por la cercanía lleva a que muchas personas decidan embarcarse en la hazaña de emprender, aunque a veces los factores externos como la competencia de un mercado más grande, no juegan a favor. Es el caso de Héctor Calderín, un empresario que allá por 2018 —cuando el mundo no tenía ni las heridas ni las cicatrices que dejó la pandemia— decidió invertir en una fábrica de cerveza artesanal. Le compró la fábrica a un buen amigo, la traspasó a un local que aún conserva en el barrio de Guanarteme (Las Palmas de Gran Canaria), bautizó la marca como Mawa, contrató a dos personas y se puso manos a la obra.

Cuando había pasado un año y medio se vio en la obligación de parar la producción porque se dio cuenta de que el negocio no era rentable. “De esta aventura no tuve nada de beneficios. Aunque lo intentamos con todas nuestras fuerzas perdí dinero”, recuerda Calderín en una entrevista concedida a Atlántico Hoy. Él se dedica al sector de la asesoría laboral, aunque siempre le gusta empezar algún proyecto como buen emprendedor. Admite que lo hizo más “por amor al arte” que para enriquecerse, pero tampoco entraba en sus planes tener pérdidas.

"Es una jungla"

Nos dimos cuenta de la realidad que hay en Canarias. Que la industria aquí o está subvencionada o tiende a morir. Más que nada porque por la lejanía no se puede competir con las grandes empresas incluso de fuera”, relata con pesar. Se percató de que iba a ser complicado desde la primera tirada de cerveza cuando empezó a tocar la puerta de diferentes establecimientos sin poder meter la marca al precio que le permitiría cubrir costos. “Es una jungla”, apunta, “porque hay muchas compañías que están consolidadas”. 

Pone sobre la mesa que ser una región ultraperiférica es otro bache por el transporte, los distintos impuestos o las aduanas. Un ejemplo es que hace más caras las materias primas que compran las empresas. “Nosotros lo que exportamos mayormente son plátanos, tomates... Todo eso está subvencionado, no podemos competir prácticamente con nadie”, incide Calderín —quien, además, es el presidente de la Asociación de Empresarios de la Zona Centro de la capital grancanaria; así como miembro de la Plataforma de Empresarios de Canarias—.

A la izquierda, la tasca; a la derecha, imagen de la fábrica de cervezas Mawa / MONTAJE AH

"No pido subvenciones"

“Imagínate todo eso en una pequeña empresa. Nosotros no podíamos competir ni con las de aquí porque teníamos que pagar a un trabajador para que nos elaborara la cerveza con el costo adicional que tiene aquí contratar a un empleado, un 40% más aparte de lo que cobra. Luego la materia prima que tenía aquí era carísima”, expone. Eso sí, destaca que “pagarle a la plantilla va a misa”, por lo que terminaba poniendo dinero de su bolsillo. 

Yo ya no pido ni subvenciones porque son pan para hoy y hambre para mañana. Lo que solicito es una rebaja fiscal para las pequeñas empresas que empiezan. Una menor carga burocrática. Tenemos un clima a nivel nacional que no es favorable al emprendimiento. Por mucho que se maquillen las estadísticas del INE, la realidad es que los empresarios estamos quemados”, continúa. 

A la izquierda, la tasca; a la derecha, imagen de la cerveza Mawa / MONTAJE AH

Reinventarse

“La tendencia está cambiando, ya cada vez la gente valora más lo fabricado aquí en Canarias. Pero en aquella época, te estoy hablando antes de la pandemia, era más complicado”, afirma. Ante la difícil realidad que vivió con la fábrica, decidió reinventarse montando una tasca de cinco empleados con el objetivo de vender su propia cerveza, así como un pequeño hotel después. “Eso es lo que tenemos los autónomos, que somos masoquistas”, dice entre risas. Su andadura en la hostelería tampoco le fue del todo bien —coincidió en plena crisis sanitaria— y terminó bajando la persiana. 

Sin ir más lejos, el Archipiélago perdió 565 empresas sin asalariados y microempresas —son las que tienen entre cero y diez empleados— en el periodo que abarcó desde 2022 hasta el año 2023. Es la pescadilla que se muerde la cola. Y aquí en Canarias donde todo gira alrededor del turismo y el sector servicios es muy complicado. “Si las Islas quieren ser un paraíso para que la gente pueda vivir bien y con calidad de vida hay que diversificar”, apunta. “Está claro que la industria es uno de los sectores donde más hay que invertir, más hay que apoyar e intentar crear empleo y riqueza”, agrega. 

Si a todo esto se le suma que las grandes empresas acaparan todo el pequeño mercado en Canarias “a las microempresas no nos quedan ni las migajas”. “El beneficio fue cuando conseguí vender, recuperé algo y pude dormir sin tener que mirar las cuentas. También me llevo la experiencia para no cometer los mismos errores el día de mañana. Eché en falta más comprensión y cariño por parte de las administraciones, estamos solos ante el peligro”, sentencia. 

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