Primer penalti a favor

Luis Padilla nos recuerda este miércoles, el día en el que al CD Tenerife le señalaron, en la penúltima jornada de liga, su primer penalti a favor

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Los más de diez mil espectadores que acudieron al Heliodoro aquel 11 de abril de 1954 no salían de su asombro. Habían sido necesarios 29 de los treinta partidos de liga del grupo Sur de Segunda División y ochenta minutos de ese penúltimo duelo liguero en el estreno blanquiazul en las categorías nacionales... pero ahí estaba. Era cierto. Los jugadores del rival, el Castellón, esbozaban unas tímidas protestas, por lo que no había lugar a las dudas. Sí, sí, no era necesario frotarse los ojos durante más tiempo, al Tenerife, por fin, le habían señalado un penalti a favor.

El árbitro que se atrevió a sancionar esa pena máxima merece un párrafo. Se trataba de Lucas Saz Olmedo, del colegio catalán, que estuvo ayudado en las bandas por dos jueces de línea locales, como era norma en la época, los señores Santacruz y Jorge. Al primero de ellos estuvo a punto de expulsarlo antes incluso de que empezara el partido, tras un malentendido durante las presentaciones en el vestuario. “Saz, de Barcelona”, dijo el colegiado catalán, alargando su mano. “Santacruz, de Tenerife”, le respondió solicito su auxiliar en lo que el 'referee' principal entendió como una burla.

Aclarado el malentendido, se pudo iniciar un choque en el que Carlos Muñiz, técnico blanquiazul, alineó a: Cuco; Chicho, Isal, Perla; Servando, Fernández; Tomás, Julito, Mora, Iriarte y Paquillo. En el Tenerife faltaban tres pilares básicos como Bolea, sancionado tras su expulsión ante el Mestalla dos jornadas atrás, así como los lesionados Antonio y Villar. Y pronto quedó aún más mermado por la lesión de su defensa izquierdo Perla, que al no estar permitidas las sustituciones se puso de delantero centro en busca del 'gol del cojo', mientras Iriarte pasaba a la defensa.

Pese a todo, el Castellón no abandonó su cerrojo. Y a falta de diez minutos, cuando parecía que se iba a llevar un punto, un derribo de Serrano a Paquillo fue interpretado por el árbitro como penalti. La decisión de Saz causó estupor, sorpresa por lo inhabitual… y también dudas. Porque ausentes Antonio, Villar y Bolea, los tres supuestos especialistas en la ejecución de los lanzamientos, nadie sabía quién era el encargado de la transformación del penalti. Y ante aún más estupor y mayor sorpresa, Carlos Muñiz designó a Servando García, un mediocampista defensivo de nula relación con el gol.

Servando era un veterano que durante un lustro había jugado en Primera División con el Celta, un equipo que se había asentado en la élite con ¡media docena de tinerfeños en su once titular!: Victoriero, Sabina, Fuentes, Del Pino, Roig y Mundo. Con el tiempo, Servando se hizo con un hueco en el corazón de los celestes... hasta que el Tenerife lo reclamó en el verano del 52 para intentar acceder a las categorías nacionales. Vital en el ascenso, aún se quedó dos cursos más en el equipo blanquiazul y esa tarde aceptó con agrado la responsabilidad de tirar el penalti. Se plantó ante Bienvenido, el portero del Castellón, cogió una pequeña carrerilla...

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Servando, posando con la camiseta del CD Tenerife


… y como cuentan las crónicas, “con un disparo duro, raso y colocado, llevó a la pelota a morir a la red de forma irremisible”. En definitiva, fue gol. Y el 1-0 le bastó al Tenerife para ganar y acceder a la sexta plaza. Después de 29 partidos de Liga reclamando un penalti a favor, un error hubiera resultado dramático.