Las noticias transcurren en el telediario. Cada una tiene un tiempo justo de 30 segundos y es en ese corto momento en el que se lee el rótulo de cuánta gente ha sido afectada por la guerra, se escucha la voz de la presentadora decir el número, la zona, los motivos. Y es así como la información de un conflicto llega, de manera efímera y superficial, sin conocer el quebranto detrás.
Mario Vega, junto a su equipo de Unahoramenos Producciones, se adentró en ese dolor que nace y crece de los conflictos. En un viaje a Ucrania, acompañado del periodista Nicolás Castellano y la fotógrafa Anna Surinyach, entrevistó a “viudas, madres que habían perdido a sus hijos, personas mutiladas en hospitales…”. Surge de esos testimonios, su nueva obra Protocolo del quebranto.
Testimonios de la guerra
El teatro se convierte en Osel, un no lugar entre fronteras de una zona en permanente guerra. Es un páramo, una idea, un limbo de los vestigios de los conflictos armados que se congregan en una pieza de palés de madera como atrezzo que los personajes convierten en su refugio y su propio infierno.
Marta Viera, Mingo Ruano y Luifer Rodríguez componen sobre el escenario tres vertientes diferentes de la guerra. Son sus tres personajes los que nacen de los testimonios de las entrevistas y de los que el público puede conocer su historia y ver los conflictos a través de sus ojos y vivencias durante la obra, desde la propia piel de la persona, la muerte de un ser querido o, incluso, desde alguien a quién en realidad la guerra no le toca, pero de la que termina formando parte por intereses.
El espectáculo como reflejo de la realidad
Protocolo del quebranto supone esa ficción que refleja la realidad; una realidad que en ocasiones se piensa ficción, lejana y ajena. El director compartía con Atlántico Hoy que si la gente estaba preparada para ver un telediario, lo estaría para ver su obra. Es al sentarse en la butaca frente al espectáculo cuando se comprende esta afirmación.
Rosa María Calaf, figura emblemática del periodismo en zonas de conflicto, participó en el proyecto, al igual que en otra obra del equipo, Moria. Durante el estreno de la obra en el Teatro Pérez Galdós, resaltó la importancia de llevar la realidad al teatro. Como periodista, considera que cada vez se hace más periodismo espectáculo, por lo que cree que “es muy bueno que el espectáculo haga periodismo”. “Es una manera de llegar distinta a la ciudadanía, entrando en realidades que son muy duras de una manera que se digiere mejor”, atestiguó.
El paso de la guerra por las personas
La obra es un reflejo que se ignora balanceándose entre lo que se cree bien o mal desde la moral, que se transforma durante los conflictos. El director consigue reflejar este cambio de visión. ¿Se puede culpabilizar a las personas por lo que hacen a raíz de la guerra? ¿Se puede hablar desde el privilegio de no haberlo vivido? La figura de víctima y victimario se desdibujan y confunden como el reflejo de un charco de agua al pisarlo. Quien creemos víctima, esconde algo y a quién vemos como victimario, carga a sus espaldas una historia que no conocíamos.
El elenco que interpreta a Nadia, Crezck y Luján aportan a cada uno de sus personajes los aspectos que los caracterizan y hacen dudar al público de su moralidad. Se entrelazan y compaginan de manera que tres historias individuales convergen en una, y con solo tres personas sobre el escenario, se narra el paso de la guerra por las personas.
La desesperación y el dolor
Al igual que en otras obras de Unahoramenos Producciones, el montaje de escenografía cautiva por su sencillez y funcionalidad. Es la estructura de palés de madera la que esconde todas las historias y se abre ante el público como una trinchera. No obstante, el agua se constituye como un elemento clave en la obra, acompañando los sentimientos de los personajes. La desesperación y el dolor quedan reflejados con el uso del agua sobre el escenario, brotando sin cesar de una manguera, siendo arrastrada de un lado a otro, empapando la ropa de los actores…Hasta que la lluvia irrumpe y cae en cascada reflejando el quebranto.
Mario Vega logra incomodar al público ante una realidad hecha teatro y, de una manera u otra, llevar a la reflexión de la moralidad que surge y se deforma durante la guerra. Protocolo del quebranto se estrenó en el Teatro Pérez Galdós y continuará su gira en Canarias, así como en Madrid y países de Latinoamérica.
Este espectáculo es un nuevo título del programa de experimentación escénica ‘Laboratorio Galdós Internacional’, en coproducción con Unahoramenos Producciones y con la colaboración de la Fundación Auditorio Teatro de Las Palmas de Gran Canaria.