El fútbol alegre

En la Eurocopa de Alemania que estamos jugando estos días, España está siendo un equipo alegre, de bello fútbol y ya sin ningún complejo ante las grandes selecciones

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El futbolista tinerfeño Pedri durante un partido con la selección española. / OLIVIER MATTHYS-EFE.
El futbolista tinerfeño Pedri durante un partido con la selección española. / OLIVIER MATTHYS-EFE.

La vida se escribe cada cuatro años, unas veces con los Mundiales de Fútbol, y otras con las Olimpiadas o las Eurocopas. Uno sabe siempre dónde estaba en algunos partidos, en algunas carreras memorables o en las finales de cualquiera de esas competiciones. Nos basta un repaso mental para ordenar nuestros recuerdos siguiendo los acontecimientos de la memoria, que como sabemos casi siempre son más grandiosos de lo que fueron o se aparecen más idealizados, sobre todo los más cercanos a la infancia. De alguna manera, esa memoria es nuestra magdalena proustiana, y la que nos ayuda algunas veces a encajar los momentos vividos en su casilla correspondiente, por más que sepamos que los recuerdos son casi tan ficticios como la abstracción de una novela, o por lo menos igual de impalpables.

Uno se pregunta a veces cuándo empezó la intensidad de esos momentos en la fijación de la memoria, y la respuesta puede que tenga que ver con la emoción de lo que vivimos y, en muchos casos, con la expectación previa alentada por los medios de comunicación, la familia, los amigos o el ambiente en el que cada cual se moviera de pequeño. Los de mi generación nos movemos entre el Mundial de Alemania 74 y el de España 82 cada vez que queremos situar algún acontecimiento de la infancia, el curso escolar o las vacaciones de cada verano. También estamos entre las Olimpiadas de Montreal 76 y las de Los Ángeles 84, y es verdad que tanto en el fútbol como en los Juegos Olímpicos tuvimos suerte porque pasamos de ser los eternos derrotados a ganar muchas de las competiciones más importantes. Si alguien nos dice en el 78 o en el 82 que íbamos a ver España campeona del Mundo nos hubiera parecido tan imposible como que el ser humano llegara a Marte o diera por fin con la respuestas de lo que sucede cuando llega la muerte; pero el balón, tan poca cosa, desaparece igual que las hojas secas de los árboles después de ser arrastradas por el viento. 

En la Eurocopa, por ejemplo, quitando aquella en blanco y negro del tardofranquismo que no vimos, ganarle a Alemania o a Italia era suficiente, sobre todo a Alemania, a la que vencimos por primera vez con aquel inolvidable gol de Maceda que en nuestra memoria es casi tan grandioso como el de Iniesta a Holanda en Suráfrica. Y luego estaba la mala suerte, el mal fario que parecía que nos acompañaba siempre hasta que le ganamos a Italia en los penaltis y ya pareció como, si de repente, nos hubieran quitado de encima el plomo del cenizo que iba con nosotros siempre. 

En la Eurocopa de Alemania que estamos jugando estos días, España está siendo un equipo alegre, de bello fútbol y ya sin ningún complejo ante las grandes selecciones. Sigo pensando que Pedri jugará un papel estelar en los próximos partidos. Va entrando poco a poco en juego y se le está dejando crear donde siempre nos ha reconciliado con el fútbol regalándonos esos detalles inesperados que solo estilan los elegidos; pero lo que también me gusta de esta selección es el desparpajo de tanta joven, y también el bendito mestizaje de los dos extremos, con Nico Williams y Lamine Yamal regateando como lo hacían los extremos de antes. Recuerdo que lo más que me impresionaba de aquel equipazo de Francia en los años ochenta era la procedencia de sus jugadores con hijos de emigrantes españoles, italianos o africanos. Futbolistas como Platini, Luis Fernández, Trésor o Tigana, decían mucho del avance y el cosmopolitismo de ese país que siempre nos enseñó el camino desde que en 1789 cambió el destino de la vida humana para siempre. Hoy nosotros jugamos con jugadores como Tigana o Platini, con españoles de distintas razas y procedencias, y eso, de alguna manera, cambia por completo aquella imagen de nuestra selección. El fútbol depende de muchas circunstancias; pero este 2024 ya se está grabando bien en mi memoria con lo que he visto hasta ahora en la Eurocopa. Si tienen suerte, creo que pueden seguir escribiendo páginas grandiosas en nuestra memoria. No solo es ganar. También importa cómo lo haces y con quién cuentas para llegar a las metas. El gesto de Iniesta cuando enseñó el nombre de Dani Jarque nos ayudó a que la emoción fijara aún con más fuerza aquel momento. Cuando sucedió eso, no habían nacido algunos de los jugadores que hoy juegan en la selección, o bien eran demasiado pequeños para acordarse. Ellos ya nacieron ganadores, no como nosotros, que solo declinábamos una sucesión de fracasos que parecían que se llamaban unos a otros de una forma inevitable. Verles ganar a Italia con el desparpajo con el que lo hicieron el pasado jueves hubiera sido algo imposible cuando todavía temblaban las piernas y los complejos.