Por fin, Montero Castillo

Luis Padilla nos acerca este domingo a la figura de Montero Castillo, uruguayo que militó en el CD Tenerife.

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En el verano de 1973, la apertura de las fronteras permitió el fichaje por los equipos españoles de figuras de primer nivel mundial. El Barcelona trajo a Cruyff y Sotil; el Real Madrid, a Netzer y al argentino Óscar Mas; el Atleti, a Ayala y Heredia; el Zaragoza, a Diarte y Arrúa; el Valencia, a Jara y Keita… Eso sí, las estrellas no eran patrimonio exclusivo de los grandes. Un ejemplo: la UD Las Palmas fichó a Carnevali, portero titular de la selección argentina. Y el Sevilla, entonces en Segunda División, adquirió al uruguayo Espárrago y Biri-Biri. Todos eran internacionales en sus países y conocidos en medio mundo. Hasta el Levante, un recién llegado de la Tercera División, apostó por un crack del momento, el chileno Carlos Caszely.

El Tenerife buscó en Uruguay y de allí se vino con Kraus y Ferreira. Y a ese país también fue de pesca el Granada, entonces en Primera División, para contratar a una gloria nacional, Julio Walter Montero Castillo (Uruguay, 1944). Centrocampista defensivo de enorme carácter y gran presencia física, había sido semifinalista en el Mundial de México 70 y campeón de la Copa Libertadores y de la Copa Intercontinental al año siguiente con el Nacional de Montevideo. Con el Granada alcanzó el sexto puesto liguero, la mejor clasificación de los andaluces en su historia, al frente de un equipo que se caracterizaba por una dureza extrema, con dos rompetibias en el centro de la defensa: los sudamericanos Fernández y Aguirre Suárez, que jugaban como oriundos.

Desavenencias con el presidente, el eterno Cándido Gómez, hicieron que quedara libre a pesar de que estaba a punto de convertirse en español. El Tenerife lo aprovechó. El presidente, Julio Santaella, ordenó el fichaje de Montero Castillo aunque tuviera ocupadas con Ferreira y Hugo Fernández sus dos plazas de jugadores extranjeros… y también tuviera a Kraus en la recámara, en espera de su nacionalización. Tras una larga espera, el 22 de octubre de 1975, el ministro de Asuntos Exteriores, Pedro Cortina Mauri, firmó la nacionalización como españoles de Montero Castillo y Kraus y, acto seguido, la Federación Española emitió una nota en la que “se autoriza desde el día de la fecha la alineación por parte del CD Tenerife de los jugadores reseñados”.

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Montero Castillo.

Además, el documento recogía que Montero Castillo y Kraus eran españoles a todos los efectos, por lo que podían participar en la Copa del Generalísimo, algo que Ferreira y Hugo Fernández tenían prohibido. Tres días después de su nacionalización, Montero Castillo ya debutó como titular ante el Calvo Sotelo. En un Heliodoro abarrotado tras agotarse las localidades, el técnico local, Felipe Mesones, que no pudo contar con los lesionados Pepito e Illán, alineó a: Domínguez; Juan Miguel, Molina, Esteban, Hugo Fernández; Justo Gilberto, Montero Castillo, Ferreira, Jorge; Medina y Toño. Tras un partido intenso, un Tenerife “liderado por un sobresaliente Montero Castillo”, ganó (2-1) con goles de Toño y Hugo Fernández. Y se colocó como líder invicto.

La espera había merecido la pena... aunque la alegría no sería total. El Tenerife coqueteó con el ascenso durante todo el curso, pero al final se quedó sin premio. Eso sí, por el camino firmó una gesta inolvidable en la Copa del Generalísimo al eliminar al Real Madrid. Pero esa es otra historia.