Llegaba el Tenerife a un campo difícil como el del Mirandés, de esos que te afean la estadística, con la intención de demostrar que el liderato alcanzado la pasada jornada no era circunstancial. No las tenía todas consigo el conjunto isleño, que esta semana recibía el revés de la lesión de José León, el cerrojo de la defensa blanquiazul.
Pronto recordó este hecho la afición, porque nada más saltar al campo el equipo dirigido por Asier Garitano ya perdía uno a cero con una jugada sacada del manual. Internada por la izquierda hasta ganar línea de fondo, pase atrás y remate en el segundo palo de Álvaro Sanz. El abecé del fútbol, fácil, rápido y para toda la familia. Poco importó que hubiese siete jugadores tinerfeñistas en el área. “No estaba León", habrán pensado todos los que vieron en la jugada cierta bisoñez en la zaga.
Fantasmas del pasado
Los fantasmas de Ipurúa tocaron a la puerta del representativo, poco acostumbrado esta temporada a ir por detrás en el marcador, y cuando así ha sido el resultado final ha sido una derrota. Sin embargo, la reacción fue de líder. Bajo la acertada dirección de Sergio González -¡vaya jugador!- y Corredera el equipo tinerfeño se puso el mono de trabajo, sacó el pico y la pala y se puso a trabajar como el equipo de la zona noble que es.
No podía haber sido posible sin la seguridad de tener en la defensa a Amo y Loïc, que demostraron que lo del primer minuto les pilló buscando a las familias en la grada, pero una vez se centraron fueron una muralla casi infranqueable. Mención especial para el joven venido del Girona, que cuajó un enorme partido y demostró que puede suplir a León con garantías.
La primera mitad fue de amplio dominio blanquiazul, culminado en el minuto 43 con un gol de Angelito, que siempre será Angelito aunque haya vuelto a su casa con cuatro nietos. Comienza el lagunero a sacudirse la presión del regreso como solo sabe hacerlo un delantero, metiendo goles.
Faltó pólvora
No debe ello ocultar el hecho de que hoy en Anduva faltó mucha pólvora, en especial de un Enric Gallego que estuvo más peleón que combativo y se tuvo que ir a la caseta al poco de la reanudación porque estaba bastante pasado de revoluciones y Garitano, como mi abuela, lo supo ver.
Lo cierto es que la segunda mitad fue bastante pobre en cuestión de fútbol, y eso cuando el partido es justo después de comer permite una cabezada tonta si los equipos no trasmiten la tensión necesaria, y eso mismo sucedió. Como noticia destacable, las buenas maneras de Bodiger, que si sigue por esa línea puede ser un activo muy importante para la escuadra canaria durante la temporada. Pero el Tenerife tiene muchos más argumentos deportivos que el Mirandés y no lo demostró en ningún compás de los segundos 45 minutos, que pudieron terminar en susto si no tuviéramos al mejor portero de la competición en la plantilla. Juan Soriano, renueva ya, por dios.
Terminó el encuentro y la sensación fue contradictoria. Las ligas se ganan en estos campos y hoy el representativo tenía que haber vencido, por plantilla y por planteamiento. Pero el punto arañado mantiene la ilusión de unos jugadores que conforme avanza la competición adquieren la confianza necesaria para estar arriba, entre los seis primeros, cuando acabe el curso. Reacciones como las de hoy demuestran que es algo harto probable. Yo apostaría unos euros a que así será.