Reflexionaba durante una recepción con motivo de la celebración del Fórum de A Coruña. Muchos de los cocineros que observaba estaban en plena forma y algunos lucen potentes tatuajes. Aunque parece ser que el estereotipo se difumina a pasos acelerados y es que, de resolver enigmas, llama la atención el de qué comen esas mujeres y hombres del top culinario.
En muchas ocasiones, si preguntamos por ello a los cocineros insignes, no puede extrañarnos: optan por lo más sencillo para alimentarse. Una vez cayó en mis manos el libro “El chef en casa” (Planeta), de Magda Carlas, diestista que pidió a varios de los mejores artífices de la alta cocina (Joan Roca, Ferran Adrià, Jordi Cruz, Paco Roncero, Carme Ruscalleda, Juan Mari Arzak, los gemelos Sergio y Javier Torres, además del buen amigo Martín Berasategui) que describiesen su menú semanal.
Cuenta la autora que “es curioso que la mayoría no se escude en que probar los platos -obligado para todos- sea motivo de que algunos de los entrevistados tengan algún kilo de más. Son honestos y reconocen sus perdiciones, muchas de ellas dulces y otras relacionadas con la atracción de la nevera”.
Los chefs de renombre están concienciados –y cada vez más- en la necesidad de alimentarse saludablemente y hay una tendencia firme a cuidarse. “Nada que objetar si tenemos en cuenta que casi todos comen y cenan en sus restaurantes, junto con sus equipos, y sólo los que tienen niños pequeños cocinan y comparten con ellos las cenas, antes del servicio”.
También deja constancia de que todos, de algún modo u otro, practican ejercicio de forma regular; desde los paseos por el monte de Martín Berasategui a las auténticas palizas ciclistas de Paco Roncero. Asimismo, descubre que en la dieta de todos, excepto Carme Ruscalleda, faltan legumbres y brilla por su ausencia el pescado azul.
En definitiva, “El chef en casa”, supuso una interesante para comprobar cómo estos cocineros se relacionan con la comida; saber que no están por el caviar o el marisco sino por un buen embutido, el pan, los helados, las gominolas o un buen potaje con pringá.