Oye, Alexis, que me dice Said que con quién se va a pelear ahora y que a quién le va a esconder los cigarros. Allí comimos la última vez. Te fuiste al baño e invitaste a traición. Quedamos en que yo pagaba la próxima. Y quedamos en que cuando vinieras de Aridane Criminal nos íbamos a sentar una vez al mes, Pepe, Emilio, tú y yo para comer y reírnos. Esa iba a ser la condición: que cada uno viniera con una historia que lograra la carcajada del resto.
Hoy me llamó Emilio. Tenía una llamada perdida y varios wasaps, pero fue el maestro, Emilio, el que me dio la noticia. Hace años, fuiste tú el que me anunciaste que Lola Campos-Herrero había alzado ese vuelo a la eternidad en donde las novelas nunca acaban y siempre empiezan desde que alguien recuerda. Me fui a comer al Amal porque no sabía dónde meterme. Casi no he contestado a las llamadas y a los mensajes, y sólo trato de poner en orden este desorden emocional que ha dejado tu ausencia. He comido una pastela, un cuscús con vegetales y luego unos dulces con té. Y una copa de vino blanco seco, frío, para engañar un poco a la muerte. Pero no, a la muerte no se le engaña. Tampoco a la tristeza. Si me vieras escribiéndote un obituario, me vendrías con aquello de que soy un coñazo de melancolías, ternuras y penas; pero esta vez no me queda más remedio. Por eso he empezado con Said, para poner una cierta distancia entre la parca y nosotros, para engañarla como hacemos cuando escribimos novelas, para pensar que esto es sólo una broma macabra y que dentro de un rato me llamarás entremezclando onomatopeyas con carcajadas.
Pienso en Thalía todo el tiempo. Fue quien te aportó la calma, la mesura y la confianza. Y quien te amó, y eso, tú bien lo sabes, es al final lo único importante. Ayer mismo salíamos los dos en la tele hablando de Lola, de lo que nos enseñó, de su ejemplo y de cómo, gracias a ella, fuimos siempre como hermanos, cada cual haciendo su camino, cada cual creciendo desde la estela del que iba delante. Tú ibas delante. Lo siento por los canallas y por los mezquinos que te atacaron, que los hubo y quedan escritos a no ser que ya estén borrando sus ruindades. Se lo tenemos que recordar, que eras el más grande. Lo hablaba hace un monento con Pepe Correa. Los dos estábamos de acuerdo, Pepe me decía que eras nuestra punta de lanza, y yo le añadí que fuiste el único de todos nosotros que se abrió camino internacionalmente y que ganó algunos de los más grandes premios nacionales. Y nadie te regaló nada, Ravelo, fuiste el más difícil que lo tuviste de todos nosotros. Se lo decía el otro día a Valeria Correa Fiz delante de las puertas del antiguo Cuasquías. Todo lo que lograste fue por tu trabajo, tu fe ciega, tu coraje y tu talento. Nunca le había preguntado a Said qué significaba Amal. Said me dijo que Amal significaba esperanza. Con eso me quedo, Alexis, con todos tus buenos libros y con esa esperanza de que la muerte no sea más que un sueño que no logramos entender los que todavía estamos aquí debajo.