Juan Guerra en La Regenta

El pintor Juan Guerra expone una gran antológica titulada 'Naturaleza Viva. 1982-2023' en el Centro de Arte La Regenta

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Juan Guerra es la bonhomía y la generosidad; pero sobre todo es un buscador disciplinado y técnicamente formado.
Juan Guerra es la bonhomía y la generosidad; pero sobre todo es un buscador disciplinado y técnicamente formado.

Algunos paisajes y algunos recuerdos son como las novelas de Kundera. Parece que los soñamos. Kundera se marchó un día de mucho calor en Gran Canaria.  También los libros conservan la temperatura de los días que los leímos, y en el escritor checo que vivía en París, esa temperatura llevaba el aire frío de un puente de Praga o de una calle que desemboca en el Jardín de Luxemburgo de París. En ese parque parisino, Kundera soñaba los viajes, en los balandros del pequeño lago en el que los niños empujan las embarcaciones como si fueron capitanes intrépidos. De Kundera quedan los paisajes que uno fue inventando detrás de cada una de sus palabras, los que sólo vemos nosotros cuando leemos en silencio, ese viaje de la literatura que no se detiene nunca en ningún punto y aparte.

Estos días también podemos asistir a un viaje por paisajes recreados en un estudio después de ser soñados, leídos o visitados. Da lo mismo cualquiera de esas acciones porque al final lo que queda es la imagen que se recrea en medio de la nada, como nos recreamos nosotros en los espejos cada vez que nos miramos. El pintor Juan Guerra expone una gran antológica titulada Naturaleza Viva. 1982-2023 en el Centro de Arte La Regenta. La obra de Juan, que recorre esos caminos tan oníricos como reales, la fue eligiendo pacientemente el comisario de esta exposición, Antonio M. Pérez, y en esa travesía que luego hacemos nosotros por las salas de la antigua fábrica de tabacos vamos reconociendo lo que no era nada antes de llegar al lienzo, los perfiles de unos riscos o de unas montañas, o las casas de una ciudad inventada, silenciosa, sin personas y sin nombres, pero reconocible en los detalles de todas las ciudades que quiso plasmar el pintor cuando trazaba sus propias realidades. 

Juan es la bonhomía y la generosidad; pero sobre todo es un buscador disciplinado, técnicamente formado, y sabedor de que todo lo que vivimos se puede convertir en esa materia fatuamente eterna que llamamos arte. Estos días leo a Petrarca, un sabio que hace muchos siglos ya nos contó la misma condición humana aunque no hubiera viajes espaciales ni redes sociales. El ser humano sigue siendo un buscador de rastros de sí mismo en todos los detalles de su vida cotidiana. Petrarca plantea que un mortal nunca podrá crear nada inmortal aunque sueñe con la posteridad y con esa vida que creemos que seguirá aconteciendo cuando ya no estemos. Creo que somos lo que vamos viviendo y lo que vamos sintiendo intensamente, y que todo lo demás es vanidad de seres que a veces nos creemos que volveremos después de muertos como mismo regresamos del último sueño. A lo mejor estamos volviendo todo el tiempo y no nos damos cuenta. Y quizá por eso escribimos y pintamos, para dejar pistas en las que reconocernos si acontece ese milagro y carecemos de memoria para entender lo que hoy sigue siendo un arcano, el origen de nuestra vida y el final de nuestro trayecto mundano. Kundera también se acercó a esa inmortalidad. Recuerdo un verano en Madrid leyendo ese libro fascinante que es La inmortalidad. Hacía mucho más calor que este calor del que nos quejamos en Gran Canaria. Sigo allí y estoy aquí al mismo tiempo. Y creo que seguiré estando siempre donde el arte me detenga en algún momento. 

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