Las previsiones necesarias

Las ciudades que hemos construido en estos últimos años se han expandido por lugares que siempre fueron del agua o se han asentado en zonas peligrosas

Guardar

Estado de las baldosas de la calle de Triana el pasado 28 de octubre de 2024. / AH
Estado de las baldosas de la calle de Triana el pasado 28 de octubre de 2024. / AH

La vida está llena de avisos. Casi siempre pasamos de largo, pero la naturaleza va escribiendo lo que acontece mucho antes de que termine sucediendo. Lo del cambio climático no hace falta que nos lo cuenten, lo comprobamos en la maduración de los frutales, en las estaciones y en los temporales, en todas esas Danas, cada vez más frecuentes y más devastadoras. Sí, es cierto, que siempre ha habido temporales y muchos muertos por situaciones como las que se han vivido estos días en muchos puntos de España, pero ahora es diferente, además de tener más información de lo que acontece, también sabemos que eso que sucede acontecerá más veces en muchas otras partes. 

Las ciudades que hemos construido en estos últimos años se han expandido por lugares que siempre fueron del agua o se han asentado en zonas peligrosas. Habrá que revisar todo muy bien, por lo menos para tratar de evitar lo que podría suceder si llegara a Canarias una Dana como la de Valencia. Si llegara ahora mismo, creo que viviríamos una gran catástrofe. Hace pocos días, con tres gotas que cayeron en Las Palmas de Gran Canaria, bajaba el agua por las calles del barrio de San Juan como si hubiera estado lloviendo una semana, y casi todos los adoquines de Vegueta y Triana se convirtieron en surtidores improvisados cada vez que alguien pisaba sobre ellos. Están rotos, deteriorados y carecen de mantenimiento. Lo mismo sucede con muchas alcantarillas. En la calle en la que vivo bastan dos horas de lluvia sin intensidad para que se forme una gran piscina de repente.

Lo de Valencia es un aviso para todos los responsables del mantenimiento de la red de alcantarillados de cada municipio de España, pero también para valorar los lugares de riesgo que deberían ser desalojados sobre la marcha y los espacios en los que habría que actuar de inmediato. Me preocupa que el mantenimiento de las alcantarillas de ciudades como Las Palmas de Gran Canaria esté en manos de los mismos que niegan la suciedad de las calles, aunque, eso sí, lo niegan después de que empiezan a baldear las calles tras muchos meses de abandono. En este caso, no es un problema de malos olores y de mala imagen, aquí están en juego vidas humanas, y no vale ninguna valoración subjetiva, ni lo que alguien quiera ver desde su interesada mirada. Todos recordamos lo que sucedió hace años en el antiguo Hoyo, en las calles aledañas de Triana o por el Paseo de San José a la altura de la Ciudad Deportiva de Gran Canaria. Sé que se ha actuado y que se han mejorado muchas de las situaciones que dieron lugar a aquellos desastres, pero en la prevención nunca se puede confiar en el pasado sino en la revisión constante y rigurosa de las infraestructuras. Cada vez nos sentiremos más vulnerables ante la reacción del planeta a nuestras prepotencias medioambientales, pero, por lo menos hasta donde podamos llegar, debemos exigir un compromiso claro y con pruebas evidentes de que se está actuando todo el rato ante la llegada de cualquiera de esas Danas o de una tormenta tropical como aquel Delta que se llevó por delante hasta el Dedo de Dios de Agaete