Santiago Negrín

Opinión

Ansina no es Mortadela

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Llegué al final del Puente Galcerán, me paré en el semáforo y los vi. Por un lado, trabajadores, familiares y mayores de ANSINA, la empresa pública que los cuidaba y que el Cabildo ha cerrado. Por otro, la ideóloga del cerrojazo, la Consejera de Acción Social, Marian Franquet (PSOE). Unos, bocina y pancartas en mano, manifestándose. La otra, sentada en una terraza, enfrente, desayunando a gusto mientras los miraba.

Recordé el video de una Comisión del Cabildo, en la que la tal Franquet, era cuestionada por la oposición acerca de cómo se iba a solucionar el asunto, visto que, cerrada ANSINA, alguien se tendría que estar ocupando de nuestros mayores. Respuesta de la consejera: “No sé...no puedo darle respuestas del cómo haremos las cosas si aún no hemos definido el qué vamos a hacer”. Aterrado me quedé. ¿Se cierra un tema tan delicado, el 1 de junio, con nuestros mayores de por medio, sin planificar y tener un nuevo proyecto de atención? 

Algún dirigente socialista, ya me había comentado que se trataba de acabar con las tan cacareadas “fiestas de la mortadela de CC”, donde divertían a los puretas a cambio de los votos. Me viene a la cabeza algún Ayuntamiento Socialista que divierte a base de bocatas de chorizo. A mí, sinceramente, me importa un carajo que el proyecto ANSINA, sus trabajadores, los mayores, los lleve CC, el PSOE o Tato “El Coneja”, con mortadela o con chorizo.

No es cuestión de Política. ANSINA no es mortadela, no es chorizo, son nuestros mayores, su ocio, su formación, su deporte, en un proyecto premiado y copiado a nivel nacional, y que, en octubre pasado, recibió el respaldo unánime de todos los grupos políticos del Cabildo, incluido el PSOE que felicitó expresamente a los trabajadores. Sí, el mismo partido que ahora lo cierra y manda a casa a esos trabajadores, con permiso retribuido (que pagamos entre todos) y sin nada que hacer. Todo un ejemplo de previsión y sensibilidad en un tema tan delicado.

Me quedé mirando, las caras de indignación de un par de mayores que bocina en mano, seguían, inasequibles al desaliento, protestando por lo suyo y no por la mortadela. Mi última mirada fue para una aburrida consejera, que seguramente sopesaba, acabado su delicioso cortado y pulguita (¿de mortadela o de chorizo?), cómo entrar al edificio del IASS sin que la molestaran mucho los “manifas”. Al fin y al cabo, y en su pensamiento, unos enchufados más de CC a los que hay que borrar del mapa.