Comer ante una pantalla y otros errores en la alimentación infantil

El 70% de los niños comen delante del móvil o la televisión a pesar de que los pediatras desaconsejan radicalmente esta práctica que provoca que los pequeños no se alimenten bien

Guardar

Featured Image 29033
Featured Image 29033

Niños embobados delante de una televisión, el móvil o de una tableta mientras comen mecánicamente en casa o en un restaurante; utilizar la comida como premio o castigo; o no predicar con el ejemplo son algunos de los errores que los padres cometen a la hora de dar a sus hijos una correcta educación alimentaria.

Y el punto de partida ya es desacertado si consideramos distinta la comida del niño a la del adulto. El menú infantil debería ser desterrado ya que en él prevalecen los alimentos insanos, como fritos o carne procesada, y escasean las verduras y las frutas. Así de claro lo dicen los dietistas-nutricionistas Aitor Sánchez y Lucía Martínez en una entrevista tras publicar “¿Qué le doy de comer?” (ED.Paidós), una guía para enseñar alimentación saludable y hábitos de comportamiento.

“No haría falta que nos educaran en comer saludable si en el hogar ofreces comida saludable, sería más efectivo que repetir que hay que comer sano. Y en la escuela de nada sirve que haya una unidad en Biología que hable de alimentación saludable si luego en el comedor escolar no se practica”, señala Aitor Sánchez, también tecnólogo de alimentos. Pero la educación empieza en el ámbito familiar y los errores que se cometen son muchos y variados.

Uno de los más frecuentes es que el niño se distraiga mientras come viendo dibujos en el móvil o en la tableta, tanto en casa como en un restaurante, lo que impide que desarrolle sus habilidades de interactuación social o de interacción con los alimentos.

“Los niños quieren jugar, moverse, conocer a otros niños… y la solución de la tableta o el móvil surge cuando queremos llevarlos a un contexto que no es el suyo: sentarlos durante dos horas en una mesa rodeados de adultos y que no nos molesten”, considera el también autor de “Mi dieta cojea” y “Mi dieta ya no cojea”.

“Es un problema de enfoque de la sociedad- añade- al recurrir a ciertas herramientas para que se ajusten los niños a situaciones sociales que quizá no sean las más adecuadas para ese momento. Esas herramientas pueden ser útiles mientras no se conviertan en los protagonistas de la alimentación y del ocio”.


¿Tenemos que obligar a comer al niño?
Una escena cotidiana a la hora de comer en cualquier casa con niños pequeños es lidiar con el “esto no me gusta” o con “no tengo hambre”. ¿Hay que obligarles a comer?

“La Academia Americana de Pediatría recomienda no obligar a un niño a comer. No se trata de un correctivo”, explica Lucía Martínez, autora a su vez de “Veganos con ciencia” y “Veganos concienciados”. “En un contexto como el nuestro, con abundancia de alimentos, un niño no va a pasar hambre y si se queda con hambre te lo hará saber”, apunta.

Para la dietista-nutricionista, cuando a un niño se le obliga a comer o se le distrae con la tele para ir metiéndole cucharadas en la boca se corre el riesgo de “cargarnos el mecanismo de apetito y saciedad que les indica cuándo tienen hambre y cuándo parar”. Y eso supone, según Lucía Martínez, que estamos abriendo la puerta al riesgo de relaciones poco saludables con la comida.

Si el niño se muestra caprichoso ante la comida, otro clásico, la experta considera que es responsabilidad de los cuidadores tener en casa opciones de alimentos que sean todas saludables, así no habrá tentaciones. “Dejemos que elija pero controlando la oferta”, apostilla.

La comida como premio o castigo
¿Quién no ha premiado al niño con un helado o con pizza para cenar? Pues para los expertos entrevistados no es conveniente utilizar la comida como premio ni como castigo. “Además el premio nunca es una manzana, es comida insana como chuches, mientras que el castigo serán las lentejas o las acelgas. Lo malo te lo doy como premio y lo sano como castigo, una incongruencia”, señala Lucía Martínez.

La dietista advierte de que usar la comida como premio o castigo también nos puede predisponer a una tener una mala relación en el futuro con la comida. “No usemos la alimentación, que es algo absolutamente necesario, a modo de chantaje como tampoco lo hacemos con obligaciones diarias como vestirse o bañarse”.