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Deportes

Los que soplan las velas de los aniversarios

El protagonismo es de quienes han vestido la camiseta de la Unión Deportiva en todos estos años

3 minutos

Los que soplan las velas de los aniversarios. Johan Cruyff y Hernández se saludan antes de la final de la Copa de 1978 que enfrentó a la UD Las Palmas contra el FC Barcelona.

Los números solo son números, intento vano de detener el tiempo, o de contarlo, como si fuéramos eternos y supiéramos dónde terminan o empiezan los dígitos de nuestros calendarios. Vamos marcando los caminos para no extraviarnos, pero ya sabemos que un minuto puede ser eterno, y que hay días que necesitamos olvidar sobre la marcha. El fútbol nos ayuda a veces a situarnos en ese insondable recorrido por la vida humana. Desde niños, conocemos por las estampas, por lo que nombraban en la radio, o por lo que leíamos en los periódicos, el nombre de jugadores que están unidos a nuestros recuerdos. Los que somos de la Unión Deportiva Las Palmas sabemos dónde estábamos cuando murió Tonono, en qué lugar vimos la final de Copa del 78, en qué parte del estadio estábamos sentados cuando descendimos contra el Bilbao, o con quiénes celebramos los ascensos o nos acercamos a campos de fútbol desolados de la Península en los años noventa. Cada cual tiene su propia historia, su propio recuerdo y su propio aniversario.

Hoy celebramos los setenta y cinco años de la fundación de la Unión Deportiva. Son solo números. Hay miles de nombres que no conocemos y que están detrás de ese milagro: los que fundaron cada uno de los cinco equipos que luego se unieron para fundar el Club, los que presidían esos equipos en 1949, los que los entrenaban, cada uno de sus seguidores, los que han ido marcando los terrenos de juego, los que limpiaban las botas, los que no faltaban a un solo partido, los que lloraron en las derrotas, los que saltaron como niños siendo ya sexagenarios, los que no están y se sentaban con nosotros en las gradas, el olor de la jarea y, sobre todo, el olor del césped cuando veías el Insular y te dabas cuenta de que sí existía un lugar donde acontecían los sueños.

El setenta y cinco es, por tanto, relativo, porque habría que sumar las vivencias de cada aficionado, las historias de cada jugador, de cada directivo, de cada entrenador, y los mitos que fuimos inventando cada uno de los niños cuando nos imaginábamos vestidos de amarillo correteando al lado de Germán, de Felipe, Roque, de Morete o de Brindisi. Cada cual tiene su propio equipo, sus jugadores fetiches, su gol inolvidable y su locutor en la radio del coche o en el transistor que movíamos de un lado para otro tratando de sortear las interferencias como si fuéramos un delantero centro buscando los desmarques entre el central y el líbero.

Aquí no puede haber nadie que diga que es más o menos amarillo, ni tampoco llevamos bien a todos esos que, de repente, sin memoria y sin sentimiento, aparecen jugando con los colores del equipo para sacar adelante cualquier proyecto comercial, personal o peregrino. Aquí cada cual vive a su manera esa sensación de volver a ser un niño cuando ve saltar al campo a once jugadores que, por otro lado, cada vez visten menos de amarillo cuando llegan las grandes citas y uno se queda descolocado mirando los colores y los diseños que no tienen nada que ver con esos setenta y cinco años de azul y amarillo, nada más, y nada menos. Todo lo que escribamos o escriban, lo que digan o digamos, todo eso, carece de importancia, ante lo que generan esos dos colores en la memoria colectiva de los aficionados de Las Palmas.

Y claro que hay que celebrar los cumpleaños como se celebra el camino que se va recorriendo, pero mirando hacia atrás con generosidad, con humildad y sin protagonismos. El protagonismo es de quienes han vestido la camiseta de la Unión Deportiva en todos estos años. Es a Germán Dévora al que yo querría ver en todas las celebraciones (y ojalá sea así),  y cuando digo Germán todos los amarillos saben a lo que me refiero, porque se empieza a contar por Germán, por Guedes, por Tonono, por León o por Alfonso Silva, y luego ya seguimos; pero de todos esos mitos solo queda Germán, y luego quedan muchísimos jugadores, entrenadores y directivos a los que no veo por ninguna parte soplando las velas de la historia que ellos, y solo ellos, escribieron para que nosotros fuéramos un poco más felices.