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Cultura

Tenerife Music Festival: Rozalén ofrenda La Oreja de Van Gogh a la Vetusta Morla de Mikel Izal

Rozalén puso la magia y La Oreja de Van Gogh el 'know how'; Izal fue siempre Mikel y Vetusta Morla demostró que las grandes bandas cumplen aunque no tengan el día

Jaime Pérez

5 minutos

La Oreja de Van Gogh, Mikel Izal, Rozalén y Pucho, vocalista de Vetusta Morla./ COMPOSICIÓN AH

¡Ay, Madrid! Te extraño tanto… Ninguna frase como esta de las escuchadas en el segundo día del Tenerife Music Festival -extraída del nuevo disco de Vetusta Morla, Figurantes- refleja mejor el estado de ánimo al finalizar, pasada la una de la madrugada, un evento que promete un bis.

Sin cifras oficiales aun de la jornada dominical, coincidente con las elecciones europeas, New Event se anota un tanto más en lo que a la promoción de conciertos en el Archipiélago se refiere, consolidándose como la empresa a la que pedirle que traiga a las Islas a los mejores artistas del mundo. De camino vienen Ed Sheeran y Robbie Williams. Habrá más.

La cita de este 9 de junio presentó un cartel envidiable. Juana la cubana y Delaporte, un valor al alza, iniciaron una sesión que, seamos sinceros, en casi cualquier lugar de la Península habría sido para enmarcar, no tanto así en esta nuestra región macaronésica. Rozalén, La Oreja de Van Gogh, Izal (Mikel, que ahora va solo) y Vetusta Morla, un póker de ases que en Canarias siempre se verá superado por la escalera de color latino que ejemplifica como nadie Marc Anthony, un valor seguro para cualquier promotor en Tenerife.

María Rozalén

Su nombre artístico es Rozalén, pero podemos llamarle María, su nombre de pila, porque ella es tan cercana y cool que no puedes dejar de imaginártela de fiesta a tu lado en una rave. No se puede decir que el público corease sus canciones a mansalva, pero su actitud y su innegable buen rollo conquistó al respetable desde la primera a la última canción.

Se puso tierna un segundito con Comiéndote a besos y Todo lo que amaste, una oda a su infancia, pero el resto del concierto fue lo que se espera de un espectáculo de domingo a las seis de la tarde: ritmo, ritmo y más ritmo.

A ello ayudó su inseparable traductora al lenguaje de signos, que suele acaparar muchas miradas por lo inusual de la propuesta pero llena el escenario de una forma maravillosa. La química era evidente, se trasladó a los espectadores y la magia comenzó a surgir.

Xabi San Martín forever

La albaceteña calentó motores y La Oreja de Van Gogh puso el vehículo en marcha. Poca duda había de ello, porque la banda vasca es por derecho propio una de las más relevantes de la historia reciente de este país.

Los fans más mayores agradecieron la pronunciada presencia de El viaje de Copperpot en su repertorio. Su primer álbum, por contra, fue omitido, diría que deliberadamente teniendo en cuenta que Dile al sol y Soñaré están en la playlist de casi todos los cuarentones del país. No hubo drama, el grupo ha inoculado tantas canciones en el imaginario colectivo que solo los más nostálgicos lo echaron de menos.

Hay poca duda de que siempre vivirán con la comidilla de Amaya y la eterna comparativa con Leire, que defiende bien los temas cantados por su predecesora pero carece de su personalidad. Aun así, ha sabido ganarse el cariño de sus seguidores, que corearon una y otra vez su nombre, pese a que fue, digámoslo así, bastante parca en palabras.

A juicio de quien opina, sin restar el valor de lo conseguido por la vocalista y el resto de La Oreja, es Xabi San Martín quien merece el mayor reconocimiento. El teclista y compositor de la mayoría de sus grandes temas es un espectáculo, concierto tras concierto (y lo digo después de siete). Con independencia de que sea en Madrid, Donostia o París, centrar en él la mirada asegura una velada de diversión, algo difícil de lograr sin un micrófono en la mano. Su épico momento con el celemín fue simplemente grandioso.

El paraíso de Izal

Intenta Mikel Izal disociarse de su antiguo grupo, llamado simplemente Izal (¡saludos, Jon Bon Jovi!). El acompañamiento sigue estando, no como pasará en unas semanas en el concierto de Ed Sheeran, que sorprenderá a muchos cuando salga él solo al escenario del Rodríguez López.

Así que para diferenciarse el artista pamplonica, además de cantar los temas de su último disco, versionó algunos de los temas que le hicieron famoso. No todos lo agradecieron. Al menos fue precavido y avisó al respetable, que se temía lo peor cuando llegó el anuncio. No estuvo tan mal, para qué negarlo, pero salvo La Mujer de Verde, casi inalterada, hubo estrofas que los asistentes no acertaban a cantar al ritmo de la música.

Lo bueno es que Mikel es tan Mikel que la gente le quiere como es. Yo, yo, yo… un arquetipo. Gambeteos, caderita pop y a recibir cariño, todo el posible. Como obviar a Izal no era posible, seguro que le hizo feliz escuchar como su tema más coreado de la noche fue El paraíso, el primer single de su aventura en solitario.

Para entonces muchos espectadores ya habían decidido partir (recordemos: era domingo) por lo que al terminar su actuación se mezcló con los asistentes para disfrutar de los compases de Vetusta Morla.

¡Ay, Vetusta!

Da pena lo de Vetusta, qué se puede decir. Se presentaron en el escenario con el recinto medio vacío y no se puede negar que eso influye en todos los artistas, sobre todo en aquellos que llenan estadios como el Metropolitano de Madrid.

Hay que decirlo en alto, con cierta (no mucha) falta de objetividad: Vetusta Morla es hoy en día, por prolificidad y calidad, el mejor grupo español. No lo reflejaba el aforo, desangelado tras las actuaciones previas. Lo bueno era que los que estaban eran los seguidores acérrimos, que corearon hasta los títulos de crédito. Lo malo es que el sonido se difumina en el aire.

Elucubrando, se puede argüir esto como un motivo para el mal rollo que se percibía en el escenario. Pocos se dieron cuenta de un corte de mangas de Pucho al poco de comenzar la actuación, dirigido al guitarrista Juanma Latorre (digamos que no fue a él, por eso de la perspectiva, pero en cualquier caso fue a un miembro del equipo).

Y Pucho es buen rollo bárbaro, lo demuestra concierto tras concierto. La teoría del elemento externo no es descabellada tampoco, porque fueron varias las veces que el staff tuvo que entrar en escena para corregir.

Se notaba que no era el día y qué lástima, dado que el grupo madrileño no se prodiga mucho por las Islas. Pese a ello, profesionalidad ante todo, sacaron adelante algunos de sus temas señeros como Cuarteles de invierno o Los días raros, su cierre necesario, y aunque sea por un momento, todos los presos de Shawshank se sintieron libres.

Tenerife no es 'indie'

La conclusión, mal que pese, es que Tenerife no tiene el alma indie. Rozalén, en contra de lo que suele pasar en este tipo de festivales, se sirvió de su carisma y lo temprano de su intervención para llevarse al público a su terreno.

La Oreja de Van Gogh, que nunca fue indie, tenía todo ganado porque, siendo sinceros, era el único nombre del cartel que suena en Los Cuarenta Classic. Viento de popa.

A partir de ahí el descenso, que Mikel pudo aprovechar en gran medida pero no así Vetusta, cuya despedida fue inusitadamente rápida, casi fulminante, dejando un agridulce sabor de boca a sus fieles. “Es domingo, es domingo”, repetía el eco repercutiendo en los senos de los profundos barrancos.

No hubo gritos de rabia y dolor, ni imprecaciones al cielo. Solo la resignación tranquila surgida de la esperanza de que su próxima vez en Canarias sea distinta. En 2026, como pronto. Hasta entonces… ¡Ay, Madrid!

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