Resulta de sobra conocida la potencia que en muchos sentidos emana el fútbol. Desde las categorías de base, con padres y madres que viven con pasión las evoluciones de sus hijas e hijos —a veces demasiada— hasta las hondas emociones que levantan los clubes profesionales, convertidos en banderas que espolean sentimientos familiares, culturales y políticos, entre otros muchos.
No presenta gran dificultad encontrar ejemplos de personas que priorizan en sus gastos económicos la asistencia a los espectáculos deportivos, la suscripción a alguna plataforma televisiva para poder ver los partidos de su equipo, la cuenta pagada en un bar para no perderse la reunión con la pandilla y celebrar los goles al unísono y, por supuesto, la camiseta, bufanda o ambas para ataviarse o vestir a la chiquillería, en ocasiones cuando abandona el centro hospitalario después de unas horas de haber llegado al mundo.
Porque, además de la diversión, el sentido identitario y la pertenencia a la tribu forman parte capital de la ecuación del fútbol, capaz de hacer olvidar por unas horas los rigores de la vida y del día a día. Todo esto ocurre con creciente fuerza en muchas partes del planeta, pero con mayor profusión en lugares como Canarias, donde el arraigo del deporte rey viene de lejos y su desarrollo ordinario compone una parte nada desdeñable del imaginario colectivo.
Momentos complicados
La UD Las Palmas y el CD Tenerife se muestran bien presentes en la vida diaria de los habitantes de este Archipiélago. Sus muchos minutos en televisión y en radio, su espacio inquebrantable en la prensa escrita y digital, y su presencia constante en las conversaciones de la calle —casi como el tiempo para los ingleses— dibujan un escenario de raigambre que no se difumina con facilidad, ni siquiera en momentos de zozobra, como los actuales.
La UD Las Palmas lleva 23 partidos consecutivos sin ofrecer a su grada un triunfo que echarse a la boca, entre la anterior campaña y lo que se ha disputado de la presente. La última alegría con tres puntos de una tacada se la llevó la parroquia amarilla el ya lejano 10 de febrero de 2024, cuando los jugadores entonces dirigidos por el hoy sevillista Xavier García Pimienta se impusieron al Valencia CF con un 2-0. Desde entonces, empates o derrotas para una angustiosa permanencia y un inicio liguero inesperado por malo, con 9 partidos ya de liga y solo tres partidos en tablas que echarse a la boca, lo que ha provocado el cambio de entrenador a las primeras de cambio.
El Estadio de Gran Canaria no afloja
Pero nada de esto desanima a una masa social infatigable que ve con todo el recelo del mundo la posibilidad de volver a caer a Segunda División. Con récord de abonados en la temporada pasada en el regreso a la máxima categoría, esta 24-25 vuelve a repetir esa cifra de 25.000 socios. Y pese a verse colista a las primeras de cambio y ya a 5 puntos de la permanencia antes de llegar a la décima fecha del campeonato, el equipo grancanario mejora las cifras de asistencia media en las 5 convocatorias que ha realizado como local en la Liga EA Sports.
Ante el Sevilla (jornada 1), 24.843 personas acudieron al Estadio de Gran Canaria; 31.192 lo hicieron ante el Real Madrid (j. 3); 25.908 ante el Athletic de Bilbao (j. 5); la visita del Betis (j. 7 y un jueves) congregó a 22.722 amarillos; y en su último choque como local, Las Palmas atrajo al Gran Canaria, pese a su mala racha, a 21.482 leales, que vieron como el Celta vencía 0-1 pese a jugar con 9 durante muchos minutos, lo que provocó que el recién llegado Luis Carrión dejara de ser entrenador de los insulares, dejando su lugar al gallego Diego Martínez.
La pasada temporada los amarillos acumularon en sus 19 encuentros en Siete Palmas un total de 475.774 espectadores, lo que arroja una media de 25.041 personas por partido, algo inferior a la acumulada en los primeros 5 encuentros del presente ejercicio, donde se alcanzan los 25.229 espectadores.
Fe en el Heliodo Rodríguez López
El CD Tenerife sufre una coyuntura aún peor. También es colista, en su caso de la Liga Hypermotion, pero anda envuelto en una situación institucional de enorme incertidumbre. La revoltura en lo referente a la propiedad de la entidad se deja notar, y mucho, en las decisiones deportivas, y los blanquiazules han pasado en las últimas temporadas de soñar con un ascenso a temer por su salida del fútbol profesional, con el fuerte componente económico que eso comporta.
Al igual que los grancanarios, los tinerfeños han cambiado de técnico, destituyendo a Óscar Cano tras solo cinco encuentros. Lejos de desplomarse, la afluencia de público al Heliodoro Rodríguez López se mantiene en las cifras de la anterior campaña. Con la visita del Almería (j. 2), se registró una cifra de 14.308 aficionados; ante el Racing de Santander, un viernes (j.4), acudieron 15.158; el empate ante el Sporting de Gijón (j. 6) lo presenciaron 15.450 personas; y los ahora entrenados por Pepe Mel consiguieron su primer triunfo del curso ante el Cartagena (j.8) con 13.644 almas empujando para iniciar la reacción del ‘Tete’.
Con esos guarismos, en este arranque de la 24-25, el club presidido por el expresidente del Gobierno de Canarias, Paulino Rivero, ofrece una media de 14.678 espectadores, apenas inferior a la de 15.238 que presentó en los 21 partidos del año anterior, con un total de 319.989.
Las cantidades económicas resultantes del taquillaje no suponen, ni de lejos, la mayor inyección para las arcas de los clubes, pues los derivados de los derechos audiovisuales se encuentran muy por encima, pero tampoco son menores y vienen aparejados con estos y con otros de importancia como los provenientes del merchadising.
Aunque a ambos equipos les apremia espabilar lo antes posible y alejarse del último puesto, lo cierto es que el grueso de sus hinchadas parece que mantendrá su lealtad en buen número pase lo que pase, incluso con una previsible bajada si los resultados deportivos continúan siendo adversos.