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Cultura

Leer a Ribeyro

La literatura es intemporal cuando es literatura, esto es, cuando se escribe para todos los tiempos en los que habite un ser humano carente de respuestas ante las preguntas esenciales de su existencia

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Portada de 'Invitación al viaje y otros cuentos inéditos', de Ribeyro, editado por Alfaguara. / AH

Recuerdo el hallazgo de Prosas apátridas de Julio Ramón Ribeyro hace muchos años en la Cuesta de Moyano de Madrid. Era un libro de segunda mano que empecé a hojear y que me fue abriendo puertas a medida que lo iba leyendo. Lo compré y lo he releído muchas veces desde entonces. Luego siguieron sus cuentos y esa maravilla de escritura personal que es Tentación del fracaso.

Con el tiempo, se ha ido reeditando a Ribeyro y se ha ido redescubriendo la grandeza literaria de su obra, y siempre que he podido le he preguntado a quienes lo conocieron cómo era y  cómo vivía la escritura, aunque por suerte nos dejó muchos pedazos de vida en sus escritos personales y en sus argumentos. Lo que uno no esperaba era encontrar cuentos inéditos del escritor peruano. Los ha publicado Alfaguara, y en ellos volvemos a reconocer a sus personajes siempre cercanos y siempre buscando salidas al final de cada frase, sus historias envolventes, todas esas notas de vidas que luego entran a formar parte de la nuestra, como si uno fuera capaz de habitar la ficción con la misma naturalidad que habitamos el presente. 

En Invitación al viaje y otros cuentos inéditos he regresado a aquella epifanía de las primeras lecturas de Ribeyro, siempre intactas, siempre tan personales y certeras que uno solo tiene que sentarse, leer y releer, y aprender a escribir como lo hacía ese hombre que puso a la literatura por delante de todo lo que la realidad le iba diciendo que era importante. En ese libro, te das cuenta de que la realidad la inventa la literatura y de que necesitamos ese invento para seguir concibiendo alguna esperanza. 

De Lima al Mediterráneo, del amanecer luminoso a la noche de alcohol y sombras, de la ironía a la nostalgia, de la vida y de la muerte, de todo eso escribe Ribeyro en estas ficciones tan necesarias para no extraviarnos y que cuentan con un prólogo de Santiago Gamboa relatando la experiencia parisina con el autor del libro, la crucial entrevista que le permitió seguir escribiendo. El epílogo lo firma el gran Alonso Cueto recordando la figura humana y literaria de Ribeyro, la grandeza de su obra y la mirada al mundo que tenía delante, ese mundo que luego él rehacía para volverlo intemporal y poético. Alguna vez hablé con Alonso Cueto de Ribeyro, y siempre le escuché los halagos y la admiración que ahora cuenta en el epílogo de este libro.

Lean a Ribeyro si no lo conocen, y si lo conocen no se olviden de todo lo que enseña cada vez que regresen a sus argumentos o a sus diarios. La literatura es intemporal cuando es literatura, esto es, cuando se escribe para todos los tiempos en los que habite un ser humano carente de respuestas ante las preguntas esenciales de su existencia. No encontrarán nunca esas respuestas cuando lean a autores como Ribeyro, pero sí podrán adentrarse un poco más en el misterio de la propia vida mirándose en el espejo de algunos personajes y de muchos argumentos. Y aunque sabemos que la literatura se ajusta al título de sus diarios, y que es, por tanto, una tentación del fracaso, también hemos aprendido que solo es en ese fracaso en donde podemos hallar algunas certezas en medio de todos los naufragios.