La elección de Óscar Cano como entrenador para la próxima temporada ha generado un cisma en el CD Tenerife. Su perfil bajo —frente al de otros candidatos como Abelardo, Pepe Mel o Vicente Moreno— y su trabajo más reciente —que concluyó con un descenso a Segunda RFEF con el Sabadell— han provocado ruido y rechazo en el entorno blanquiazul.
Cano, por sí mismo, no es el principal problema que sacude al CD Tenerife. El origen del conflicto está en las formas que han determinado su designación como próximo entrenador del equipo blanquiazul: por decisión unilateral de José Miguel Garrido, el empresario que controla la entidad desde Londres a través de un acuerdo de sindicación de acciones con Miguel Concepción, Amid Achi y Conrado González. De Paulino Rivero, el presidente de la entidad, de momento no se sabe nada en esta crisis.
Esa manera de hacer las cosas ha agitado al CD Tenerife. Algo se mueve entre las fuerzas vivas de Santa Cruz y de Tenerife para cambiar el rumbo de una entidad que, para la isla, significa más que un simple club de fútbol. Comienzan los juegos de la mayoría de acciones en el CD Tenerife. Costará dinero, Garrido deberá salir ganando en algo, pero el objetivo es que las decisiones se tomen en la isla y por gente de la isla. Apunten el nombre de Rayco García. Seguro que tiene algo que decir.