El mundo, sus noticias, la realidad que aparece en los medios de comunicación, el caos informativo de las redes sociales, la mentira, sobre todo la mentira, hacen que uno pierda, poco a poco, la esperanza en que la vida de los humanos en este planeta se acerca a la fraternidad más que al cainismo. No lo están poniendo fácil, y cada día parece una pequeña batalla que se pierde. Y es verdad que pasa el tiempo y que todo cambia inevitablemente, pero en ese tránsito se entiende que estaba el aprendizaje para tomar las decisiones correctas con la experiencia de lo que había salido mal antes. Eso es lo que tratamos de hacer todos en el camino de nuestra existencia, nos equivocamos, acertamos; pero siempre aprendemos para intentar mejorar lo que estamos haciendo.
La educación es la piedra angular sobre la que poder construir un futuro diferente, la siembra que está bajo tierra, lo que luego brota si se cuida la cosecha y si la suerte se pone de parte del esfuerzo. El otro día acudí a una acción medioambiental en la costa del Castillo del Romeral. La organizaba la Fundación Acuorum y Canaragua, y en ella participaban algunos de sus estudiantes canarios becados junto con un grupo de jóvenes inmigrantes. Los becados por Acuorum y las empresas y fundaciones que le apoyan forman parte de esa siembra que comentaba hace un momento. Cuentan con las becas para cursar bachiller internacional gracias a su expediente académico y a la proyección de sus sueños. Hubo un cruce casi mágico entre los participantes, compartieron las experiencias vitales y juntos ayudaron a limpiar una costa que, a veces, sufre las negligencias de los humanos que no entienden que sin no cuidamos a la naturaleza no habrá futuro que nos salve.
En ese encuentro conocí a un joven senegalés de 17 años que estudia Hostelería, hace prácticas en empresas, acude luego a homologar su bachiller para ser universitario, practica deporte diario y no se queja de lo difícil que se lo ha puesto la vida. Aprovecha cada una de sus oportunidades, como otros de sus compañeros que acudieron esa mañana al sur de Gran Canaria. También me dijo que le gustaría ser escritor y que querría contar las historias de sus amigos, de sus familias y del viaje de tres noches en cayuco desde Nuakchot hasta Tenerife. Yo salí ese día más esperanzado por la vida que nos espera. Hay muchas fundaciones como Acuorum sembrando futuro con compromiso y con acciones necesarias, muchos jóvenes que se levantan cada día persiguiendo sus sueños y muchos jóvenes inmigrantes que no pararán hasta conseguir un futuro mejor en nuestro entorno. Ese esfuerzo individual es el que puede derrotar a la mentira, a la corrupción y a todos los que están empeñados en destrozar la vida, efímera y milagrosa, en este planeta. Eso sí, necesitan nuestra ayuda y nuestra experiencia para que no los engañen como nos han engañado a nosotros tantas veces. Cada cual tiene que reinventarse muchas veces para salir adelante. Esos jóvenes ya lo saben. También han aprendido que el esfuerzo abre caminos, pero casi nunca de forma inmediata. Hay que sembrar primero y cuidar la cosecha si queremos tener alguna esperanza. Si no es así, dejaremos el camino expedito a todos los sátrapas.