La solidaridad es uno de los valores humanos más importantes y que más pueden cambiar el mundo. Implica ayudar a los demás sin intención de recibir algo a cambio, un acto de generosidad que puede cambiar muchas vidas, empezando por la de uno mismo. Así es para la joven canaria Carla García Medina, que ha sido galardonada recientemente con el Premio Nacional de Juventud 2017, en la modalidad de ‘Voluntariado’, que concede el Instituto Nacional de la Juventud (Injuve) del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad del Gobierno de España.
La candidatura de Carla García fue presentada por el Instituto Universitario de Ciencias y Tecnologías Cibernéticas (IUCTC) de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), por la labor de voluntariado que esta joven grancanaria ha desempeñado en Camboya con tan sólo 17 años de edad, y que culminó con el desarrollo de una aplicación informática, utilizada por al menos 10.000 trabajadores. Este premio pretende estimular y reconocer la trayectoria y el esfuerzo de jóvenes que ponen de manifiesto su compromiso en distintos ámbitos de la sociedad.
A su regreso, Carla García explica a AtlánticoHoy todo lo vivido y lo que ha supuesto para ella la recepción de este premio, que no ha hecho más que ratificar una decisión en su interior: formarse lo más posible, en este caso en informática, para poder ser útil a los demás.
Carla junto a un trabajador de IDEA y un conductor de tuck tuck, socio de IDEA | CEDIDA
"No. La verdad es que no me lo esperaba. Cuando fui a Camboya lo hice por mi gran afición a la informática y por mi deseo de ayudar. Hay muchas personas en España haciendo labores solidarias y muchísimas cosas importantes por los demás. Entiendo que, a lo mejor, el premio me lo hayan dado por ser la más pequeña, pero todo esto es impresionante para mí. Me han felicitado muchísimo".
-¿Eras consciente de que a través de esta experiencia podías ayudar a tantas personas?
"Cuando uno hace algo así no se da cuenta hasta que se lo dicen. Entiendo que en dos semanas no puedo cambiar el mundo, pero con todo lo que me han dicho al darme este premio es cuando he entendido que realmente lo que he hecho ha podido ser algo impactante. Con todo esto me he dado cuenta de que, cuando uno hace lo que le gusta, puede acabar llegando muy lejos".
- ¿En qué consiste esta aplicación informática que han utilizado ya 10.000 trabajadores?
"Condensé la página web que tiene la organización y la puse en forma de aplicación. También pueden acceder los socios y personas que no lo son a un formulario que les ayuda a inscribirse para poder, a su vez, hacerse socios de la organización no gubernamental".
Un joven trabaja en Camboya sin las más mínimas medidas de seguridad | CEDIDA
"Antes había estado en Alemania realizando unos cursos para aprender el idioma. Con la ola de refugiados que había, descubrí que muchos de los participantes en los cursos de alemán lo eran. Me di cuenta de que hay gente que es maravillosa y que, lamentablemente, han tenido que huir de su país. En los medios oímos noticias sobre que un número muy amplio de personas se han visto obligadas a escapar. Escuchas un número y no te das mucha cuenta de que son personas con una vida. Estaba con gente de mi edad que me hablaba de sus exámenes, sus vidas, sus amigos y que, de repente, un día se tuvieron que ir dejándolo todo atrás. Perfectamente podría pasarnos a nosotros lo mismo. Esto me hizo más humana en este sentido hacia la gente que lo pasa mal, porque he estado con ellos. Quiero ayudar y, si es con la informática, que me encanta, mejor".
- ¿Cómo describirías esta experiencia? ¿Ha sido más duro o gratificante?
"Es un poco de todo. Muy gratificante. Estaba preparada para ver pobreza, pero creo que no tanto. Es también raro. Es una pobreza industrial en el sentido de que tienen teléfonos móviles, coches, hay muchísimas motos, tienen medios, pero creo que es más cómo los emplean lo que les hace no ser un país tan desarrollado como otros. Tienen carreteras, pero no leyes de conducción. No hay aceras, que creas o no cambian mucho la calidad de vida por la falta de seguridad. Caminas junto a los coches".
"Estaba con gente de mi edad que me hablaba de sus exámenes, sus vidas, sus amigos y que, de repente, un día se tuvieron que ir dejándolo todo atrás. Perfectamente podría pasarnos a nosotros lo mismo. Esto me hizo más humana en este sentido hacia la gente que lo pasa mal porque he estado con ellos. Quiero ayudar y, si es con la informática, que me encanta, mejor"
"Creo que sí. A mi alrededor no había gente tan joven como yo, pero sí que provenían de todo el mundo. Fui con una empresa que te pone en contacto con organizaciones no gubernamentales. Ellos te proporcionan el alojamiento y te quedas allí con grupos. La edad mayoritaria era entre los 20 o 30 años, pero también había voluntarios más mayores. La más pequeña era yo".
¿Estamos concienciados en ayudar a los demás?
"Hay personas dispuestas a hacer voluntariado, pero no sé si el que se hace realmente ayuda. Por ejemplo, algunas personas iban allí a cuidar a niños. Y aunque eso ayuda a corto plazo y es necesario, ayudar a las familias, o lo que hice yo, ayudar a trabajadores, no solo acaba ayudando a una persona, sino a familias completas y a una sociedad entera. Implica no solo ayuda a corto, sino a largo plazo. Por eso pienso que habría que plantearse un poco el tipo de voluntariado que se está haciendo".
Una calle de Camboya donde Carla estuvo ayudando | CEDIDA
"Es complicado. Primero analizaría la situación. Depende de cada país. Algo que veo muy importante es, más que ayudar económicamente, dar clases de higiene y de seguridad alimentaria a la población. Tenían agua pero, por ejemplo, la comida se vendía en el suelo, en las carreteras. Eso en un país desarrollado no lo ves y tan solo es cuestión de poner una mesa".
Más información: https://t.co/RNjZUItDQF— Universidad ULPGC (@ULPGC) 4 de enero de 2018