En la vida hay cosas que, te gusten o no, nunca fallan. El Real Madrid en una final de Champions League, el mensaje del rey en Navidad, el mojo acompañando a las papas arrugadas. A esos pocos pero indefectibles momentos se puede añadir otro: el éxito de Marc Anthony cada vez que visita Tenerife.
El viernes estrenó el neoyorquino (sí, nació en Nueva York aunque es de ascendencia portorriqueña) su gira europea en Gran Canaria, con más de 12.000 personas que acudieron al pistoletazo de salida.
Un día después Santa Cruz retomó el espíritu de Michael Jackson, mismo sitio distinto lugar, y congregó a más de 23.000 espectadores según las cifras ofrecidas por la organización, sin contabilizar a la ingente cantidad de personas que se acercaron a las inmediaciones del recinto para disfrutar del artista latino más internacional.
Bobby Bob y St Pedro inauguraron el Tenerife Music Festival, calentando a un público que a mediados de la mañana se aglomeraba a las puertas, con filas improvisadas, y una hora antes de la apertura ya se intercalaba con los niños que jugaban en el parque de La Gesta. Poco importaba el inexplicable mal tiempo en un 8 de junio porque se notaba, se sentía, que se estaba ante la ciudad de las grandes citas.
Efecto Pasillo fue el telonero de lujo para que, con un poco de pan y mantequilla -easy peasy-, entrara en escena Marc Anthony. Superan la decena sus conciertos en la Isla, pero nunca importó si fue en el norte, en el sur o en Garimba. Tenerife tiene con él una historia singular.
Su entrada en España
Antes de que Steve Jobs revolucionara el mundo con los smartphones, con su subsecuente impacto en el mercado musical, los artistas latinos se introducían en el mercado español a través de Canarias. Si triunfaban aquí, la Península era el siguiente paso, casi siempre exitoso.
La lista es interminable, pero citando solo a cinco, de ayer y de ahora, obviando a nuestro protagonista, queda buena cuenta de la impronta canaria en los gustos musicales posteriores del resto del país: Celia Cruz, Juan Luis Guerra, Luis Fonsi, Romeo Santos (Aventura -son las cinco en la mañana”) o Daddy Yankee.
Anthony se hizo un nombre en Canarias mucho antes de compartir cartel con Denzel Washington, de ser una leyenda viva de la música en español y de su matrimonio con Jennifer López. Ahí va otro dato, hablando de aquella relación: cantaron su hit No me ames en el festival Aquaviva en el sur de Tenerife a principios de siglo, una sorpresa que nadie esperaba y que trascendió nuestras fronteras.
La magia
Tras muchos conciertos a las espaldas uno cree saber por donde va a tirar la velada. Después de mucho Marc Anthony, decepcionado además por una actuación en el Granca Live que fue para olvidar, las esperanzas eran vagas. Gracias, nada mejor que ir sin expectativas.
El respetable se enfundó el traje de gala y lo cierto es que Marc tiró pa’lante. Se podría obviar el runrún de que ya no es lo que era, que pone el piloto automático y se deja ir (rollo Alejandro Sanz) para que sea la audiencia quien cante himnos como Te conozco bien, Hasta ayer o Vivir la vida -esta haciendo sufrir hasta el último minuto a los más incrédulos, penando ante la posibilidad de que no la cantase-.
Si es así es en otras plazas, pobrecitos. En Tenerife no, como demostró la comunión instantánea, la catarsis incuestionable que vivió su culmen cuando el cantante, al modo de Juan Pablo II, se arrodilló y besó el suelo tras una ovación especialmente emotiva. Si fue impostado este chico tendría que haber tenido una carrera mejor que Dakota Fanning.
Por ser al aire libre no se puede decir que el edificio se caía en aquel momento. ¡Cómo es él! El homenaje a Perales nunca le falta cuando visita la isla. Conoce a tu público, se le puede atribuir también. Poquito rastro de sus canciones más actuales porque no hacia falta. Tampoco del álbum Mended, con temas que nunca omite de su repertorio como Tragedia o Te tengo aquí. Qué más da.
La gente no se iba, no quería irse. La magia estaba servida y ni siquiera el neófito pensaba en la partida. Porque si se iba Marc Anthony… ¿Ahora quién?