El fútbol moderno empieza en el área propia, se gesta en los pies del portero, pasa por los centrales, los mediocampistas y se termina construyendo por los jugones, como decía el gran Andrés Montes, para el remate de aquellos futbolistas que tienen gol.
El Tenerife se quedó años atrás. Patadón hacia arriba y ver qué pasa. No hay ideas, jugadores faltos de forma, algunos que pasan de no jugar un solo minuto a ser titulares y así el birria se da cuenta de lo que está pasando, deportivamente, en este equipo.
Waldo Rubio, que ni calentó en Granada, fue titular ante el Málaga. Dio diez pases “al área” en la primera parte: ninguno bueno. No se parece en nada al futbolista que fichó el Tenerife hace dos años. Pero no es el único.
En un partido hay muchos pequeños encuentros. Frente al Málaga hubo tres bien definidos: uno, el de Luismi y Yussi Diarra; otro, en la banda izquierda, donde Medrano y Waldo no dieron una a derechas, y un tercero con el resto del conjunto “chicharrero” dando patadas a ninguna parte. Y así es complicado.
Una primera mitad para olvidar, en la que Enric Gallego hasta se permitió fallar un penalti que había construido Luismi. No era extraño después de visto lo que pasó en Granada sólo cinco días antes.
Sin capacidad
Pepe Mel volvió a confiar en aquellos futbolistas que en el inicio de la temporada no fueron capaces de ganar un solo partido. Se trataba de dar la responsabilidad a los más veteranos que no fueron capaces de ganar un solo encuentro con Óscar Cano al frente y que llevaron al equipo al “farolillo rojo” de la clasificación.
Solo mantuvo a Aarón Martín para formar un centro del campo con el recuperado Sergio González y Diarra más arriba, en ayuda a Luismi. Entonces fue un intento, al parecer, de que los canteranos llevaran la ilusión no sólo a la afición, sino al propio equipo. Pero ante el Málaga se diluyó esa presunta ilusión.
Incluso David Rodríguez, un futbolista joven, pero con calidad y cierta experiencia, vio el inicio del partido en el banco, junto a un Mel nervioso, que no repite alineación y que cuenta los días para que se abra el mercado de fichajes y que la plantilla se asemeje un poco, al menos, a lo que el propio técnico querría. Casi ni se le vio de pie fuera de su asiento. Parece que ni él mismo entiende lo que pasa.
Empezó la segunda parte sin cambios en el Tenerife. El Málaga sí cambió. Normal si se tiene en cuenta lo visto antes y las posibilidades de arrinconar a su rival y marcar un gol que le diera tres puntos valiosos. Pero cuando un equipo se conforma con un cero a cero y el otro, aunque quiera más, no puede porque no tiene ni calidad ni fuerza física ni posibilidad de buscar un revulsivo desde el banquillo, lo lógico es que al final no pase nada.
Un mal general
Algún disparo a la madera puso en vilo a los aficionados del Heliodoro cerca del final, más que por los méritos malaguistas por el bajón del equipo tinerfeño, y poco más. Otra decepción y un paso adelante -ya van once jornadas- para seguir pensando en soluciones que serán complicadas porque este equipo da una imagen que no se corresponde con la de un club histórico que un día de hace ya mucho tiempo saboreó lo que era jugar en Europa.
Del árbitro no hablamos porque, aunque espacio tenemos para ello, no es tanto como para definir la actuación del valenciano Ais Reig. Ciertamente no es sorpresa. Es un mal general del fútbol nacional.