Las fechas cada vez más cercanas a la festividad navideña sacan a la luz un reclamo cultural que sobrevive a base del traspaso generacional. Tres ranchos de ánimas de Gran Canaria —Valsequillo, La Aldea de San Nicolás y Arbejales-Teror, están cada vez más cerca de ser declarados como Bien de Interés Cultural Inmaterial (BIC). Tras siglos de luchar contra el olvido los ranchos ponen el pie en la puerta antes de que se cierre para no dejar que esta peculiar tradición canaria caiga en el olvido.
El Cabildo de Gran Canaria publicó el lunes el anuncio de incoación del expediente. Lo hizo por segunda vez, pues la primera vez caducó. El proceso comenzó en 2017, con la solicitud del Ayuntamiento de Valsequillo.
José Pedro Suárez es uno de los investigadores y especialistas en materia de patrimonio inmaterial que han participado en ese proceso junto a otros expertos. En su investigación exponen el recorrido histórico de esta tradición, los parones que ha sufrido a lo largo de la historia por diversos motivos eclesiásticos y cómo ha resurgido despues de años en los que el silencio reinaba en los ranchos. Además, se establecen una serie de advertencias con respecto al olvido al que se somete esta tradición y la importancia de mantenerla viva en las próximas generaciones.
La dinámica que han seguido los ranchos a lo largo de los siglos es simple. "Son un grupo de hombres y alguna mujer que salen, en el caso de La Aldea, el 8 de diciembre y se recogen el 2 de febrero, el día de La Candelaria, y van de casa en casa, de puerta en puerta. Entonces el grupo le canta a los difuntos de esa casa. Luego normalmente le dan una pequeña limosna al rancho y ellos se la dan al cura para que haga misas de difuntos", explica Suárez.
Cuatro siglo después
Los ranchos de ánimas son una manifestación etnográfica que data del siglo XVII, cuando casi todas las parroquias contaban con cofradías que a su vez tenían vínculos con los ranchos de cantadores que recaudaban fondos para las misas o para las cofradías de las ánimas. Tal y como versa la investigación, en un principio las cofradías y los ranchos eran una misma entidad encargada de recaudar fondos para la iglesia.
Cuatro siglos después, mantener esta expresión cultural representativa de Canarias es todo un reto. "Los ranchos ahora mismo los mantienen la gente que ha estado toda la vida con esto", advierte Suárez. Durante años, los grupos dejaron de ir casa por casa. "En el año 45 del siglo pasado había una advertencia del obispo que prohibía las misas de la luz con instrumentos. A partir de ahí los ranchos desaparecen", explica Suárez. Pero no por mucho tiempo, pues las agrupaciones volvieron a las calles a principios de los años 80, cuando volvieron los tres ranchos de Gran Canaria que desde 2018 reclaman ser reconocidos como Bien de Interés Cultural Inmaterial.
La historia de los ranchos
Gran Canaria no es la única isla que cuenta con la presencia de los ranchos. "En Fuerteventura está el Rancho de Tiscamanita, en Lanzarote hay varios ranchos, en Teguise está el Rancho de Pascuas... Pero en principio los que hacen la función de ánima están en Gran Canaria", asegura José Pedro Suárez.
El Rancho de Ánimas de Arbejales-Teror, también conocido como Los Cantadores, es uno de los que ha mantenido intacta su vocación de recaudar limosnas para entregarlas a la parroquia y destinarlas a las misas para salvar las ánimas, cuyas referencias documentales conocidas se extienden a lo largo del siglo XIX y XX. Sus salidas se concentran entre mediados de diciembre y finales de febrero, cuando visitan viviendas, sedes de las asociaciones de vecinos, iglesias y ermitas de la zona.
El Rancho de Valsequillo, además de dedicar la limosna a misas por la salvación de las ánimas benditas, también destina el dinero recaudado a obras de caridad: personas necesitadas, instituciones benéficas… Este rancho mantuvo una larga tradición en el tiempo y nunca desapareció. Actualmente cuenta con unos 20 miembros activos. Sus salidas se concentran en cuatro fechas que empiezan en la Nochebuena. Fuera de la temporada navideña tiiene una actividad destacada denominada Ranchos de Levantisco.
El Rancho de La Aldea fue uno de los que vio parada su actividad durante años. La actividad se recuperó en la Navidad de 1991 con la participación de personas de la localidad, entre los que figuraban descendientes de los últimos rancheros, que en algunos casos habían conservado los viejos instrumentos.
Bien de Interés Cultural Inmaterial
Excepto en las localidades donde los ranchos siguen cantando a las ánimas, existe un gran desconocimiento alrededor de esta actividad cultural. Por eso los investigadores Óscar Vizcaíno, Francisco Suárez, Juan José Monzón, Lidia Sánchez y José Pedro Suárez, bajo la dirección de Roberto Suárez, han trabajado para que se los considere Bien de Interés Cultural Inmaterial. "Es un patrimonio que está ahí. La idea es protegerlo para que no se pierda. Todo lo que se convierte en un BIC quiere decir que hay que protegerlo, que necesita una protección mejor", asegura Suárez
Los cambios en torno a la cultura de la muerte y la ausencia de relevo generacional colocan a estos grupos en una situación de incertidumbre en relación con la continuidad de la tradición que representan, tan arraigada en las localidades donde se han mantenido. José Pedro Suárez afirma que denominar a los grupos como BIC puede fomentar su conservación. "Se puede proteger divulgándolo. En La Aldea hay muchos ranchos incorporando a niños, a gente nueva porque estos ranchos son de siglos y entonces la gente se va. La gente mayor ya se ha ido. El BIC es precisamente para que la gente siga conservándolo", incide.