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Lecciones de vida en el Bernabéu con la UD Las Palmas (debí tirar más fotos)

O como un joven aficionado del equipo amarillo descubre el fútbol como pasión y aprendizaje en un viaje inolvidable a Madrid

3 minutos

Lecciones de vida en el Bernabéu con la UD Las Palmas (debí tirar más fotos). / AH

El viernes Gabriel se despertó antes de lo habitual. Somnoliento, ni se enteró del ligero cambio al madrugar. Con seis años, creo recordar, hay detalles espacio-temporales que por fortuna se te escapan. La responsabilidad es, a esas alturas, una carga ajena y lejana aún. Mejor así. La noche anterior, además, se había dormido un poco más tarde de lo habitual tarareando Debí tirar más fotos de Bad Bunny con la opción karaoke que ofrece una app en los móviles. El exceso trasnochador, más el tempraneo, le había pasado factura.

En su rutina era un día más de colegio. Lo que no se imaginaba, ni siquiera sabía, es que acabaría la jornada a miles de kilómetros de casa en un viaje que tenía como regalo acompañar a la Unión Deportiva Las Palmas en su visita al Real Madrid en el Bernabéu durante la tarde del domingo.

Ilusión

La sorpresa se convirtió en un enigma que descifró paso a paso. Primero se extrañó al ver que no tocaba el uniforme del colegio para vestirse; luego aceptó desconcertado acompañarme al aeropuerto para llevar a su madre, que supuestamente debía viajar por trabajo; en el aparcamiento de Gando quedó fascinado al comprobar que en el maletero del coche iba su mochila sin él tener nada que ver en esa operación; y después pasó de la confusión a la alegría al leer en su tarjeta de embarque que el destino de la aventura que acababa de comenzar era Madrid.

Fabio Silva celebra el 0-1 de la UD Las Palmas en el Santiago Bernabéu. / SERGIO PÉREZ-EFE

Descifrado el rompecabezas, tras cruzar el control de pasajeros, ya le confesamos que iríamos juntos al Bernabéu para ver a la UD Las Palmas y que en su maleta iba la camiseta de la segunda equipación que le dejaron los Reyes Magos. Su cara se convirtió en la expresión más pura de la ilusión. Desde ese momento hasta la hora del partido, a él —lógicamente con seis años— le picó la curiosidad y a mí me dio por contarle batallitas —ya empiezo a tener, toca admitirlo, una edad considerable—. 

Una certeza

Gabriel quería saber si el Bernabéu era gigante, por qué estaba castigado Vinicius o si jugarían juntos Sandro, Moleiro y Fabio Silva. Todo era una duda —hasta el color de la camiseta con la que jugaría el equipillo: ¿amarilla o azul?— salvo una cosa: cada vez que alguien le preguntaba por el resultado, ya fuera al encontrarnos con unos viejos amigos alrededor de un cocido madrileño o con camaradas habituales al quedar en Huertas para ir de tapas, él siempre contestó seguro de la victoria de la UD Las Palmas.

Yo, tal vez precavido y para amortiguar el probable disgusto, le advertí que nunca habíamos ganado en el Bernabéu y le repetí varias veces cómo acabó mi primera visita a Chamartín: con un 7-0 en contra que meses después derivó en un doloroso descenso a Segunda División. De vez en cuando, también, le recité la lista de estrellas mundiales que colecciona Florentino Pérez en su pantilla y le conté el atraco que sufrió el Celta en la Copa del Rey varios días antes cometido por los sospechosos habituales. 

Así es la vida

La tarde del domingo se convirtió en un carrusel de emociones para Gabriel. Se maravilló con la brutalidad del Bernabéu al asomarse por una bocana del cuarto anfiteatro; saltó como un resorte —puño en alto— con el gol de Fabio Silva; amagó con calcar el mismo movimiento minutos después con otra ocasión del delantero portugués; se encogió con cada gol del Real Madrid y lloró desconsolado con el tanto de Rodrigo. Tanto que juró y perjuró que no volvería a Chamartín razonando su cabreo: "Es que nunca ganamos aquí; no me gustan los blancos".

Rodrigo y Mbappé celebran el empate del Real Madrid. / FERNANDO VILLAR-EFE

No me quedó otra que abrazarlo y y confortarlo. Y, sobre todo, razonar con él que así es la vida. Porque en el mundo se va a encontrar con abusones que juegan con las cartas marcadas y que representan todo lo malo —ya sea en el fútbol o en cualquier aspecto de nuestra existencia— y se va a topar con desafíos que, de tan grandes y tan difíciles, parecen insalvables.

Común e identitaria

Pero ante eso no queda otra que revolverse, no conformarse e insistir. Lo bueno de ser de la UD Las Palmas y no haber ganado nunca en el Bernabéu es que algún día —ojalá la próxima temporada— Gabriel y yo podremos volver para intentarlo de nuevo y disfrutarlo. Las veces que haga falta, porque lo que viví este domingo con él no tiene precio. Ni 15 Champions ni 20 galácticos juntos valen tanto como acompañar a tu equipo y ver felices a los tuyos —familiares, amigos y hasta desconocidos que se destapan en las gradas— durante horas alrededor de una causa común e identitaria.

Cuando alguien les pregunte qué es el fútbol o desprecie el juego con el argumento de que son sólo 22 tipos en pantalón corto detrás de un balón, le pueden contar —si les parece apropiado— esta historia de Gabriel, que poco después del pitido final ya estaba dispuesto a repetir en cualquier estadio —grande o pequeño; con leyenda o sin mística— para acompañar y alentar a la Unión Deportiva Las Palmas. Así somos, así es este equipo.

PD: Sí, Gabriel, debí tirar más fotos.