Primer clásico, primer ‘robo’

Luis Padilla nos refresca la memoria un día más y este miércoles se detiene en la indignación que causó en el tinerfeñismo lo vivido en el primer derbi liguero de la historia.

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El primer clásico liguero entre el CD Tenerife y la UD Las Palmas se jugó el 27 de diciembre de 1953 en el estadio Insular. Fue también el primer robo amarillo y lo perpetró por el colegiado sevillano Manuel Portilla. Ambos equipos se habían medido ya en encuentros amistosos e incluso lo habían hecho dentro de la fase de ascenso a Segunda División disputada cuatro años antes por ambos equipos. Y aún antes, el Tenerife había disputado encuentros oficiales contra los que durante décadas fueron sus eternos rivales grancanarios, el Marino y el Real Victoria, dos de los miembros fundacionales de la UD Las Palmas. Pero aquel domingo fue la primera vez que se encontraron cara a cara en una competición de carácter nacional.

Fue en partido de la decimoquinta jornada del grupo Sur de Segunda División, categoría a la que los blanquiazules habían llegado meses antes tras superar al Orihuela en una eliminatoria de promoción. El Tenerife llegaba a la cita tras golear (8-0) al Mallorca una semana antes y en el séptimo puesto de la clasificación. Con dos puntos más y en la tercera plaza, en zona de promoción, estaba la UD Las Palmas. Dada la trascendencia del choque, la peña Weyler, que donaría un banderín conmemorativo al equipo amarillo, organizó una expedición a la vecina isla y fletó para ello la motonave 'JJ Síster', que la noche del sábado partió desde el muelle tinerfeño. El éxito de la convocatoria fue indudable y en unas horas se agotaron todas las plazas del buque.

Al día siguiente, en un abarrotado Estadio Insular, más de dos mil personas alentaban al grupo dirigido por Carlos Muñiz, que alineó a: Garatea; Chico, Isal, Perla; Villar, Fernández; Tomás, Julito, Antonio, Bolea y Paquillo. Enfrente estaban Las Palmas, un público hostil que recibió con bronca a los blanquiazules y el señor Portilla, que no tardó en 'barrer' para casa. Así, en los primeros minutos consideró voluntaria una inocente mano de Chicho y sancionó al Tenerife con un penalti, pero Garatea evitó que se abriera el marcador. Sin embargo, poco después pasó por alto un clarísimo derribo de Beneyto a Tomás en el área local que impidió que el equipo blanquiazul se pudiera adelantar en el marcador antes del descanso.

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Los jugadores del Tenerife rodean al árbitro Portilla en el Insular.

En la reanudación, cuando Fernández (53’) tuvo el honor de marcar el primer tanto liguero de los clásicos canarios al aprovechar una falta de entendimiento entre el guardameta Pepín y Beneyto, el árbitro se empeñó en que empatara la UD Las Palmas. Primero, señalando una inexistente falta en el borde del área blanquiazul; y luego, dando validez al lanzamiento de Torres cuando el mediocentro grancanario aún no había recibido autorización para disparar y con la barrera en plena fase de formación. De nada valieron las protestas de los jugadores del Tenerife, que persiguieron al árbitro pòr todo el campo. Aún así, el grupo de Muñiz pudo ganar en los últimos minutos, aunque Portilla lo impidió al anular un tanto a Antonio.

Por eso, al final, el 1-1 definitivo dejó más contentos a los locales. Primer clásico, primer robo.