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Opinión

Santa Cruz de Tenerife y la Gesta del 25 de julio

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En el diario habanero Heraldo de Cuba, con fecha del jueves 25 de septiembre de 1930 y bajo el epígrafe DE LAS AFORTUNADAS, en relación con Tenerife y en una tercera entrega, publicó José Clavijo Torres (Tinerfe) un artículo que hacía referencia a la capital, Santa Cruz de Tenerife, a algunos datos históricos (sobre la Gesta del 25 de julio de 1797) y a los títulos que ostenta. Reproducimos aquí ese texto cuando se van a cumplir los noventa años de su publicación y se conmemoran en estos días los 223 de tal acontecimiento.


Recorte de prensa 


Se puede considerar fundada Santa Cruz de Tenerife desde que el adelantado Alonso Fernández de Lugo plantó en ella la Cruz de la Conquista, después del desembarco de las tropas españolas por la playa de Añaza.

La iglesia de la Concepción existía en 1500, reedificándose después del incendio de 1652. El convento de los Dominicos fue fundado en 1610; en sus solares se edificó más tarde el teatro y la plaza del mercado. El de San Francisco es más moderno.

En el siglo XVI se empezaron las obras de fortificación de la ciudad. Felipe II ordenó la demolición y el traslado de la ermita de la Consolación para construir en su lugar el Castillo de San Cristóbal, que acaba de ser derruido para ampliación de la entrada de la ciudad y donde se proyecta un elegante parque con esbeltos edificios.

En 1657 rechazó Santa Cruz la escuadra de Blake; en 1706 la del almirante Jennings, y en 1797 la poderosa de Nelson. En recuerdo de estas tres defensas realizadas en contra de otras tantas escuadras inglesas, le fueron concedidas a su escudo las tres cabezas de leopardo que figuran en él.

El hecho más glorioso de su historia fue la derrota de Nelson, que quiso apoderarse de la plaza al frente de una escuadra formada por los buques de línea Teseo, Culloden y Celoso; las fragatas Leandro, Esmeralda, Caballo marino y Terpsícore, y el buque auxiliar Fox, sumando en total 393 cañones.

El que fue después vencedor de Aboukir y Trafalgar amaneció frente aSanta Cruz de Tenerife el 22 de julio de 1797. El mismo día desembarcó una columna de 1.200 ingleses por las inmediaciones de Valleseco –donde ahora se construye un soberbio balneario-hotel–, viéndose precisada a reembarcar el 23 al serle imposible asaltar la plaza por aquel lado.

A las dos de la madrugada del 25 de julio, día de Santiago –patrón de España y también de Tenerife–, efectuó Nelson un nuevo ataque, mandando personalmente la columna de desembarco. Generalizados el ataque y la defensa, barcos, castillos y baterías hicieron el más horrendo fuego, derrotando casi todas las lanchas. Fue echado a pique el buque Fox, muriendo los 200 hombres que lo tripulaban; fue herido el propio Horacio Nelson, que perdió en esta acción el brazo derecho, teniendo que regresar a su Teseo, y fueron muertos su lugarteniente, el intrépido Bowen, y 226 oficiales, y heridos 123 soldados.

Las tropas que lograron desembarcar al mando del Comodoro Troubridge fueron cercadas en Santo Domingo y tuvieron que rendirse. Cerradas las hostilidades y firmada la paz entre Nelson y el general D. Antonio Gutiérrez, reembarcó dicha columna, obsequiando el vecindario de Santa Cruz con pan y vino a cada marino patentizando una vez más su hospitalidad y su altruismo.

Las banderas ganadas en la contienda y arrebatadas al invasor, son los mejores tapices del Alcázar de su Gloria, y como trofeos de guerra se conservan en el Museo Municipal, así como el cañón Tigre que hirió a Nelson, el gran almirante inglés, en tan gloriosa jornada.

Ante la estatua monumental de Nelson, en Trafalgar Square, de Londres, dijo un poeta isleño, el insigne Don Nicolás Estévanez –tan conocido y querido en Cuba–, donde demostró su temple de gran hombre, en cierta ocasión en que visitó la gran ciudad sajona:

Cuanto más alta se eleve / de Horacio Nelson la estatua, / más alto verán los siglos / el nombre de mi Nivaria.

La ciudad de Santa Cruz de Tenerife, o Tenerife, como se la denomina en España, América y aun en el Archipiélago mismo, está situada al Este de la Isla, y su puerto se halla en la ruta de las navegaciones trasatlánticas. Su bahía abarca desde la punta de Antequera hasta el arranque del muelle principal.

Tiene el título de Ciudad desde 1859, los de Muy Noble, Muy Leal e Invicta, ganados en sucesivas defensas contra distintos invasores, y, finalmente, el de Muy Benéfica, que solo tiene con ella Zaragoza, concedido en 1894 con motivo de su comportamiento durante una terrible epidemia colérica.

Fue la Capital del Archipiélago canario, hasta la Dictadura Militar, en que el Gobierno del General Primo de Rivera entre las tantas cosas que “hizo” las dividió en dos Provincias: la Occidental, que comprende las islas de Tenerife, La Palma, La Gomera y El Hierro; y la Oriental, las islas de Gran Canaria, Lanzarote y Fuerteventura…

Santa Cruz de Tenerife es la residencia del Capitán General de las Islas Canarias, sede de la Audiencia provincial de su nombre, capital de su provincia marítima de primera clase, residencia de las Jefaturas de Obras Públicas, Agronómicas, de Montes y de Minas; Administración principal de Correos, Centro de Telégrafos, Delegación de Hacienda, Sección Administrativa e Inspección de Primera Enseñanza, Cámaras de Comercio y Agrícola, Jefaturas de Estadísticas y de todos aquellos organismos inherentes a su rango de capital, aunque algo reducidos algunos servicios por especiales interpretaciones de la Ley de Reformas Canarias de 1911. En Santa Cruz de Tenerife residen la Mancomunidad de Canarias y el Cabildo Insular de Tenerife. Pertenece además a la Diócesis de Tenerife.

Tenerife es la cuna de muchos hombres ilustres: José de Viera y Clavijo; Iriarte, los Estévanez (Nicolás, Diego y Patricio); Leopoldo O’Donnell, duque de Tetuán; Teobaldo Power, el malogrado compositor de los inmortales Cantos Canarios; Juan de la Puerta y Canseco, Villalba Hervás, Gil Roldán, Luis Maffiote, Elías y Antonio Zerolo, Bethencourt Alfonso, Desiré Dugour, Costa, Pulido, Cámara, Bernabé Rodríguez, Robaina, Calzadilla, y de otros que descollaron como políticos, escritores, artistas y militares. 


Recreación de la gesta

Santa Cruz contaba con 387 artilleros y 89 cañones, situados en los castillos de Paso Alto, San Cristóbal y San Juan, dos fuertes y nueve baterías | RECREACIÓN DE VÍCTOR EZQUERRO


Por otra parte, el rotativo tinerfeño EL DIA, en su edición del domingo 19 de julio de 2020, publica un interesante artículo de José Manuel Ledesma Alonso, Cronista Oficial de la Ciudad, sobre los Antecedentes a la Gesta del 25 de julio de 1797, del cual reproducimos su referencia a Las defensas de Santa Cruz:

Ante estos acontecimientos, la máxima autoridad de las Islas Canarias, el general Antonio Gutiérrez, ordenó poner en marcha el plan general de defensa que, en la isla de Tenerife, lo formaban cinco Regimientos de Milicias, con cabeceras en Abona, Güímar, La Laguna, La Orotava y Garachico; cada regimiento se componía de ocho compañías de fusileros, una de granaderos y una de cazadores, con unos 1.000 hombres en plantilla. Sus componentes, varones entre 18 y 40 años, solo se ejercitaban una vez al mes y muchos carecían de armamento.

También existía el Batallón de Infantería de Canarias, con sede en Santa Cruz, formado por seis compañías de 100 hombres cada una, con experiencia de combate pues habían estado en la Guerra del Rosellón contra Francia (1793). Así como las Banderas de Cuba y La Habana, con unos 60 hombres, que eran los encargados de instruir a los voluntarios que se enviaban a América. A ellos hay que sumarle la estimable ayuda de 110 marineros de la corbeta francesa La Mutine, y los pilotos y marineros de los mercantes surtos en la bahía, así como los paisanos voluntarios.

Además, Santa Cruz contaba con 387 artilleros y 89 cañones, situados en los castillos de Paso Alto, San Cristóbal y San Juan; los fuertes de San Andrés y San Miguel; y las baterías de Santa Teresa, Santiago, El Pilar, San Antonio, San Pedro, Martillo del muelle, La Concepción, San Telmo y San Francisco. Todos ellos, al mando del Comandante General de Canarias, un veterano militar, Antonio Gutiérrez de Otero, nacido en Aranda de Duero (Burgos) en 1729, que ya había vencido a los ingleses en la recuperación de las Islas Malvinas y en la reconquista de Menorca.

El 15 de julio, la escuadra inglesa abandonaba el bloqueo de Cádiz, dirgiéndose a todo trapo hacia Tenerife. Horacio Nelson conocía que el Lugar y Puerto de Santa Cruz era la única Plaza Fuerte del Archipiélago. Estaba convencido, y así se deduce de la correspondencia mantenida con Jervis, de que si conseguía apoderarse de Santa Cruz, el resto de Tenerife, y luego todas las demás islas, caerían sin el menor esfuerzo.

La flota británica estaba formada por cuatro navíos de línea (Theseus, Culloden, Zealous y Leander), tres fragatas (Seahorse, Emerald y Terpsichore), un cúter (Fox) y una bombarda (Terror), disponía de 393 cañones y cerca de 2.000 infantes de marina, cuyos comandantes, elegidos por el propio Nelson, eran los mejores profesionales de las fuerzas navales británicas, experimentados y avezados al combate (R.W. Miller, T. Troubridge, S. Hood, T.B. Thompson, T.F. Fremantle, T. Waller y R. Bowen).

En la madrugada del 21 de julio, Domingo Izquierdo, el vigía de la atalaya de Igueste, al divisar la flota en el horizonte dio rápidamente la alarma, encendiendo tantas hogueras como barcos enemigos vislumbraba. Tocado “a rebato” o señal de alarma, el Comandante General de Canarias reunió a su Plana Mayor en el Castillo de San Cristóbal y puso en marcha el plan previsto.

Se desalojaron las oficinas públicas de Tesorería, Tabacos, Correos, etcétera, así como los más importantes almacenes comerciales, y comenzó un auténtico éxodo de familias, especialmente ancianos, mujeres y niños, que subieron a La Laguna y al interior de la Isla, para quedar a buen resguardo.

El enemigo ya estaba a las puertas de Santa Cruz.