Imagina “un futuro no muy lejano donde la humanidad ha descubierto la capacidad de enviar la conciencia de una persona al pasado, permitiéndole habitar temporalmente en el cuerpo de sus ancestros. Esta tecnología —Eco Temporal— se usa con fines históricos y educativos. Sin embargo, surge un grupo radical que busca usarla para alterar el curso de la historia y cambiar el mundo a su conveniencia”. ¿Y después?
A una persona le cuesta menos de un minuto pedirle al ChatGPT un guion redactado con el desarrollo de cada personaje, estructurado por capítulos y adaptado a cualquier medio —serie de televisión, película, novela…—. Y si te quedaste con la curiosidad, “en medio de esta lucha por el control del tiempo, una joven historiadora llamada Valeria se encuentra atrapada, intentando preservar la línea del tiempo mientras desentraña oscuros secretos que podrían cambiar su percepción de la realidad”.
Entrenamiento
En ese minuto de búsqueda, Carlos Acosta —guionista en el programa Con el timple a cuestas o el documental de los 100 años del CD Tenerife, Las Otras Once— comienza su entrenamiento diario. Pero no es un entrenamiento cualquiera y tampoco es físico, se trata de escribir. “Es como ir a correr, si lo haces todos los días no te cuesta estar corriendo continuamente, pero si dejas de hacerlo, la fuerza y la energía desaparecen”.
Acosta entrena bastante. “Necesito ponerme a teclear y, poco a poco, la cosa va tomando forma. Tengo una idea y, más o menos, intuyo por dónde quiero que empiece y qué tono debería tener”. Y, entonces, empieza a escribir. “Tardo mucho”, asegura, “porque mastico mucho las frases, los capítulos y las palabras”. Todo va fluyendo pero, a su vez, se exige no tener que volver a reescribir, “es que no me gusta hacer un trabajo de abstracción, me gusta saber lo que va a suceder al final”.
Mente humana
¿Por qué una Inteligencia Artificial nunca va a poder hacer el trabajo de Carlos Acosta? “Normalmente, en la cultura de masas, creo que no se da la importancia de que lo que se escriba tenga la mejor calidad, sino que salga rápido y que pueda llegar con cierta agilidad”. El problema es que, en el mejor de los casos, “lo que puede hacer una IA es copiar, replicar”.
“Decía Arsuaga que no sabemos cómo funciona la mente humana como para saber programar una de forma artificial”, recuerda el guionista. Y al final, por mucha máquina, siempre es necesaria la mano humana. “El mundo del arte funciona porque los propios artistas y creadores dan cosas nuevas y es un signo de decadencia darle al público lo que cree que quiere todo el rato”.
Un mundo sin sorpresas
Acosta pone como ejemplo de lo anterior una de las últimas películas de Marvel. “Es, evidentemente, una película para el goce de tres generaciones diferentes, pero no es un producto sobre el que merezca la pena hacer alguna reflexión”. Por tanto, el objetivo no es que el artista se deba totalmente a su público, al contrario, “le da cosas que no sabe que quiere, productos increíbles para los que no estaba preparado pero que, de repente, le vuelan la cabeza”. Y es que eso, todos los grandes productos que hoy en día son considerados como legendarios fueron cosas que nadie sabía que existían.
“Cuando se trabaja con una Inteligencia Artificial, en el mejor de los casos solo aspiraríamos a eso: a un mundo en el que no hubiese sorpresas”. Aunque Acosta no reniega del avance que supone la IA como herramienta, “hay una cosa muy difícil de explicar en el arte que tiene que ver con cómo se relacionan los personajes, qué palabras o tonos que se emplean, sugestiones, miradas, cómo una secuencia de cocinar no va de cocinar en absoluto sino de la relación entre el padre y el hijo que están cocinando. Cosas así que solo comprendemos nosotros y, además, de una forma muy difícil de explicar también y nos cuesta mucho ponerlas en palabras”, concluye.