Los mejores son siempre los primeros en irse. En el fútbol y en la vida. Eleuterio Santos Brito (1940-2008) cumple a la perfección con el tópico. Todocampista superlativo, fue el líder del Tenerife 60-61 que logró el ascenso a Primera División.
En un tiempo sin rotaciones, jugó completos los 39 partidos oficiales que disputó ese curso el grupo dirigido por Heriberto Herrera y fue su máximo goleador con un total de quince dianas (catorce de ellas, en Liga), una barbaridad para un centrocampista. Y la temporada siguiente, ya en la élite, deslumbró durante las once primeras jornadas: hizo cuatro goles, antes de que el capitán general de Canarias, Ramón Gotarredona, dejara sin permisos a los cuatro futbolistas blanquiazules que cumplían el servicio militar y que, hasta entonces, pasaban más tiempo en el césped que en el cuartel.
Sin Ñito, Santos, Moreno y José Juan, el Tenerife quedó condenado al descenso. Y pese a los diez meses de inactividad, el curso siguiente, ya en Segunda División, fue el mejor de un equipo que no se adaptó a la categoría. Además, antes de que acabara la temporada, la entidad que ya presidía José López Gómez se vio obligada a 'cuadrar las cuentas'. La solución que encontró y que luego perpetuaría en el tiempo fue la de traspasar a su mejor futbolista. Así, el 7 de marzo de 1963, encaminada la permanencia, el Real Zaragoza adquiría al futbolista “por tres campañas y lo que queda de la presente” por un montante de 1.675.000 pesetas. Mientras, Yeyo Santos, que como blanquiazul percibía 175.000 pesetas de ficha y tenía un sueldo de nueve mil pesetas mensuales, veía “mejorados ostensiblemente sus emolumentos”.
La marcha de Santos tuvo un carácter simbólico porque definió la manera de ejercer de una entidad. Y durante un cuarto de siglo marcó el papel del Tenerife en el fútbol español. Y también el de Las Palmas, principal beneficiario de los traspasos. Así, la venta de Santos fue la primera de una larga lista. En los años sesenta, y siempre para cuadrar las cuentas, el Tenerife también se vio 'obligado' a desprenderse de Ñito, Colo, Martín Marrero, Justo Gilberto, José Juan, Barrios… Al principio, el destino era un club peninsular como el Valencia o el Betis... pero luego, casi siempre, fue el representativo de la isla vecina, hasta que la prudencia aconsejó vender “a cualquiera, menos a Las Palmas”, que rechazó toda oferta por sus figuras y alcanzó el subcampeonato liguero en la élite con cuatro tinerfeños en el equipo titular.
Imagen de Colo y Santos con la camisa del Tenerife.