Las ganas de trabajar de las personas migrantes no faltan, pero “las empresas tienen que dar oportunidades”. Ese es el mensaje que han expresado Ivanosky y Rafael, dos personas que como tantas otras se encuentran con múltiples barreras para encontrar un puesto de trabajo tras migrar.
Los dos han contado su testimonio durante el I Foro de Alianzas Responsables, organizado por la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) en la Casa Colón (Las Palmas de Gran Canaria). Un encuentro dirigido a empresas que quieran conocer cómo colaborar con las personas refugiadas a través de oportunidades laborales, iniciativas solidarias y sinergias innovadoras.
El impedimento de la silla de ruedas
Ivanosky es de Venezuela - de los países que más refugio solicitan, junto a Colombia, de donde procede Rafael -. Hace casi tres años que llegó a las islas y su caso es particular. Más allá de tener la tarjeta roja - el documento acreditativo como solicitante en tramitación de protección internacional -, también tiene discapacidad y eso se ha convertido en un calvario en su búsqueda de empleo. “Desde que digo que voy en silla de ruedas, todas las ofertas de trabajo se caen”, a pesar de hablar el idioma y tener las habilidades necesarias.
La trapisonda entre la documentación de residencia y el certificado de discapacidad le han hecho plantearse muchas veces volver a su país, donde siguen viviendo su hija y su nieto. Cuando vino, su certificado de discapacidad de Venezuela no le sirvió y cuando consiguió tenerlo en vigor, al estar vinculado a su documentación, se le vence cada tres meses y resulta muy difícil renovarlo, tardando incluso un año la última ocasión y sin posibilidad de acceder a la ayuda por su grado de discapacidad.
Reitera durante su ponencia que solo quiere un trabajo que le dé independencia porque ahora mismo se está quedando en el sillón de la casa de su hermana, que vive con sus hijos pequeños. Pero para poder conseguir ese trabajo, “es necesario que las entidades y las organizaciones den oportunidades”.
“Necesitamos oportunidades”
Rafael tampoco consigue un empleo. En su caso, hace un año que llegó a las islas tras sufrir varios secuestros en Colombia y verse obligado a enviar a sus hijas a Francia para asegurar su seguridad.
A pesar de que en su país de procedencia contaba con múltiples títulos en finanzas y administración, y trabajaba llevando las cuentas en un hospital privado internacional, aquí se ha encontrado con un panorama desalentador sin ninguna posibilidad laboral y “muy poca empatía”.
“Las empresas no te escuchan ni te dan la oportunidad. Eso termina provocando que te veas haciendo lo que sea”, indica Rafael, que se ha visto también con barreras como la del idioma, aunque hable español, al usar algunas palabras diferentes o, incluso, víctima de los estigmas que se relacionan con su nacionalidad. “Hay gente muy capaz, lo que necesitamos es que nos den la oportunidad”, subraya al igual que su compañero de ponencia.
Las demandas de las empresas
CEAR contribuye a la integración laboral de las personas usuarias que acuden a la entidad a través de un modelo en el que participan trabajadores sociales, orientadores laborales y otros profesionales. Los participantes reciben apoyo mediante talleres, orientación y derivación a recursos de formación adaptados al mercado local, explica Yeneli González, Técnica de Inclusión para el Servicio de Prospección Empresarial.
Todo ello teniendo en cuenta las barreras que enfrentan las personas migrantes como dificultades con la documentación, acceso limitado a servicios bancarios y de vivienda, problemas para convalidar títulos y, en algunos casos, la barrera del idioma.
González indica que “buscamos adaptarnos tanto a las demandas del mercado como a las necesidades específicas de los colectivos a los que atendemos”. Por ello, es necesario la sinergia entre la entidad y empresas, así como que estas den oportunidades, permitiendo así formación, prácticas laborales y gestionar ofertas de trabajo, siempre orientados a conseguir condiciones laborales dignas y adaptadas.
Sectores claves
CEAR ha trabajado con más de 20.000 personas en esta área, logrando insertar a más de 4.000 en el mercado laboral a través de distintos proyectos con Fondos Europeos y el Servicio Canario de Empleo.
La mayoría de los beneficiarios son jóvenes entre 18 y 50 años, a los que se suman cada vez más menores de edad. Asimismo, las profesiones más demandadas incluyen puestos de camarero/a de piso, ayudante de cocina, mediador intercultural y trabajador agrícola, concentrándose en áreas económicas clave como hostelería, servicios comunitarios, comercio, agricultura y construcción.