Cuando Antonio Gutiérrez de Otero y Santayana, con tan solo siete años, salió de Aranda de Duero (Burgos) para enrolarse en el Ejército español no sabía que, seis décadas después —cuando ya gozaba de una especie de retiro dorado en Santa Cruz de Tenerife después de cruzar medio mundo a fuego, hierro y sangre—, tendría una cita con la Historia al amanecer del 21 de julio de 1797. Ese día, y durante los cuatro posteriores, le tocó liderar la defensa de Canarias ante el ataque de unos envalentonados británicos que, tras su triunfo en el Cabo de San Vicente y con Horatio Nelson al mando, creyeron que con solo asomar el morro y mostrar la bandera de la Union Jack la plaza se rendiría sin condiciones.
Craso error. Aquello acabó en una escabechina para las fuerzas invasoras: 44 soldados murieron en combate, 177 se ahogaron, de cinco de ellos jamás se supo, 123 resultaron heridos, 300 fueron hechos prisioneros, uno de sus barcos acabó proa al marisco y Nelson perdió el brazo derecho después de que los artilleros que gestionaban el cañón Tigre le reventaran el húmero —al acertar de pleno con un disparo que alcanzó la barcaza en la que viajaba el insigne almirante inglés durante el tercer intento de desembarco en tierra—. Desde entonces, la mayoría de los británicos que pisan la isla se presentan con intenciones más lúdico-festivas: tostarse al sol en Las Américas hasta alcanzar un tono rojo de piel que los emparenta con los cangrejos y beber hasta perder el sentido en Las Verónicas.
Rotarios
Doscientos años después de aquella gesta, lo que tampoco se imaginaba Gutiérrez de Otero cuando salió de Aranda de Duero en 1736 es que en la ciudad que le vio nacer se hablaría de él y de lo que ocurrió en Santa Cruz de Tenerife entre los días 21 y 25 de julio de 1797. Sucedió en un encuentro entre rotarios de ambas localidades. Fue entonces cuando uno de los miembros del club local utilizó la figura del mariscal de campo español como nexo de unión entre las dos organizaciones. El apunte a pie de página tenía su lógica. Lo que nadie esperaba es que un integrante del grupo tinerfeño pidiera la palabra, se levantara y diera una clase magistral de Historia para desgranar la obra y milagros de Gutiérrez de Otero —con detalles desconocidos para la mayoría de sus paisanos—.
El protagonista de aquella gesta en la tierra del general Gutiérrez fue Juan Antonio López de Vergara Méndez que, además de ser un apasionado de la Historia, la Cultura y la Naturaleza —no es extraño cruzarse con él por alguno de los parajes de Tenerife cuando la agenda laboral o familiar se lo permite—, preside Mutua Tinerfeña desde 2011 y cuenta con una amplia trayectoria profesional. Se graduó en Derecho por la Universidad de La Laguna en 1979 —titulación que alcanzó con un notable— y ha desempeñado diversos roles de liderazgo en distintas industrias. En 1982, fundó el Bufete López de Vergara, una firma legal que ofrece una amplia gama de servicios tanto a clientes corporativos como individuales. Además, ha estado involucrado en la promoción del turismo rural en Tenerife como consejero del Teleférico del Teide, director de Finca El Patio o presidente de la Asociación Tinerfeña de Turismo Rural (Attur).
Solidaridad y ayuda mutua
Mutua Tinerfeña fue fundada en 1933 por un grupo de empresarios locales que buscaban crear una solución de seguros basada en la solidaridad y ayuda mutua, principios que hoy, casi cien años después, guían la misión de Juan Antonio López de Vergara al frente de la empresa. Originalmente conocida como Unión Mutua Patronal, su objetivo era proporcionar cobertura de riesgos de manera recíproca entre sus miembros, distinguiéndose de las compañías anónimas o limitadas. A principios del siglo XX, el sector de seguros en España estaba dominado por compañías extranjeras o grandes corporaciones que a menudo no estaban tan conectadas con las necesidades locales específicas. En este contexto, los promotores de la firma vieron la oportunidad de crear una compañía que pudiera ofrecer seguros adaptados a las realidades y particularidades de la vida en Canarias. La idea era establecer una entidad que proporcionara protección frente a los riesgos más comunes.
En sus primeros años, Unión Mutua Patronal se centró en seguros de accidentes, una categoría crucial para los trabajadores en una época en la que los siniestros laborales eran un riesgo significativo y frecuentemente desprotegido. La fundación de la mutua representó un avance importante para la protección de los trabajadores canarios, proporcionando un sistema de compensación y asistencia en caso de accidentes que era más accesible y ajustado a sus necesidades que las alternativas disponibles en ese momento. A lo largo de los años, la compañía fue expandiendo sus servicios para incluir seguros de automóviles, vida, hogar y otras áreas, respondiendo a la demanda creciente y a la evolución del mercado asegurador. Su nombre se cambió a Mutua Tinerfeña, reflejando una identidad más claramente vinculada con las Islas Canarias. En la actualidad, aún funciona como una entidad con capital 100% canario y mantiene su enfoque en la solidaridad y la reciprocidad entre sus miembros.
50 oficinas
Bajo la presidencia de López de Vergara, Mutua Tinerfeña ha continuado su evolución, ha consolidado su presencia en las Islas con más de 50 oficinas y una red de 250 mediadores. La compañía ha adoptado una estrategia de digitalización para mejorar la accesibilidad y el servicio al cliente y al mismo tiempo mantiene su enfoque en la cercanía y la comprensión de las peculiaridades regionales para convertirse en una de las aseguradoras más solventes y antiguas de la región. En cuanto a su desempeño financiero, a finales de 2021 su patrimonio neto ascendía a 75,3 millones de euros. La empresa, en casi un siglo de historia, ha demostrado estabilidad y solvencia para posicionarse entre las aseguradoras más confiables en España.
López de Vergara también ha mostrado un compromiso con la cultura y la comunidad local, como lo demuestra la creación del Espacio Mutua Tinerfeña en La Laguna, un centro dedicado a la cultura y el emprendimiento, que simboliza la unión entre tradición y modernidad. Marido —casado con Loreto (ingeniera de caminos)—, padre de cuatro hijos —Juan (ingeniero de caminos), Teresa (médica anestesista), Carmen Celia (abogada) y Loreto (arquitecta)—, tímido y serio entre desconocidos, cercano y bromista entre amigos, es un líder comprometido con la innovación, el desarrollo sostenible y el servicio a la comunidad canaria, tanto en el ámbito asegurador como en otras áreas de la economía regional. A su manera, en su campo, se ha desempeñado con la misma habilidad que el general Gutiérrez de Otero en julio de 1797 durante la defensa de Santa Cruz de Tenerife