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La gesta pendiente del Bernabéu

Ganar en el Bernabéu sería, para muchos de nosotros, la celebración pendiente que querríamos vivir por lo menos una vez en la vida

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La gesta pendiente del Bernabéu. / FARRUQO

La Unión Deportiva fue grande cuando el fútbol no se parecía al atletismo o al baloncesto, en los tiempos en que no se corría todo el rato, ni estaban con sistemas tácticos a veces tan complicados como una lección de física cuántica. El fútbol aceleró para siempre en los años setenta del siglo pasado, primero con el Ajax de Amsterdam, y luego con Holanda, Alemania o Polonia en el Mundial 74. Se llevaron por delante a Argentina y a Brasil, acostumbrados a la hierba alta, al deleite del toque y a la improvisación de la gambeta. Ya en el Mundial del 78, Menotti, que siempre sabía más que nadie de este deporte, aceleró el fútbol de su equipo y potenció la preparación física para poder competir y ganar a los atletas de Europa. El juego de Las Palmas, el de Germán y Guedes, era como el de Brasil del 70 o como la Argentina de Brindisi, Carnevali o Wolf del Mundial 74. Fuimos segundos y terceros de la Liga justo antes de llegar a los setenta. En ese momento, ya se acabó la sorpresa del fútbol preciosista y virguero, que sigue existiendo, pero ya con atletas que no paran de correr todo el partido y con sistemas de juego que casi convierten el campo en una play station.

A principios de los setenta, el equipo que, junto con el Ajax, marcaba la impronta del nuevo fútbol, era el Anderlecht de Pierre Sinibaldi, y a ese entrenador se agarraron los responsables del conjunto amarillo de entonces para ver si no les atropellaba el tren de la historia futbolística. Sinibaldi había revolucionado el fútbol europeo con la salida sincronizada de la defensa para dejar al contrario en fuera de juego. Aquí encontró a Tonono, a Martín Marrero o a Castellano, que supieron adaptarse a ese juego para dejar a Germán, a León o a Gilberto haciendo lo que sabían hacer mejor que nadie, crear belleza en el terreno de juego y meter goles, con mucha rapidez también, pero con la velocidad de la mente privilegiada de Germán Dévora y luego con las carreras y los remates precisos de los dos extremos.

Fue así como le ganamos al Torino y como vencimos por vez primera vez al Real Madrid en el Insular, los dos partidos, como cuando ganamos en el Camp Nou la segunda vez, con Betancort en la portería. Le ganamos un par de veces más al Real Madrid, pero siempre en el Insular, nunca en el Bernabéu. En ese campo, como tantas veces en el Camp Nou, la extensión y los espacios nos volvían más vulnerables, aunque al Barcelona le hemos ganado tres veces en su campo, el último de ellos hace unas semanas en Montjuic. El domingo volvemos a Chamartín, y para los aficionados amarillos, por lo menos para mí, ese es el gran reto histórico y posible que nos queda por conquistar. Hemos jugado muchísimas veces y pudimos vencer alguna vez, sobre todo en aquel encuentro con Quique Setién que aún nos parece mentira que no lo hubiéramos ganado. 

No son sólo tres puntos

Al fútbol lo están matando la mercadotecnia, el petrodólar, las apuestas y las exigencias de las cadenas de televisión. Antes se jugaba, cuando era lento y también cuando empezó a ser rápido, una vez a la semana, y solo dos veces si ibas pasando rondas en la Copa o en las competiciones europeas. Después de los vuelos y del varapalo de Arabia, donde Lamine Yamal, Raphinha y Pedri les demostraron que, lento o rápido, el fútbol sigue siendo un juego de equipo solidario en donde la diferencia final está en el talento,  los jugadores del Madrid deben estar tan desorientados, sobre todo porque en medio tuvieron que jugar con el Celta, que Las Palmas, a poco que esté concentrada y que logre contener las primeras acometidas puede, por fin, regalarnos esa victoria en el Bernabéu tan anhelada por todos los niños que vimos como salíamos siempre derrotados de Madrid, hasta el punto de que es casi una obsesión, y a las obsesiones se las vence derrotándolas. 

Cuando le ganamos al Barça hace unas semanas escribí que lo haríamos por uno a dos, ahora me da lo mismo el resultado, lo que deseo es vivir algún día lo que no pudieron vivir ni mi padre, ni mi abuelo. Lo que espero es que los jugadores también se lo crean y que no hagan caso a esos pragmáticos que no le dan importancia a la Copa y a estas pequeñas gestas que son, al final, las que verdaderamente perduran. No son solo tres puntos. Antes eran dos y el anhelo era el mismo. No son esos puntos lo que nos jugamos en cada visita al Bernabéu. Nos jugamos la historia de la Unión Deportiva. Ganar allí sería, para muchos de nosotros, la celebración pendiente que querríamos vivir por lo menos una vez en la vida.