Tetracampeón y 'bestia negra' del Madrid

Luis Padilla nos lleva hasta el año 1935, cuando el CD Tenerife lograba su cuarto título regional y ganaba fama de 'gallito' ante rivales como el Real Madrid.

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El Tenerife conquistó en 1935 su cuarto campeonato insular consecutivo. No lo hizo sin perder un partido, como en las dos temporadas precedentes, pero sí tras sumar nueve victorias y una única derrota en un torneo que contó con seis equipos [Tenerife, Unión, Cataluña, Iberia, Hespérides y Salamanca] tras el descenso del Moderno. Por el camino, completó exhibiciones memorables –como el 4-0 al FC Wien (Austria) el día de Reyes– y mantuvo su condición de 'bestia negra' del Madrid, pese a que los merengues exigieron celebrar un choque “en terreno neutral”. Los blanquiazules se fueron al campo España (Las Palmas) y arañaron un 0-0 ante el subcampeón liguero.

Eso sí, el Tenerife no compitió en la Copa de España, pues en los años impares el premio era para el campeón grancanario, un Victoria que invitó a los blanquiazules a Las Palmas para “recaudar los fondos necesarios para desplazar a nuestro equipo a la Península y participar en el Campeonato de España”, nombre del torneo durante la República. La visita dejó dinero en las arcas del Victoria... y goles en su portería. Los blanquiazules se impusieron 1-4, con tantos de Morera (2), Arencibia y Quique. Antes, el Tenerife había conquistado el campeonato insular en dura pugna con el Unión de figuras como Basilio, Peregrino, Ramón Mesa, Gabriel Jorge o Guiance.

La victoria del Unión (2-0) en la primera vuelta en La Avenida hizo que la cita posterior en el Stadium fuera decisiva. Eso sí, los de El Cabo estaban obligados a ganar, tras tropezar con Cataluña (3-1) y Salamanca (4-4). En la cita decisiva, aunque Quintana adelantó al Unión, la victoria (2-1) fue para el Tenerife, que remontó con goles de Nieto y Chicote y formó con: Fernández; Matroyo, Ruperto; Arencibia, Morera, Cubas; Quique, Nieto, Chicote, Semán y Luzbel. Los 'unionistas' se tomarían la revancha en el Trofeo 'Truts Joyero'. Tras un triunfo para cada equipo, el Unión ganó (3-1) en el desempate con tantos de Gabriel Jorge, Peregrino y Quico Tejera.

En el capítulo de fichajes, el club que presidía Pelayo López –y tenía de vicepresidentes a Heliodoro Rodríguez y Ángel Capote– recuperó al portero Gilberto Cayol tras su paso por el Madrid... y perdió a José Rancel, interior de corta estatura y gran talento que en ese curso 34-35 fue vital en el único título liguero del Betis. Eso sí, mantenía potencial para tutear al Madrid, de gira por Canarias tras la visita de 1932, cuando cosechó dos derrotas y un empate contra el Tenerife. Con ganas de revancha, los merengues trajeron todas sus figuras: Zamora, Ciriaco, Quincoces, Luis y Pedro Regueiro, los grancanarios Valle e Hilario Marrero, el goleador Sañudo...

Con los refuerzos de Quico Tejera (Unión) y el extremo Paco Roig (Salamanca), que tras la guerra sería leyenda del Celta, el Tenerife se impuso (1-0) en el Stadium con gol de Quique. Tres días después volvió a ganar (3-1) con tantos de Quico Tejera (2) y Roig, mientras que el tercer partido acabó en empate (2-2), con dianas locales para Quico Tejera y Quique. En resumen, una afrenta para el Madrid que tenía concertado un amistoso en Las Palmas –en el que goleó (0-4) al Victoria– y pidió revancha “en terreno neuetral”. La cita se fijó en el campo España de la capital grancanaria, donde el Tenerife había perdido (2-4) un mes antes ante el Liverpool inglés.

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Formación del CD Tenerife de la 34-35.

No hubo revancha para el Madrid aquel 7 de julio de 1935, domingo en el que el Tenerife se vio arropado por 400 incondicionales desplazados a Las Palmas en el 'Ciudad de Melilla'. La gran actuación de Cayol en la portería blanquiazul hizo que se mantuviera hasta el final el 0-0... y que el Madrid exigiera un desempate. Eso sí, la cita fue en el Stadium y el Tenerife se exhibió (4-1), con goles de Semán (2), Roig y un tanto de antología de Arencibia, de espaldas al maco y de tacón. Tres meses después, el Atlético Madrid fichó por 35.000 pesetas –precio de una casa en Santa Cruz– a Arencibia, al que convenció con un sueldo de 1.500 pesetas mensuales.

Otro crack que emigraba. Era el destino del Tenerife.