Rita Pulido aprendió a nadar relativamente tarde, con once años, y en una playa de callaos de Las Palmas de Gran Canaria, cuando el agua llegaba hasta la calle León y Castillo (hoy el eje de la ciudad baja, a no menos de 200 metros de la costa) y solo una escalera separaba su casa del mar.
Entre regatas de vela latina y en el pedregal al que llamaban su barrio la playa Pulido dio sus primeras brazadas en 1956 una de las leyendas de la natación en España, la muchacha que no necesitó más de cuatro años de entrenamiento para competir en unos Juegos. Fue, con Isabel Castañé, la primera nadadora olímpica española.
Con los Juegos de París ya en marcha, Rita Pulido acaba de ser reconocida como hija predilecta de Las Palmas de Gran Canaria por su aportación al deporte en las islas, por una carrera en las piscinas tan extraordinaria y precoz como fulgurante.
78 récords nacionales
Antes de la eclosión de nombres como Mireia Belmonte, los hermanos David y Martín López Zupero, Ona Carbonell, Gemma Mengual o Manel Estiarte, la histórica nadadora del CN Metropole probablemente fue la primera figura internacional de la natación española. Apenas compitió seis años, pero jalonados por 16 títulos y 78 récords nacionales
Rita Pulido debutó con 15 años en los Juegos de Roma de 1960 y repitió experiencia en los de Tokio de 1964, en los últimos suspiros de una trayectoria interrumpida por el matrimonio y el nacimiento de sus cinco hijos.
En una época en la que viajar era extraño e inaccesible y en la que ser una joven deportista era un desafío político y social, Rita Pulido cruzó el mundo entero y sin pretenderlo, guiada sólo por la emoción que causaba en ella el deporte, derribó una puerta que en aquel entonces pesaba toneladas para las mujeres.
"Me adelanté 20 años a mi tiempo", cuenta en una entrevista con Efe la nadadora que ahora, con 79, repasa con mucho cariño e ilusión las anécdotas de aquella etapa de su vida.
"Fui una privilegiada por estar donde estuve, recorrí toda Europa, fui a México, Tokio... Era algo muy difícil de hacer, ahora de mayor miro hacia atrás y digo: ¡Dios mío, lo que hice yo en los años sesenta!", cuenta.
Su hermano Octavio
Su de amor por la natación es una historia de familia. Fue su hermano Octavio quien le enseñó los cuatro estilos y le llevó a su primer entrenamiento en el Club Natación Metropole.
También trasladó su pasión por la piscina a todos sus hijos y, de entre ellos, Natalia le hizo el regalo más especial al participar en los Juegos de Barcelona de 1992 y añadir un nuevo hito al palmarés: son las únicas olímpicas madre/hija de España.
"Me ganó en las internacionalidades", reconoce Rita, que hace no mucho logró dar con la cifra exacta de las veces que había nadado con la selección: 48.
Su hija Natalia lo hizo en 52 ocasiones. La más especial fue la de la piscina Bernat Picornell, en la que contó con el apoyo de sus padres en las gradas, al igual que en casi todos sus campeonatos, fueran donde fueran.
"Mi vida siempre ha estado ligada al deporte. Me gustaba mucho el tenis y con mi marido fuimos a ver Wimbledon y Roland Garros, siempre hacíamos viajes relacionados con el deporte y seguíamos a Natalia", narra.
Foto en 'Life'
Lo que le engancha al deporte, confiesa, es "conectar con la gente" y el "compañerismo tan especial" que creó durante sus viajes. "No lo valoraba porque pensé que era lo normal. Éramos todos muy amigos", relata.
Precisamente, esa camaradería fue captada en una fotografía histórica del australiano George Silk y que terminó ilustrando la página 3 de la revista Life (3 de octubre de 1960): "Nadadora española no identificada y su novio se relajan junto a la piscina principal del estadio olímpico de Roma", decía el pie de foto
"Julio (Cabrera, otro nadador canario de la selección española en aquellas olimpiadas) era mi amigo del alma, nuestras familias eran íntimas, también compartí mucho con su hermano. Era una foto preciosa pero cuando la vi me puse a llorar", confiesa. De hecho, rompió la revista, aunque tiempo después recuperó un ejemplar.
Puede parecer una imagen de pareja, pero la instantánea no es más que el retrato de dos amigos: "Mi padre ya había muerto. Si no, me quita de nadar. Mis hermanas mayores se enfadaron, pero éramos deportistas, solo compañeros y eso a lo mejor fuera del deporte no se concibe".
"Mi vida era muy distinta a la de las mujeres de Canarias y de España", añade. Y no es para menos ya que, por ejemplo, en Tokio 1964 tan sólo tres mujeres —de una expedición de 53 deportistas— tuvieron la oportunidad de asistir a los Juegos con España. Rita volvió a repetir además como la única fémina de las islas.
"Todos los periódicos y todo el mundo nos seguía, en el desfile fuimos delante de todos, fue una experiencia increíble", recuerda.
La más guapa de Tokio 64
En la década de los sesenta, en plena apertura del país, la llegada de la cultura española a Japón fue una auténtica locura y aunque parezca inverosímil, la belleza de Rita fue la mejor embajadora de la marca España en aquel entonces.
"Un periódico parisino puso una foto mía cuando me eliminaron y, al día siguiente, al salir de la villa, vinieron un montón de periodistas a sacarme fotos. Yo me eché a llorar. Un fotógrafo sudamericano me explicó que me habían nombrado la deportista más guapa", comenta.
Tras esto, el embajador de la delegación española le dijo: "No te quites el chándal de España nunca". Y así, con el chándal rojo y la palabra España escrita en el pecho de la chaqueta, Rita recorrió Japón durante tres semanas.
"Dos aviones llenos de hombres y sólo nos clasificamos tres nadadoras, María Ballesté, Isabel Castañé y yo. Juan Antonio Samaranch nos llevaba a todos sitios, fuimos a Kioto. Yo ahora lo pienso y digo... ¡qué cosas!", explica.
La emoción del himno
Las anécdotas de aquellos años son interminables y forjaron para siempre la mujer en la que se convirtió una Rita Pulido, que siempre será una apasionada que no se pierde ningún gran evento deportivo.
Siguió con devoción a la selección española de fútbol en la Eurocopa 2024, ahora se sienta todos los días ante el televisor para emocionarse con los Juegos de París y llega siempre puntual a las transmisiones para no perderse su momento favorito, el del himno.
"Lo oí tantas veces que se me cae la lágrima por el ojo", reconoce.