Para empezar, el cliché: segundas partes nunca son buenas si no las dirige Coppola. Las terceras tampoco, pero Estopa, Maná y Cruz Cafuné prometen una catarsis grupal que clausurará la tercera edición de un Granca Live fest que ya se ha convertido por derecho propio en cita obligada para todos los julios que están por venir en la isla redonda.
Como hoy sucede con la industria cinematográfica internacional, el circuito musical incluye, por derecho propio, a Canarias como una plaza a la que acudir sin temor. Aquí llenamos, y la productora New Event tiene mucho que ver en ello.
Le doy cariño a la promotora porque ahora llega el palo. Lo de Black Eyed Peas fue durísimo, como se percibía sin excepción a la salida del concierto, puntual a las tres de la mañana. Nadie entendía nada. Poco más de media hora cantó la banda liderada por Will.I.Am antes de partir con dos clásicos imprescindibles sin cantar. Where is the love?, se preguntaba hasta el menos ducho en el idioma de Shakespeare.
Por lo que se contaba en los mentideros hubo drama. Los americanos querían salir pero Mora (algunos deseaban añadir una ’t’ al final) tardó más de lo debido y bueno, el resto es historia que no está para relatar. Ya fue suficiente ver al portorriqueño cantando con el micro apuntando a todos los lados salvo a su boca. Shut up, shut up.
Jugaba España
La jornada empezó con un handicap inesperado cuando se conformó el festival. La selección española de fútbol jugaba los cuartos de final de la Eurocopa a las cinco de la tarde y muchos postergaron su llegada hasta que Mikel Merino cabeceó a la red el gol que nos clasificaba. No fue un problema porque la motivada ayudaba a que la cita fuera más épica si cabe. Lo demuestra la cantidad de camisas rojigualdas que poblaban el césped.
Mientras rodaba la pelota Flor SZ, y sobre todo Nía, calentaron los ánimos de los que decidieron gozar desde el primer minuto. Luego vino Álvaro de Luna, que tiene en temas como Todo contigo y Juramento eterno de sal dos ases sobre la manga para comulgar con el público. El chico es bueno, vendrán más.
Luego entró al campo Juan Esteban, AKA Juanes, y la cosa cogió color. Para entonces el estadio estaba mucho más lleno de lo que estuvo para ver a Robbie Williams, esa variación de George Best para la canción británica.
Juan, es
El cantautor colombiano aprovecha eso que tienen los que escriben y cantan sus propias canciones. De vuelta a sus greñas, las cuales apartaba recurrentemente de su cara, supo cómo meter en el horno el pastel nostálgico que bien podría ser ese plato que solo puedes disfrutar cuando vas a comer a casa de tu abuela.
Si en su repertorio están La camisa negra, Fotografía y A dios le pido, ¿qué más le podemos pedir? (vale sí: que no invente, como la nueva versión de Mikel Izal). Ya se notaba entonces que Robbie Williams fue un rara avis el día anterior, primus inter pares en Gran Bretaña pero en Canarias una anécdota que contarle a los colegas que un día canten Feel y Angels de borrachera melancólica.
Melendi, la sorpresa
Cuatro veces ha estado el bueno de Ramón en Canarias en el último año y poco. Exigencias innecesarias aparte, la petó en el Fiestorrón (aunque parase tres veces el concierto) y la volvió a liar anoche en Siete Palmas.
Es curioso que en marzo, cuando estuvo en Tenerife con sold out incluido, la vibra fuera tan distinta. La gente -cuenten a quien escribe- se iba yendo (así, redundante) antes de terminar el espectáculo.
El público cantaba, obvio, pero no como anoche. Gargantas ya rasgadas tras el esfuerzo con Juanes no desfallecieron y, cual Dani Olmo en el 121’ pegado a la línea de cal, hicieron caso omiso de las recomendaciones acompañando al asturiano hasta su último aliento, quien respondió de vuelta cantando sin parar sus grandes éxitos.
Bravo Melendi, la noche estaba para dejar cantar a una audiencia entregada -y lo podía haber hecho- pero lo dio todo. Ya hace milenios hablaba Aristóteles de la catarsis. Solo bajo ese prisma se entienden momentos como el suyo de este 5 de julio en Las Palmas, cuando los móviles hacían las veces de mechero (eran muchísimos), cuando no dejó de corearse ni una de sus canciones. Cuando se convirtió, por un momento, en el ídolo indiscutible de toda la afición.
'Where is the love?'
Ya la cosa iba tarde, pero nadie esperaba el desenlace final. Black Eyed Peas era uno de los reclamos del Granca 2024 y desde que se anunció el orden de actuación la gente se hacía la pregunta: ¿A la 1.30 sale esta gente? ¿Solo una hora? Acabáramos.
Antes de ellos iba Mora. Sin comentarios para no quedar mal. No porque se pasase la mitad del concierto bebiendo, tampoco porque micro y voz estuvieran más descoordinados que los comentarios de los presentadores en las campanadas de fin de año.
La cuestión es que a las 2.21, nueve minutos antes de que supuestamente terminase el espectáculo que estaba por comenzar, salió a escena Black Eyed Peas para tocar su prometida hora de concierto. Sesenta minutos que dan para mucho si hablamos de un grupo que tiene temas que, pese a la ausencia de Fergie, su voz femenina original -muy bien suplida, por otra parte-, levantan a cualquier público alrededor del mundo.
Cómo íbamos a pensar que, en los cuartos precedentes a las tres de la mañana, aquel grupo ataviado con gafas estilo La Mosca Tsé-Tsé, se despediría sin haber cantado los temas que le hicieron famoso. Una decepción mayúscula para todos aquellos que aguantaron el chaparrón (literal y figurado) con las ganas de declamar: “yo estuve ahí”.
Eso sí, el tiempo que regalaron en el escenario estuvo de cine. Tanto que cobró sentido la idea de que la organización sabía lo que se tenía entre manos. La lluvia, un día más, inspiraba a todos los que no bajaron las manos en ningún momento. Muchos se sintieron Leonard Hofstadter (Johnny Galecki en The Big Bang Theory) motivado en su coche cantado I gotta feeling y quizás por ello la decepción fue tan grande.
“Where is the love?” se cantaba una y otra vez mientras se esperaban guaguas y taxis, una fórmula empleada para no sentir que aquella media hora, maravillosa cuando el tiempo la ponga en contexto, fue tremendamente decepcionante.
Un drama para aquellos que pagaron solo el viernes. Para quienes disfrutarán de la sesión del sábado no lo es tanto. Estopa y Maná nunca fallan. No será esta la primera vez.